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Selección de Emilio Herrera

La guerra de independencia en la Nueva España constituyó una fase del proceso de disolución del imperio español en América. Once largos años de lucha dieron origen a una crisis profunda en el régimen colonial, crisis que se manifestó más vigorosamente en el ramo de la minería, pero que afectó también el tráfico, la agricultura, la industria y la hacienda pública. Sin embargo, a partir de 1818 se inició un proceso de recuperación parcial y esto debido al estado de decadencia del movimiento insurgente durante el período 1818-1820.

Fue en la minería, como se ha dicho, donde los efectos de la guerra de independencia se hicieron sentir de modo más intenso. Numerosas explotaciones mineras tuvieron que suspender sus labores por falta de trabajadores principalmente, ya que muchos de éstos engrosaron las filas del ejército insurgente.

Por otra parte, la ruina de la agricultura, la falta de seguridad de las comunicaciones, la disminución de los recursos necesarios para atender a los gastos de las explotaciones y al aumento de impuestos realizados por el gobierno virreinal para sostener a las fuerzas realistas, hubieron de contribuir a hacer más difícil la situación de la minería durante esa etapa.

Esta situación de crisis económica general provocó inmediatamente el alza de los precios de los instrumentos y artículos empleados en el laboreo de las minas, haciendo particularmente incosteable el beneficio de los minerales de baja ley. La plata en pasta llegó a venderse por menos de su justo val, por lo que muchos mineros se vieron obligados a suspender sus trabajos. Fue la falta de azogue, de hierro y de otros elementos indispensables para el laboreo y beneficio de los minerales, una de las causas más importantes del abandono de muchas explotaciones. Muchos capitales se ausentaron del país a afecto de la guerra y pronto la producción minera sufrió un descenso casi vertical.

Para aliviar la escasez de la moneda en el país tuvo que acudirse al recurso de establecer casas de monedas provisionales en Sombrerete, Guadalajara, Durango, Zacatecas, Chihuahua, Monclova, Catorce, Valladolid y Guanajuato. La escasez de numerario fue provocada por la interrupción de comunicaciones y la disminución del número de convoyes. Durante la guerra se hacían constantemente extracciones clandestinas de monedas por los puertos de San Blas y Tampico.

De 19 millones de pesos que se acuñaron en 1810, la acuñación bajó en 1812 a casi la quinta parte. En 1818, 1819 y 1820, la acuñación de moneda logró elevarse, llegando un poco a más de la mitad de 1810. Aun después de consumada la independencia y muchos años más tarde, la minería no consiguió salir de la crisis en que la guerra de independencia la había colocado.

En efecto, la suspensión del laboreo de las minas más importantes, en los primeros años de la guerra, impidió que en los últimos años pudieran ponerse a trabajar, pues se llenaron de agua, y quedaron destruidas sus máquinas, instrumentos e ingenios para la reducción de los metales. Tanto el gobierno virreinal como los insurgentes habían echado mano de las cajas de rescate, para emplear sus fondos en los gastos de la guerra. Estos fondos, establecidos en las cajas de los minerales, se habían destinado antes a cambiar las platas en pasta por dinero para evitar los inconvenientes de no haber más Casas de Moneda que la de México.

A estos factores de la crisis de la minería se agregaban los impuestos sobre la plata ?... mientras que no sólo subsistían todas las contribuciones sobre la plata y su amonedación -escribe Alamán- sino que se habían sometido al pago de alcabala todos los artículos exentos de ella a favor de la minería, y esta alcabala se había aumentado al doble de lo que era antes de la revolución, habiéndose establecido otros derechos para gastos de guerra.

La decadencia era tal ?continúa- que siendo la plata extraída en Guanajuato durante el quinquenio anterior a la insurrección, por un término medio de 630.000 marcos anuales y el oro 2.200 que importaban ambas partidas $ 5.600.000; en el que corrió de 1814 a 1818, la plata sólo llegó a 240.000 marcos y el oro a 630?. En 1818, la extracción de minerales en Guanajuato se había reducido a la cuarta parte de lo que era antes del principio de la guerra.

Pero sin duda, el factor que más vigorosamente influyó en la crisis de la minería durante esa etapa fue el anhelo de libertad de los trabajadores de las minas que abandonaron éstas para tomar las armas y luchar en contra de un régimen de explotación, tres veces secular. Como sabemos, la vida de los trabajadores mineros era ruda y cruel; los indios eran conducidos en jornadas de 30 a 60 leguas hasta los centros mineros para prestar sus servicios.

En todos los reales de minas había individuos llamados recogedores o lazadores y cuya misión consistía en capturar, generalmente en lugares distantes de las minas, a los trabajadores que huían. En los reales de minas de Guanajuato, los indios ganaban 18 centavos, recibiendo además almud y medio de maíz semanariamente. Esto explica por qué los trabajadores abandonaban las minas para seguir a los caudillos de la insurreción, dejando paralizadas casi totalmente los trabajos de las explotaciones.

AGUSTÍN CUE CÁNOVAS. HISTORIA SOCIAL Y ECONÓMICA DE MÉXICO. 1521?1854. EDITORIAL TRILLAS. MÉXICO 1991.

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