Espectáculos Rob Reiner Entrevistas FÁTIMA BOSCH Conciertos SERIES

Pablo Montero simple y determinado a triunfar

Gabriel Bauducco

México, DF.- Cuando habla, todavía con cierto tono norteño que marca sus palabras, Pablo Montero deja ver la esencia simple de muchacho pueblerino que lo anima. Al conversar con él, uno puede ver cómo busca dentro suyo los términos justos para contar lo que siente. Como si intentara sobreponerse una y otra vez a su propia timidez. O, quizá, como si tuviera miedo de no dar el ancho. El tono de sus palabras baja levemente cuando, en medio de la charla, dice que no lee.

Y es mucho eso que siente. Una maraña de sentimientos se le agolpan en el pecho y la garganta. Porque ha pasado tan poco tiempo desde que salió de Torreón buscando ganarse la vida como cantante, que ahora, muy seguido, mira hacia atrás para ver el camino transitado. Y aunque sabe perfectamente quién es él, cuando recuerda todo lo que ha pasado, lo ve como si fuera una película, donde el protagonista consigue todo lo que quiere.

Seguramente lo primero que ve es el día que estando en el quinto semestre de la carrera de Administración de Empresas, decidió incursionar en el medio musical profesionalmente y abrirse camino participando en diferentes festivales. Ve el mar de cosas que pensó antes de decidirse. O, más bien, ve la mañana del 2 de febrero de 1993, cuando entendió que ya no tenía mucho que hacer en su ciudad y decidió ir a la capital, a realizar sus sueños.

Sintió miedo; de no poder solo, de fracasar, de llegar a la ciudad y que la ciudad se lo tragara en su truculenta inmensidad y vértigo. Sintió miedo de no ser del todo feliz. Sintió miedo de en vez de lograr convertirse en alguien, abrumado en la multitud del DF, acabara convirtiéndose en nadie.

Y buscó. Sin tregua buscó un camino que le permitiera realizarse. Entonces encontró trabajo como cantante ranchero en un par de cantinas. Ahí fue creciendo su éxito, su popularidad. Pero por las noches, cuando el trabajo se acababa, él seguía durmiendo solo en un cuarto de azotea que había rentado para vivir. Seguía peleando por conseguir el dinero que le permitiera comer.

Hasta que una noche, en la cantina donde cantaba, encontró entre el público a una visitante ilustre. Ahí, acompañada de amigos, estaba la mismísima María Félix. Y como si los elogios de ese mito hecha mujer funcionaran como hechizo, esa noche, a Pablo le cambió la suerte. “Se parece tanto a Jorge Negrete”, dijo La Doña. Y Pablo le creyó. O por lo menos dejó que esas palabras corrieran dentro suyo como un augurio de prosperidad, como un estigma. Si acaso Pablo Montero no le creyó a María Félix, dejó que los demás le creyeran.

En estos diez años, muchas cosas pasaron. Y la televisión abrazó a Pablo Montero como a un hijo consentido. Primero en las telenovelas Vivo por Elena y Nunca te Olvidaré, que le dieron cierto entrenamiento en la actuación; algo que Montero tomó más como oficio que como vocación. Más tarde, con el rol protagónico en Abrázame muy Fuerte -que fue vendida en varios países y que, en consecuencia, le abrió las puertas en el exterior-.

Romances con una y otra muchacha (cuestiones de rigor para el mundo de la TV), presentaciones en público, algún que otro chisme. Ya hay de todo en la carrera de Montero. Todo lo necesario para ser un trabajador hecho y derecho en el mundo del show.

Hasta que, sin darse cuenta, se encontró un día cantando en China, frente al primer mandatario de ese país, porque participaba de una gira oficial del Presidente Vicente Fox. Así, como de la noche a la mañana, Montero se había convertido en un exponente de la música ranchera mexicana a nivel mundial. Y enseguida viajó también en una visita oficial que Fox hizo a la Casa Blanca, en los Estados Unidos, y acabó cantando para el presidente Geroge W. Bush.

Increíble. Él mismo no lo podía creer.

El mismo de siempre

Ahora Montero quiere ser profeta en su tierra. Y mira hacia México ávido de un éxito musical con el que ya cuenta en el sur de Norteamérica.

De todos modos, lanzó su tercer compacto -Pídemelo Todo- y un cuarto como tributo a Javier Solís, por lo que respecta a los directivos de su disquera, están contentos porque con los dos primeros el cantante llegó a vender medio millón de placas.

Montero sigue ahí, parado sobre sí mismo y amasando de a poco la realidad de sus sueños cumplidos. Se ve a sí mismo y se repite, para no perderse, para no olvidar quién es: “en el fondo, soy el mismo muchacho que compartía las tardes con sus amigos de Torreón y al que de vez en cuando, le entran unas ganas terribles de hacer loqueras”.

