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MÉXICO, DF.- La iniciativa de hacer un archivo sobre la Revolución Mexicana dio pie, 50 años atrás, a la creación del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana (INEHRM).
Dos investigadores, José María Luján y Rafael García Granados, hicieron la propuesta al entonces presidente Adolfo Ruiz Cortines, quien encomendó un estudio sobre su viabilidad al maestro Salvador Azuela, hijo del padre de la novela de la Revolución, Mariano Azuela.
El 29 de agosto de 1953, un decreto presidencial dio vida al instituto, donde, por 30 años, estuvo como vocal Salvador Azuela.
Además del archivo, su propósito fue tener una hemeroteca y fototeca, recopilar testimonios, hacer publicaciones, y brindar cursos y conferencias.
Desde entonces hasta la fecha, el INEHRM depende de la Secretaría de Gobernación. Pablo Serrano, actual director de investigaciones del instituto, dice que en aquellos años “la Presidencia decidió que funcionara a partir de la influencia de la Secretaría de Gobernación para que fuera el ente ideológico sobre la Revolución Mexicana”.
Esta pertenencia, sin embargo, no siempre ha sido vista con buenos ojos. Serrano dice que no fue un centro de propaganda “más bien cumplía una función ideológica en cuanto a la historia cívica del país. Sí con cierta característica académica, pero no para hacer investigación pura de la Revolución Mexicana sino fomentar estudios y conjuntar papeles, testimonios que servían al fomento cívico”.
En cuanto a la incidencia actual de la Secretaría dentro de la institución, asegura que de tiempo atrás se permitió que el instituto se vinculara a otros ámbitos.
Tampoco acepta que a lo largo de la historia haya habido “línea” desde Gobernación: “No. Uno de los méritos de Azuela es que la convirtió en una institución plural. Nunca hubo política de censura a las publicaciones”.
Lo que sí es un hecho es que durante los primeros meses de actuación del INEHRM se estipuló en las actas de creación “que el instituto postule como norma de sus investigaciones y publicaciones el principio de libertad, pero que no ayude o patrocine trabajos en contra de la Revolución”.
En su labor al frente de la institución, Salvador Azuela promovió, por ejemplo, la enseñanza de la historia de la Revolución en las escuelas normales.
“Su periodo se caracterizó por lograr el objetivo de rescatar la historia oral, juntar documentos históricos de gran valía que estaban desperdigados en los estados o en el extranjero, contratar becarios para ciertos estudios”.
En sus primeros 30 años, el INEHRM se centró en el fomento de los estudios relativos a la Revolución. Además, destaca el investigador, fue pionero en los estudios de carácter regional de la Revolución Mexicana.
Tras la muerte de Azuela, el instituto dejó su sede de la Plaza de la Ciudadela; estuvo en varios lugares hasta que llegó a la calle de Francisco I. Madero, al sur de la ciudad.
A finales de los años 80, con Guadalupe Rivera Marín como vocal, la institución se vinculó más con la academia, creó un programa de diez becas anuales a tesis sobre la Revolución, y los premios Salvador Azuela a investigación y trabajo testimonial. Hoy en su planta trabajan 14 investigadores.
Hay en el INEHRM una biblioteca que tiene en su acervo 30 mil volúmenes en libros y revistas, y 180 mil fotografías, carteles y dibujos.
Entre sus ediciones está el Diccionario Historiográfico Biográfico de la Revolución Mexicana, que consta de nueve tomos y comenzó a publicarse a finales de los años 80.
Los objetivos se han ampliado y el instituto además ha incorporado en su temática asuntos como los antecedentes de la Revolución y sus consecuencias, aparte de que ya se estudia cada vez más la historia contemporánea de México; se ha abierto a temas como el magonismo y el zapatismo.
Luego del cambio de gobierno, el INEHRM participó en los foros de la Reforma del Estado. Hoy, al frente de esta institución está el investigador Javier Garciadiego.