Una mujer de Mantinea llamada Diotima preguntó a Sócrates: “...el que ama lo bello ¿a qué aspira?
-A poseerlo, respondí yo.
-Esta respuesta reclama una nueva pregunta dijo Diotima: ¿Qué le resultará de poseer lo bello?
Respondí que no me era posible contestar inmediatamente a esta pregunta.
-Pero, replicó ella, si se cambiase el término y poniendo lo bueno en lugar de lo bello te preguntase: Sócrates, el que ama lo bueno ¿a qué aspira?
-A poseerlo.
-¿Y qué le resultaría de poseerlo?
-Encuentro ahora más fácil la respuesta; se hará dichoso.
-Porque creyendo las cosas buenas, es como los seres dichosos son dichosos, y no hay necesidad de preguntar por qué el que quiere ser dichoso quiere serlo; tu respuesta me parece satisfacer a todo.
-Es cierto, Diotima.
Pero piensa que este amor y esta voluntad sean comunes a todos los hombres, y que todos quieran siempre tener lo que es bueno; ¿o eres tú de otra opinión?
-No, creo que todos tienen este amor y esta voluntad.
-¿Por qué entonces, Sócrates, no decimos que todos los hombres aman, puesto que aman todos y siempre la misma cosa? ¿Por qué lo decimos de los unos y no de los otros?
-Ésa es una cosa que me sorprende también.
-Pues no te sorprendas; distinguimos una especie particular de amor, y le llamamos amor usando del nombre que corresponde a todo el género; mientras que para las demás especies empleamos términos diferentes.
-Te suplico que pongas un ejemplo.
-He aquí uno. Ya sabes que la palabra poesía tiene numerosas acepciones, y expresa en general la causa que hace que una cosa, sea la que quiera, pase del no ser al ser, de suerte que todas las obras de todas las artes son poesía, y que todos los artistas y todos los obreros son poetas.
-Es cierto.
Y sin embargo, ves que no se llama a todos poetas, sino que se les da otros nombres, y una sola especie de poesía tomada aparte, la música y el arte de versificar han recibido el nombre de todo el género. Ésta es la única especie que se llama poesía; y los que la cultivan los únicos a quien se llama poetas.
-Eso es también cierto.
Lo mismo sucede con el amor; en general es el deseo de lo que es bueno y nos hace dichosos, y éste es el grande y seductor amor que es innato en todos los corazones. Pero, todos aquéllos que en diversas direcciones tienden a este objeto, hombres de negocios, atletas, filósofos, no se dice que aman ni se les llama amantes, sino que sólo aquéllos que se entregan a cierta especie de amor reciben el nombre de todo el género, y a ellos sólo se les aplican las palabras amar, amor, amantes.
-Me parece que tienes razón, le dije.
-Se ha dicho, replicó ella, que buscar la mitad de sí mismo es amar. Pero, yo sostengo que amar no es buscar ni la mitad ni el todo de sí mismo, cuando ni esta mitad ni este todo son buenos...”.
CLÁSICOS INOLVIDABLES. PLATÓN. DIÁLOGOS ESCOGIDOS. APOLOGÍA DE SÓCRATES. LIBRERÍA “EL ATENEO” EDITORIAL. IMPRESO EN LA ARGENTINA. TERCERA EDICIÓN. DICIEMBRE 1957.