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Selección de Emilio Herrera

Los historiadores del Holocausto tienen parte de la respuesta a la pregunta de ?¿Por qué??, aunque no en su totalidad. A ?¿Cómo?? se llega con mayor facilidad pero incluso aquí las cosas distan de estar resueltas.

En un ensayo de 1954 titulado ?Der Fuhrer?, el escritor Herbert Luethy advertía de que Adolfo Hitler, perverso motor del Holocausto, no debía ser considerado como una fuerza imparable de la naturaleza, un ser elemental que era a la vez humano y más que humano. Hitler no era ni ?natural? ni ?elemental?, según Luethy, sino más bien un hombrecillo con unas pocas convicciones, que ?cayó sobre Europa no desde las estepas (como Atila), sino desde las cloacas de Viena.

Goring, Hess, Himler y el resto de los íntimos de Hitler eran poca cosa también. Grises y abatidos en el banquillo durante los juicios de Nuremberg de 1945-46, fueron descritos por el historiador Irving Kristol como ?insignificantes, descoloridos y superficiales; sin dignidad, fanatismo, odio cerval o la estatura que la maldad a gran escala a menudo confiere. Comparado con John Dillinger, Goring parecía un raterillo cabreado?.

El mismo Hitler era de esta calaña. De corazón frío e incapaz de participar en las alegrías corrientes experimentadas por los demás, Hitler consideraba la vida humana como una inmisericorde y eterna lucha por el poder, el territorio y la dominación racial. Para él las personas eran animales o poco más, y era responsabilidad de la ?raza aria? someter (y de hecho destruir) la amenaza que suponían para Hitler los judíos y otros Untermenschen (subhumanos).

El que no dudara en sacrificar las vidas de millones de alemanes que se habían convertido en entusiastas admiradores suyos prueba la vacuidad monomaniaca de su lucha. El pueblo de su Alemania adoptiva no significaba nada para Hitler salvo el medio para un fin filosóficamente oscuro. ¿Qué podía entonces apartarle del asesinato masivo de millones de judíos?

No se ha descubierto la prueba definitiva, algún documento firmado por Hitler que le implicara directamente en el Holocausto. Sin embargo, no hay muchas dudas de que al igual que el Holocausto no hubiera sido posible sin la larga y vergonzosa tradición antisemita europea, tampoco hubiera tenido lugar sin Hitler y el nacional socialismo. Hitler se consideraba a sí mismo el líder infalible, y durante un tiempo pareció que lo era.

CRÓNICA DEL HOLOCAUSTO. LOUIS WEBER EDITOR DE LA EDICIÓN NORTEAMERICANA. COEDICIÓN: EDIVISIÓN COMPAÑÍA EDITORIAL, S.A. DE C.V. MÉXICO GRUPO EDITORIAL DIANA 2002 EDITORIAL LIBSA.

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