Teorizar, sobre los hechos políticos es una práctica de los intelectuales del Distrito Federal. Lo curioso es que no mantienen un propósito congruente: debatieron hace tres años, con motivo de la elección presidencial; lo hacen en estos días a propósito de la gran sorpresa de las elecciones intermedias para renovar la Cámara de Diputados del Poder Legislativo Federal.
En el 2000 los teorizantes volcaron elogios a favor del presidente Fox y del PAN con abundancia de críticas y vaticinios mortales contra del PRI; en el 2003 los comentarios favorables son dirigidos al PRI y los desfavorables al Presidente de la República, al partido Acción Nacional y a otros destinatarios.
El mensaje enviado por los abstencionistas el domingo seis de julio no estuvo para menos. Al ausentarse de las casillas los sufragantes expresaron una señal preocupante al gobierno de la República: “¡Pónganse a trabajar!” No menos inquietante resultó el aviso para las autoridades electorales federales: “¡Ya no gasten tanto dinero! ¡Bajen los salarios de los consejeros electorales y otros funcionarios! ¡Limiten el número de los partidos políticos y redúzcanles los beneficios económicos!” Y en cuanto al Congreso de la Unión la Convocatoria fue dramática: ¡Legislen en bien de la nación y no gasten, tanto y tan inútilmente, el dinero de los impuestos!” Leyendo los renglones su recomendación sería: “¡Más responsabilidad cívica y menos manga ancha con el dinero del pueblo!”.
En su artículo del martes, Federico Reyes Heroles interpretó con fortuna lo que quisieron decir los votantes al no acudir a los comicios: “El electorado habló con claridad: menos ideología y más pragmatismo, alternancia de ida y vuelta, tres partidos nacionales (dos grandes) apoyo a Manuel López Obrador y ratificación de la crítica al Partido de la Revolución Democrática, una apuesta seria para el Verde y dos sobrevivientes de los partidos pequeños. De seis partidos, salen cinco. Uno de cada dos mexicanos dice que todas las campañas fueron aburridas, ostentosas, agresivas, inútiles”.
Pero esto no sería la totalidad del mensaje enviado por los electores ausentes. En las campañas políticas hubo carencia de imaginación publicitaria, falta de mensaje idóneo, vacuidad de compromisos políticos y la indecisión de los candidatos para asumir tales retos ante el pueblo.
Además, una patente irritabilidad de los candidatos ante los las encuestas de opinión ordenadas por los medios de comunicación, la cual se concretó en el lanzamiento de sendas campañas denigratorias contra quienes mostraban avances notorios.
Finalmente, concluidos los comicios, los oficiales del Instituto Federal Electoral anunciarían, una tras otra, la confirmación de aquellas encuestas mediáticas: El Partido Revolucionario Institucional sumaría resultados, con los candidatos electos por mayoría relativa y los de representación proporcional, entre 222 y 227 curules; Acción Nacional obtendría como mínimo 148 y como máximo 158 diputaciones y el Partido de la Revolución Democrática habría logrado de 93 a 100 asientos; el resto de los partiditos se debatirían, como siempre, en la maldita duda, aunque los seis más insignificantes empezaron a sacar sus triques de las oficinas que tenían en el IFE pues serían desahuciados. El Partido Verde Ecologista, por su parte, sacaría diez diputaciones.
¿Qué nos queda por decir? Sólo que los coahuilenses tendremos que vencer al abstencionismo, de alguna manera, a partir de estos recientes comicios. Setenta por ciento de abstenciones dibuja un aterrorizante indicador de indiferencia cívica. ¿Y cómo lograrlo? Tendríamos que hacer de nuestra vida una constante práctica democrática, interesarnos por los problemas que afectan a la sociedad y proponer medios para resolverlos; usar los correos que los periódicos abren a sus lectores para denunciar actos de autoridad y hechos personales y sociales que afecten al resto de los ciudadanos; participar en el debate público de las ideas, las propuestas y las soluciones y estar pendientes, siempre, de la toma de decisiones de los organismos públicos, para censurarlos o para aplaudirlos. Quizás esta praxis democrática sirva para despertar el interés de todos los ciudadanos por la cosa pública...
Terencio decía, de la democracia: “Tantos hombres, tantos pareceres”... pero ¿qué diría él mismo si esos tantos hombres no hubiesen expresado sus tantos pareceres?...