El momento más grandioso de la Ilíada es sin duda el final, cuando el anciano rey Príamo se acerca por la noche al campamento de los aqueos a rescatar el cuerpo de su hijo muerto. Es uno de los pasajes más conmovedores en la literatura del mundo, y no me disculpo por citarlo, según la admirable traducción del Sr. Rieu. Arrodillándose ante Aquiles, el matador de su hijo, Príamo dice:
¡Teme a los dioses, Aquiles, y acordándote de tu padre, ten piedad de mí, aunque sea yo más desdichado, puesto que he llegado a hacer algo que ningún mortal ha hecho jamás; llevar a mis labios la mano del hombre que mató a mi hijo!
Así habló Príamo y Aquiles sintió deseos de llorar al recuerdo de su padre y tomando la mano del anciano la apartó de sí suavemente. Afligidos por los recuerdos lloraban ambos. Príamo postrado a los pies de Aquiles, sollozaba amargamente por Héctor, el matador de hombres, y Aquiles gemía por su padre y por Pratoclo; y la tienda resonaba con los lamentos de ambos.
El otro gran poema épico de la Odisea, describe el largo y accidentado retorno del “muy sufrido” Ulises a su patria, después del saqueo de Troya.
En la Odisea nos enteramos también de lo que sucede a algunos de los otros héroes aqueos que aparecen en la Ilíada. Allí nos encontramos con Menelao, de nuevo en su palacio de Esparta, con la arrepentida Helena a su lado, que ya no es la femme fatale, sino la perfecta ama de casa.
...Helena, acompañada de sus damas, bajó de su elevada estancia perfumada, semejante a Artemis con su rueca de oro. Adrasta le acercó una cómoda silla; Alcipe le trajo una alfombra de mullida lana, y Filo le dio el cesto de plata para la labor, obsequio de Alcandra, esposa de Pólibo que vivía en la Tebas Egipcia, donde se encuentran las casas más suntuosamente amuebladas. Pólibo le había dado a Menelao dos bañeras de plata, dos calderones con trípode, y diez talentos de oro, mientras que su mujer, por su parte, le había dado a Helena otros hermosos regalos, entre los que se incluía una rueca de oro y un canastillo de plata con los bordes de oro y que estaba montado sobre una ruedecilla.
Es también en la Odisea donde nos enteramos de lo sucedido a
Agamenón, Rey de Hombres, a su regreso a Micenas. El anciano Néstor, hablando a Telémaco, hijo de Ulises, describe la traición de Egisto, primo de Agamenón, que sedujo a Clitemnestra, la esposa del rey, mientras él se encontraba en Troya.
El toro de Minos. L. Cottrell. Breviarios. Fondo de Cultura Económica. Traducción de Margarita Villegas de Robles. Tercera reimpresión. 1974.