Carta anónima
(Escrita por Servilia, madre de Marco Junio Bruto, a la esposa de César).
Señora:
No es verosímil que el dictador te haya informado aún que la reina de Egipto llegará pronto a Roma con intenciones de hacer una prolongada visita a esta ciudad. Si acaso deseas confirmar esta noticia, no tienes más que visitar tu propia villa del Monte Janículo, y allí, sobre la pendiente más lejana, encontrarás a varios obreros afanados en la construcción de un obelisco y de un templete egipcio.
Importa que dispenses tu atención a tal visita y a sus peligros políticos, porque ya va siendo motivo de irrisión en todo el mundo tu falta de aptitudes para el alto puesto que ocupas, y se murmura que tu comprensión de la política romana no es superior a la de un niño.
Cleopatra, señora, es madre de un hijo de tu esposo. El nombre del niño es Cesarión. La reina lo ha mantenido oculto a las miradas de su corte, pero continuamente difunde el rumor de su divina inteligencia, y de su gran belleza. Sin embargo, la verdad, según fuente autorizada, es que se trata de un idiota que todavía no habla y que apenas camina, a pesar de haber pasado su tercer cumpleaños.
El único propósito de la reina al venir a Roma es legitimar a su hijo y establecer sus derechos a la sucesión en el dominio del mundo. El plan es absurdo, pero la ambición de esta mujer no reconoce límites. Su habilidad para la intriga, su falta de escrúpulos -que no se detuvo ni ante el asesinato de su tío y de su hermano-esposo- y su ascendiente sobre la lujuria de tu marido bastarían para sembrar en el mundo la confusión, aunque no alcanzarán para dominarlo.
No es ésta la primera vez que has sido insultada públicamente por los ostensibles adulterios de tu esposo. Que su capricho lo ciegue ahora al riesgo que esa mujer significa para el orden público no es sino una prueba más de la senilidad que empieza a trascender en su Gobierno. Poco es lo que puedes hacer, señora, tanto en salvaguardia del Estado como en defensa de tu dignidad.
Pero en cualquier caso debes enterarte de que las mujeres de la aristocracia romana se negarán a ser presentadas a esa criminal egipcia y no aparecerán en su corte. Si demostrases una firmeza semejante habrías dado el primer paso para reconquistar el respeto de la ciudad, respeto que has perdido por la forma en que seleccionas a tus amistades y por la ligereza de tu conversación, cosas que ni siquiera tu extrema juventud puede excusar.
THORNTON WILDER. LOS IDUS DE MARZO. EMECÉ EDITORES. ALIANZA EDITORIAL. IMPRESO EN MADRID. ESPAÑA 1974.