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Palabras y más palabras

Adela Celorio

Debo confesar que yo estaba un poco resentida y se lo dije: ¿Cómo será posible que después de aparecer noche tras noche durante veinte años, con sus 24 Horas en mi recámara, ahora resulta que no me reconoce? Sonriente -porque ahora lo habita la sonrisa- me pidió: Explíquele por favor a Sarita. Pero para Sarita, su fiel compañera de toda la vida, no era necesaria ninguna explicación porque siempre ha sabido de la lealtad del hombre que conoció siendo una jovencita, allá por los barrios del centro histórico donde ambos vivían. Allá por las escuelas de gobierno en las que estudiaban y más tarde en la UNAM donde Jacobo obtuvo la licenciatura y donde: -Siempre tuvimos magníficos planes de estudio y los mejores maestros. Nací en plena Guerra Cristera y dos monjitas intrépidas que iban por las casas ofreciendo bautizar a los niños, tocaron a la puerta de la vecindad donde vivían mis jóvenes padres. En las poquísimas palabras que conocía en el idioma español, mi padre les explicó respetuosamente que los judíos no bautizan a sus niños. Ellas, entendidas, pasaron a retirarse, aunque no sin antes hacer un último comentario: Lástima, este niño no se va a lograr....

Pues resulta que el niño sí se logró y el viernes de la semana pasada asistí a la entrega de “La Zarza Ardiente”, distinción que por méritos especiales concede anualmente la comunidad Bet-El y que este año le fue otorgada a Jacobo Zabludowsky, quien la recibió con estas palabras: México es el país bueno, generoso y lleno de oportunidades en donde tuve la suerte de nacer. Soy mexicano y soy judío. Este año cumpliré setenta y cinco y mi vida es una prueba de que se pueden ser muy bien las dos cosas. Este es el mensaje que quiero transmitir a mis diez nietos. Esto dijo Jacobo y yo tuve la suerte de estar presente para escuchar sus palabras.

Y hablando de palabras, muy elocuentes fueron las que Lula da Silva quien se fue al foro económico de Davos a decirles en su cara a los señores del dinero: “Si ustedes los países ricos gastan en guerras lo que los países pobres necesitan, serán responsables de una grave explosión social. Ustedes defienden la globalización y el libre comercio pero se protegen con aranceles y condiciones de manera que lo de libre es para ustedes y a nosotros sólo queda el comercio en los términos que ustedes nos imponen. Nos prestan dinero pero después nos extorsionan con las altas tasas de interés que erosionan nuestra economía...”. Eso y más les dijo Lula.

Ojalá lo escuchen. Y pues ya puesto uno a escuchar, nunca falta que tenga uno que oír palabras innecesarias como las de Martita Sahagún, quien llegó tarde a la cena con la Reina de Holanda por andar haciendo declaraciones en cualquier micrófono que le ponen enfrente: “El Gobierno no puede detener su trabajo ni caer en parálisis de obras o programas oficiales porque este año sea electoral”. Eso dijo Martita y dijo mucho más, cuando lo único que le corresponde es hablar de su súbito amor por la infancia mexicana y su esforzada labor en Vamos México. ¿Será que ella sabe de todo?

¿Qué palabra le resulta imprescindible? Preguntaron al académico español Don Lázaro Carreter, autor entre otros libros, de El “Dardo en la palabra”, imbécil, la palabra imbécil facilita mucho el idioma, respondió. Menos mal que de todo se escucha en la viña del Señor porque si sólo tuviéramos el incesante y pretencioso palabrerío de los políticos y los grillos que les hacen coro, esto sería como para cortarse las venas. Y ya por último, ‘ay les dejo las palabras favoritas de los niños de mi familia: “caca, culo pedo y chis”. ace@mx.inter.net

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