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¿Para qué sirve un diputado?

Fidencio Treviño Maldonado

En la antigua Roma se les llamaba tribunos y llevaban una carga muy pesada ante sus representados, que por cierto defendían y atendían las quejas de su pueblo o provincia. Aún en muchas regiones del mundo, en países con gobernantes probos y donde el ser político es toda una carrera y siempre en pos del pueblo, los senadores y diputados son respetados y ellos respetan a sus representados.

En México también existieron buenos diputados y muchas de las iniciativas y leyes que en la actualidad nos rigen se deben a ellos, pero de eso ya llovió, el caso del chiapaneco Belisario Domínguez por citar un verdadero tribuno que sacrificó su vida y nunca claudicó en sus principios.

Sin embargo el destino se ensañó con nosotros y en la actualidad nos tocó bailar con la más fea, como se dice coloquialmente. Cada estado tiene su Congreso Local y es renovado cada tres años, estas legislaturas, en la mayoría de los casos y para desgracia del pueblo están al servicio del gobernador en turno, -el caso de Coahuila-.

En raras excepciones donde el gobernador es de un partido y en el Congreso existen mayoría en otros partidos, pero siempre se legisla con intereses partidistas y no con conciencia ciudadana. En el caso de los diputados federales que conforman la Cámara Baja del Congreso de la Unión, 600 (que en un país pobre como el nuestro son muchos), también para desgracia del pueblo su legislación es nula y sus iniciativas nunca se ven reflejadas en la sociedad, casi siempre es al revés.

El descaro fue cuando en la época dictatorial del PRI un legislador de nombre Roque Villanueva, nos hizo una señal (al pueblo) obscena al endilgarnos el IVA, sólo por citar un acto.

Un diputado federal tiene una facultad tremenda y su influencia puede ser determinante en los grandes problemas nacionales, es un actor protagonista de primera línea y en parte de él depende el desarrollo del país, o como sucede actualmente el estancamiento, con tantas leyes y reformas paralizadas porque motivos mezquinos e intereses particulares no los dejan avanzar.

La Legislatura 58, que acaba de terminar pasó a ser una de las más malas que se tuvo en la historia y además muy cara, nada nuevo que escribir a casa, con puros pendientes y sainetes, eso sí, con una impunidad que espanta, un rasgo que no deja de ser una vergüenza para la sociedad. En sí los diputados deberían ser gestores de las peticiones de los ciudadanos, ser analíticos en las reformas y leyes y desde luego usar algo que parece desde hace mucho tiempo perdieron: el sentido común.

Así que si usted votó esta vez por alguno de los 600 diputados que levantarán el dedo cuando su tótem o jefe de partido se lo pida, véalo bien en los pendones o volantes, porque después sólo con trampa coyotera del # 4 lo podrá agarrar, o tal vez, a los tres años se lance por otro cargo entonces verá usted la misma sonrisa congelada en el póster.

¡Ah! pero la pregunta sigue siendo ¿para qué sirve un diputado local o federal?, bueno como están las cosas y en la política a la mexicana, para dos cosas; cobrar jugosos sueldos y tener impunidad que es a nada y si no es verdad que demuestren lo contrario, qué mejor juez que el pueblo, que al fin y al cabo es quien paga.

Correo e: linga_1031@hotmail.com.

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