Nosotros Las palabras tienen la palabra VIBREMOS POSITIVO Eventos

Parrafos Diversos / Selección de Emilio Herrera M.

Invitación a la lectura

Algunos han dicho que el creador del universo lo hizo por juego y lo mantiene como una diversión. Si es así –y casi me inclino a creerlo- la vida humana tal vez sea apenas algo más que un juego, en el sentido de que el hombre no es responsable de la perduración de esa vida (que está en manos de la naturaleza) y por lo tanto debe ocupar su tiempo en fruslerías que, si no quiere morir de aburrimiento, debe considerar muy importantes y dotadas de gran significación. El hombre viste su cuerpo y adorna su casa, sazona los frutos de la tierra, oye música y lee relatos. A veces sus diversiones son sanguinarias y tiránicas: entonces se les da el nombre de política, el arte de gobernar y hasta el deber y la necesidad de expansión imperialista. El hombre es un animal social que construye alegremente sociedades humanas sin trabas, para que después otros hombres perversos se entreguen a la voluptuosidad de anquilosarlas con leyes y sanciones supersticiosas, y dignificarlas con el nombre de “Estados”. Creo que es sólo por obligación como los hombres instituyen entre sí deberes mutuos.

Jesús de Nazareth enseñó la importancia del deber y explicó su naturaleza mediante una palabra que, más que amor es “ahavah” o “agape”. En todas las lenguas, esa palabra es traicionera y difícil de definir. Pero Jesús demostró mediante la parábola y el ejemplo el sentido del término. Propuso algo imposible: el amor a nuestros enemigos. Pero esa imposibilidad es menos inexorable considerada desde el punto de vista que debo llamar “lúdico” y que ha sido aplicado a la creación del mundo y su preservación. También el deber es un juego: diabólicamente difícil, pero no imposible. El juego de la tolerancia, el juego de ofrecer la otra mejilla, el juego de superar nuestra repulsión natural ante una piel devorada por las pústulas o la lepra y de cubrirla con besos llenos de amor. El que gana el juego recibe un premio y el premio se llama el reino de los cielos. Un reino de hombres y mujeres que juegan bien y desean jugar aún mejor. Siempre es posible reconocer a los miembros de ese reino: por sus frutos los reconoceréis. El juego de un extraordinario interés a la vida. ¿Por qué hay tantos que, no contentos con negarse a jugar, persiguen con una ferocidad desproporcionada a quienes tienen ganas de jugar? Porque se toman la vida demasiado en serio.

Jesús y sus hombres no se tomaron en serio la vida. Como ya hemos visto, hubo que rescatar a Mateo de ese hábito de tomársela en serio, pero los demás discípulos eran hombres que no poseían nada y por lo tanto no tenían nada que tomarse en serio. Poseer bienes es peligroso; el peligro de poseer un imperio es la locura suprema de tomarse las cosas en serio. Cuando se posee una cosa, siempre se acaba luchando por ella y esa lucha quizá parezca una buena solución para el aburrimiento. Pero la lucha es tan destructiva para nosotros mismos como para nuestros enemigos, es infinitamente agotadora y casi siempre termina con la cosa por la cual hemos luchado.

ANTHONY BURGESS. JESUCRISTO Y EL JUEGO DEL AMOR. EDITORIA Y DISTRIBUIDORA HISPANO AMERICANA, S.A. BARCELONA, ESPAÑA. SEGUNDA EDICIÓN 1978.

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