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Pájaros en el alambre

Patricio de la Fuente González-Karg

Con Roberto Madrazo hace lo que le viene en gana y aparentemente no teme al sujeto –ese sí abiertamente bandolero- al icono representativo de los peores tiempos del tricolor. Comen de su mano gobernadores, diputados, miembros del Senado, intelectuales, empresarios, caciques, el magisterio y prácticamente todo el que se atraviese por el camino. ¿Por qué nos tendrá embrujados? ¿Qué hay en su oscuro pasado que la hace ser tan atractiva?

No es buena, tampoco mala y despiadada, más bien se le podría definir como animal político que ha resistido con estoicismo y templanza los avatares y golpes bajos naturales en un sistema como el nuestro. Posee una inteligencia semejante a la del Príncipe de Maquiavelo, es decir, prefiere ser temida antes que amada. Eso sí, quienes la conocen coinciden en que sabe ser amiga.

Calculadora, seguramente tiene siempre fresca la sentencia de Reyes Heroles: fondo es forma. Presumo que su estructura mental no da cabida a pasiones desbordadas, a exabruptos infantiles indignos de la “polaca de altos vuelos” y sí en cambio permite sonrisas, guiños, gestos, en fin, armas del lenguaje corporal en pos de confundir al enemigo, hipnotizarlo bajo el entendido de que al fin y al cabo todo es un juego plagado de matices cuasi sexuales llamado poder.

Se mueve con agilidad dentro de la arena: izquierda, centro y derecha. Desde sus tiempos en el “Grupo San Ángel” supo rodearse, establecer alianzas con el claro objetivo de construir paraísos futuros en donde las inteligencias más preclaras del país pudiesen coexistir más allá de obtusas geometrías ideológicas. Hoy el trabajo dio los frutos esperados: camina junto al Presidente y le sirve de guía a través de la fauna; menosprecia a Rosario Robles pues muy en el fondo la sabe con menos sagacidad y agallas; impresiona a la Primera Dama y seguramente busca ayudarla a ser hábil, contundente y no tan cursi.

Con Roberto Madrazo hace lo que le viene en gana y aparentemente no teme al sujeto –ese sí abiertamente bandolero- al icono representativo de los peores tiempos del tricolor. Comen de su mano gobernadores, diputados, miembros del Senado, intelectuales, empresarios, caciques, el magisterio y prácticamente todo el que se atraviese por el camino. ¿Por qué nos tendrá embrujados? ¿Qué hay en su oscuro pasado que la hace ser tan atractiva?

No es bella pero irradia un magnetismo singular. Se deja ver en los mejores restaurantes y extasía a cualquiera gracias a una personalidad que reúne todos los defectos, todas las virtudes, aquello que amamos y eso que se repudia por sentido común. Porta trajes de Escada y Chanel como gritando “a mí francamente nadie me para”. Ya la acusaron de asesina, otras tantas veces de ladrona y quién sabe cuántos otros milagritos le tendrán en reserva. Todo es en vano: ella fue al infierno y regresó, es el ave fénix que renace de entre la nada.

Su figura me llama la atención, en el fondo todos nos parecemos a ella pues casi siempre nuestros días transcurren dentro de un limbo donde la tenue línea entre el bien y el mal no es fácilmente vislumbrable, sin embargo y a diferencia de la mayoría de nosotros, ella resulta indispensable si queremos candela, sazón, picante, lluvia y relámpagos en un circo político que a veces suele ser letárgico, aburrido y plagado de personajes monocromáticos sin la chispa o grandeza necesaria para seguir haciendo de México una surrealista representación del absurdo colectivo.

Ahora le sacan un “libelo” rete chusco y divertido. Gracias al autor por unos instantes pude olvidarme de ese prócer nacional, de esa gloria intelectual llamada Enrique Martínez y Martínez y avocarme a reseñar las andanzas, la verborrea telefónica que consciente o inconscientemente ignora un particular: en este país todo se graba, las paredes oyen y el chisme suele desbancar al futbol como deporte nacional.

Habla con todos la interesada pero realmente nada la compromete. Denuncia el hecho a los medios de comunicación y además se dice víctima de un voyeurista consumado que desde un departamento aledaño busca la foto, sí, la instantánea que haría desmerecer los besos de Vicente y Marta cuando se casaron para dar paso a la de una líder magisterial despojada de trapos, extasiada ante el agua que recorre su anatomía y muy probablemente aprovechando tan íntima situación para entonar algo lindo, evocador, de eso que únicamente declara el ser humano cuando se encuentra en un foro de expresión como la regadera. Sí, en el baño solamente es que la maestra puede permitirse estrofas del tipo de:

“Vanidad, por tu culpa he perdido, un amor vanidad”…

“Con dinero y sin dinero, hago siempre lo que quiero y mi palabra es la ley”…

“Rata de dos patas, te estoy hablando a ti”…

Los mexicanos estamos perdiendo la capacidad de asombro. Yo me asumo como el primero en la lista pues en vez de tomar un asunto tan delicado por su vertiente seria y adentrarme al análisis mejor opto, elevo a la profesora al rango de musa, sí, prefiero entronarla o hacerla descender a los infiernos.

Adiós a tiempos donde aquellos en púlpitos, estrados y curules eran objeto de veneración, miedo. Digo, tampoco se trata de vilipendiar o ejercer un libertinaje ofensivo. Ni los extremos insultantes de Manú Dornbierer ni la frivolidad angustiante de Guadalupe Loaeza, mejor un retrato integral que pretenda descubrir, imaginar a grandes rasgos los distintos planos de los hombres y mujeres de poder.

¿No será que la profesora es tan hábil que más bien ella solita armó el libro? Digo, es hipótesis partiendo de la base siguiente: la política no se puede entender sin Elba Esther Gordillo.

Seguimos chismeando la próxima semana.

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