Por: Cristal Barrientos Torres
El Siglo de Torreón
TORREÓN, COAH.- A unos metros del paso del tren se encuentra la ampliación Las Dalias. Hace dos años y sin previo aviso, decenas de personas llegaron para adueñarse de algo que no les pertenece: el derecho de vía de Ferrocarriles Mexicanos.
De eso está bien consciente Silvia Veloz Aguilar. Sabe que el terreno donde construyó su casa con cartón y madera, no le pertenece. Sin embargo, las justificaciones parecen sobrarle: que si ya estaba harta de vivir con sus padres, que sus hijas necesitan un patrimonio, que es madre soltera. Razones no le faltan.
Silvia asegura que ninguna persona de Ferrocarriles Mexicanos le ha reclamado el terreno que invadió hace dos años. Pero los rumores en la colonia son fuertes: la empresa construirá una barda a un costado de las vías para iniciar con un importante proyecto: una aduana ferroviaria. Por eso los quieren desalojar.
En ocasiones Silvia siente miedo. Teme perder su único patrimonio: una casa de cartón y madera. Si algún día Ferrocarriles Mexicanos decidiera desalojarlos de este terreno, entonces ni ella ni sus tres hijas tendrían dónde vivir.
El terreno que ahora ocupa Silvia se lo traspasaron. No sabe exactamente a quién le pertenecía antes, sólo dice que tuvo necesidad de irse a vivir a un lugar donde no hay agua, drenaje ni energía eléctrica.
“Desde hace 15 días nos cortaron el agua, sí teníamos pero no sabemos qué pasó porque ya no sale ni una gota de las mangueras, tenemos que ir al fraccionamiento o a las colonias de al lado para acarrearla en botes”.
A pesar de todas las necesidades, Silvia está conforme. Antes los terrenos eran sólo hierba y basura, ahora están “menos peor”, por lo menos ya pueden caminar sin toparse con perros muertos. Sus casas quedaron ubicadas justo detrás del fraccionamiento Las Dalias, por eso decidieron bautizar al lugar como Ampliación Las Dalias.
María Guadalupe González simplemente dice que se la van a rifar. También sabe que en cualquier momento podría perder su patrimonio, pero por lo pronto no dejará su humilde vivienda por nada del mundo. Seguirá ahí hasta que se pueda.
Tanto María Guadalupe como Silvia, ven una posible solución a sus problemas: que el Ayuntamiento los reubique. Ninguna está aferrada a permanecer a un costado del paso del tren. Sólo quieren un patrimonio, eso es todo.
A María Guadalupe no le importa caminar descalza, la tierra caliente parece quemarle los pies, pero dice que se le olvidaron sus únicas “chanclas” en la casa de alguien. “Nosotros tenemos necesidad de una vivienda, no es que estemos de oportunistas como luego mucha gente dice, a lo mejor hay muchos que sí, pero nosotras no”.
De vez en cuando María Guadalupe se sacude los pies, las hormigas no la dejan tranquila. Y es que en el lugar abundan las arañas y alacranes. En una ocasión su hija estuvo muy grave y nunca supo qué animal le picó.
“Es la necesidad la que nos hace estar aquí, si no quién iba a querer aguantar estos calorones y sin agua. Nos la estamos rifando, sabemos que nos quieren quitar de aquí, ojalá y nos dieran otro lugar a donde irnos para construir nuestras casas”.
La voz de María Guadalupe apenas se puede escuchar. Está pasando el tren y por eso comienza a hablar como gritando. Minutos después el ensordecedor ruido termina. Ahora se disculpa, tiene prisa por llegar a su casa porque la tierra caliente le está quemando los pies.
Las hijas de María Guadalupe no querían vivir a un costado de las vías. Al final terminaron por acostumbrarse al silbato del tren y a que el suelo se cimbre cada vez que pasa.