?Pégale a tu mujer, que si no sabes por qué, ella sí
sabe?.
Antiguo proverbio
árabe.
El titulo de este artículo es el lema de una estación televisora cuando anuncia uno de sus programas. Yo tenía un jefe en Monterrey que me decía que cualquier telenovela se queda pobre comparada con la realidad; desafortunadamente, tiene razón. A muchas personas, hombres y mujeres, les gusta ver telenovelas en donde siempre se exponen casos de injusticia, abuso, sufrimiento, violencia verbal y física, mentiras e infidelidades y normalmente todas tienen un final feliz. Silvia Pinal, presenta su programa Mujer Casos de la Vida Real, en donde expone las situaciones similares que viven muchas mujeres mexicanas y, aún así, comparada con este programa, como decía mi exjefe, la verdadera vida real es todavía más cruel. Hace pocos meses, fue muy sonado el caso de una cuidadora de niños que maltrataba cruelmente a un infante habiendo sido filmada en flagrancia cuando abusaba del menor quemándolo con recipientes de alimentos calientes, alimentándolo por la fuerza, golpeándolo, hablándole con ira y finalmente aventándolo a un bote de basura. Quienes vimos estas escenas reaccionamos con coraje al ver estos abusos y si hubiera sido nuestra la decisión, hubiéramos condenado a la mujer en cuestión a la pena máxima que otorgan nuestras leyes. Desafortunadamente, hay cientos y miles de casos de los cuales nunca nos percatamos y quizá por ello pudiéramos pensar que no existen. La violencia intrafamiliar, la sufren sobre todo niños y mujeres indefensas que la mayor parte de las veces están solas y no tienen a quien recurrir en busca de ayuda y orientación. Este es un problema social de una magnitud tal, que todos los mexicanos deberíamos hacer lo que este a nuestro alcance de acuerdo con nuestros propio medios para solucionarlo.
Para que todos esos abusos e injusticias desaparezcan por completo o al menos se minimicen, el gobierno hace muy poco para ponerle solución a este problema, la prioridad que se le ha otorgado, no es la que debería tener, da pena mencionar el presupuesto asignado para tal efecto. Sin embargo, como problema social, la violencia intrafamiliar es un problema que nos corresponde a todos atender, por lo menos, por solidaridad con quienes lo sufren y no tienen los medios ni los conocimientos ni la ayuda para enfrentarlo con éxito. Las personas que en las dependencias oficiales se dedican a apoyar con terapia a quienes sufren de violencia intrafamiliar, las más de las veces las mueve una profunda vocación social y un muy alto espíritu de servicio a la comunidad, pues los sueldos que reciben , por lo bajos, tampoco son dignos de mencionarse.
Recientemente, fui invitado a estar presente en una sesión de terapia de personas que sufren violencia intrafamiliar; aunque acepte la invitación, confieso que mi intención era no asistir y el día de la cita, una llamada telefónica poco antes del inicio de dicha sesión, me recordó el compromiso contraído y de esa manera asistí, no sin un sentimiento de pecado de omisión porque como sociedad nos ha faltado voluntad para involucrarnos e impedir hechos como los que ahí iba a ver y a escuchar.
A la reunión asistieron además de la psicóloga y de la trabajadora social, 24 mujeres y cinco hombres. Organizados por la psicóloga, todas las personas iniciaron la sesión con ejercicios de respiración y relajación los cuales todos los asistentes realizaban con notorio entusiasmo. En esta ocasión, había en el grupo 14 personas que asistían por vez primera. Después de los ejercicios, la psicóloga les pidió que cada persona expusiera su experiencia. Los siguientes párrafos narran lo que algunas de ellas describieron:
Coco: ?Tengo ocho meses sin ser golpeada por mi marido, cuando llegué aquí, venía en busca de ayuda, no ayuda económica, la cual también necesito, lo que mas quiero es resolver mi problema de la violencia. En el rancho donde vivo, todas tienen el mismo problema, sus maridos las golpean. Quiero salir adelante, estoy saliendo adelante. Quiero ayudar a otras personas que tengan el mismo problema. Yo vivía una situación de terror constante, a todo le tenía miedo?.
Rocio: ?Me golpeó mi esposo, me fracturó la nariz, me amenazó para que no lo denunciara y entonces dije ¡hasta aquí!?
Lupita: ?Mi marido es tomador y además se droga, ya son veintitrés años de lo mismo, mis hijos y yo queremos que siga con nosotros pero que cambie?.
Debora: ?Me arrastró, me pateó, nadie me defiende. El es maestro, tiene educación y sin embargo, no se comporta bien. Tengo el cuello todo golpeado, mi hijo de diez años me defendió de mi esposo, estas sesiones me ayudan mucho, estoy superando el miedo. Solo quiero que mi esposo me respete y que no me golpee?.
Lulú: ?Mi esposo ya no quiere que yo venga a la terapia porque dice que ya no lo voy a querer, dice que me aprieta el cuello porque me quiere. Ya no me ha gritado. Tengo veintidós años de casada, durante los últimos diez años me ha golpeado. El mide 1.90 mts. Y yo 1.67 mts. En una ocasión mi hijo de cinco años me defendió, tomó del pelo a su padre y por tres horas seguidas así lo tuvo y nadie se lo podía quitar.?
Toñita: ?Una compañera de aquí dice que su hijo se golpea la cabeza el solo cuando su marido la golpea a ella. Yo le digo que tenga cuidado, un hijo mío murió porque también se golpeaba adrede su cabeza cuando mi esposo me golpeaba. De once hijos que tuvimos, mi marido me mato a cuatro de ellos. La primera vez que vine aquí a la terapia, dure tres sesiones sin hablar?.
Rosy: ?A mi siempre me dijeron que el hombre es el que manda, mi esposo no me deja vivir, a veces tengo deseos de matar o de morir, tengo mucho temor, tengo insomnio?.
En todas las personas que asistieron a esta sesión de terapia, se notaban rasgos comunes tales como marcas de violencia, elocuencia, tristeza, confianza en el grupo, solidaridad, identificación con sus compañeros. La psicóloga, toda una profesional, desbordaba entrega, habilidad, entusiasmo, vocación, empatía y preparación. De inmediato se notaba también la falta de recursos para ayudar a estas personas.
Ante este problema social, todos tenemos el deber de aportar; probablemente uno de los principales problemas que obstaculizan la falta de ayuda por parte de la sociedad, es el desconocimiento de la existencia y gravedad del problema, se requieren recursos económicos, materiales y profesionales. Estimada lectora, estimado lector, el problema es complejo, se requiere ayudar a quienes resultan afectados por este problema pero es más importante aún apoyar también el establecimiento de programas de prevención que eviten la violencia intrafamiliar; participemos todos para evitar este grave problema, no permitamos que estas mujeres permanezcan sufriendo solas, en su soledad.
Comarca Lagunera.
Octubre del 2003.