-Pregunta obligada: ¿qué loqueras? “Pues, de todo. De repente, cuando no tengo trabajo, irme a la playa a bucear. O a lugares a los que no podría ir si tuviera que cargar con toda una familia”.

-Bueno, eso no parece muy alocado que digamos. “Pues no, pero a mí me divierte mucho escaparme, estar solo, escuchar música”.

-¿Qué música escuchas? “La instrumental. Javier Solís. Y en Rock me gustan mucho Maná, La Ley”.

-¿Y también lees? “Muy poco (hace una pausa. Y enseguida levanta un poco la voz) Soy más del cine”.

-¿Qué has leído últimamente? “Como estudié administración, me gustan esos temas. Aunque he leído algunas novelas, ese no es mi fuerte. Pero, más que leer, me gusta escribir”.

-¡Qué raro alguien que escribe pero no lee! ¿Cómo es eso? “Sí, escribo ideas, para mis videos, por ejemplo. El de Hay Otra en tu Lugar, que fue el sencillo de difusión de Pídemelo Todo. Y yo lo escribí completo, hasta elegí las locaciones”.

-La tercera producción quizá no se hubiera puesto en marcha de no haber participado en una gira con el Presidente Fox, actuado en la Casa Blanca y en Asia. “Es probable. Digamos que hay un porcentaje de suerte. Pero también es cierto que yo estaba pasando por un momento importante como cantante y como actor.

Venía de 14 presentaciones en el teatro Blanquita y de la telenovela Abrázame... De todos modos esas son cosas que pasan una vez y que probablemente no vuelvan a repetirse”.

-Entonces no tienes ningún tipo de relación con el presidente. “Yo no lo conocí hasta el día del evento en China. No antes. Y fue muy bonito porque cuando terminé de cantar, él me mandó a llamar para que me sentara un momento a la mesa con ellos. Y después de que se casó con Martha Sahagún, la fui a saludar a los Pinos. Una buena relación”.

-¿Y eres panista? “Ehhh (duda).... pues sí, ahorita estoy...”.

-¿Ahorita?, ¿antes no? “Es que se vino un nuevo movimiento fuerte. Es la exposición de un partido político que está creando nuevos objetivos y retos. Ojalá se cumplan. Ahora el presidente es panista... hay que apoyarlo”.

-Entonces antes no eras panista. “Pues... casi no..”.

-¿Casi no... qué? “Que casi no me metía en política”.

(Definitivamente, Pablo -a sus más de 30 años- no es un muchacho de ideas complejas. Él está ahora ocupando su tiempo en descifrar su presente. Y, desde luego, tratando de hacer cada vez más fuerte su futuro. Planea comprar una casa a las afueras de la ciudad donde pueda tener sus caballos y olvidarse de la rutina Pero, si todo sigue como hasta ahora, por eso no tiene de qué preocuparse).

-Dime, ¿crees que la música ranchera es una moda? “Eso depende. Para algunos sí. Gente que canta ranchero nada más porque quiere darse el gusto. Pero habemos otros que de veras la sentimos y que si algo tenemos que ver con la moda es que el damos nuevos estilos. Pero podemos hacer eso porque la cantamos desde niños”.

-¿Cómo eras de pequeño? “Muy inquieto. Demasiado. Travieso”.

-Claro, pero así son la mayoría de los niños. ¿con qué jugabas, qué hacías? “Disfruté mucho mi infancia en Torreón. Vivía en un lugar donde podía salir a hacer cualquier cosa, como en cinco kilómetros a la redonda, porque no había nada. Tenía una gran bola de amigos. Nos juntábamos a andar en bicicleta. Construíamos nuestras casas con ladrillos. Y otras veces nos íbamos de cacería, pero no cazábamos nada. También, algunas veces, mi papá nos llevaba a un rancho y hacíamos una pijamada”.

-¿Qué hacen tus papás? “Mi papá es comerciante y mi mamá... pues es mamá”.

-¿Hablemos de defectos? “Que soy obsesivo con algunas cosas, especialmente con el trabajo. Y una virtud es que...”.

-No, no, todavía no llegamos a esa parte. Defectos, más defectos. “Ehhh... enojón, demasiado. Muuuy enojón. Sobre todo cuando no me sale algo o cuando no se hacen las cosas que pido”.

-¿Gritas? “Pues sí, sí me enojo mucho. Enseguida me prendo, porque soy muy impulsivo”.

-Parece que tienes una obsesión con eso de tener una casa. “Claro, a quién no le gusta tener su lugar, una casa dónde poder tener animales, para salir a caminar, poder montar, hacer lo que yo quiera y nada más”.

Leer más de Espectáculos

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Espectáculos

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 30262

elsiglo.mx