Tal vez en unas horas empiece la guerra contra Iraq. Tal vez ya empezó. O tal vez está empezando mientras escribo estas líneas. El caso es que habrá guerra. Sí habrá guerra a pesar de que los Estados Unidos no contó con el apoyo del Consejo de Seguridad. Habrá guerra a pesar de las miles de manifestaciones de protesta que se dieron en todo el mundo clamando por la paz. Habrá guerra a pesar de que con ella se desacredite el objetivo de las Naciones Unidas. Habrá guerra no obstante Francia, Rusia y China, países miembros permanentes del Consejo de Seguridad que tienen derecho al veto, se oponen completamente. Y habrá guerra ya que aparentemente los únicos chicharrones que sí truenan en este planeta tierra, son los de George W Bush.
Estoy consciente que Bush no es los Estados Unidos, sin embargo, él es su máximo representante. Para los estadounidenses su presidente, no importa de que partido provenga, por el hecho de ser el Primer Mandatario, tiene razón. Le asiste la razón porque él sabe, porque él tiene información a la cual nadie tiene acceso y porque es el presidente del país más poderoso del mundo.
Hasta el momento de escribir estas líneas todavía se ignoraba cuál sería la respuesta de México respecto a que si votaría o no por la guerra. En estos días ha habido algunos intelectuales, pero sobre todo, empresarios que opinan que México sí debe apoyar a los Estados Unidos, ya que temen por las represalias tanto para nuestro país como para nuestros compatriotas que viven del otro lado. Pero también se han publicado muchísimas columnas de analistas políticos, historiadores y escritores, que opinan exactamente lo contrario. No hay duda que la guerra en Iraq ha abierto, una vez más, una vieja herida que existe entre México y los Estados Unidos.
Del otro lado, he allí una expresión muy del norte de nuestro país, que designa a los Estados Unidos y que tiene que ver, precisamente, con nuestra historia y nuestra idiosincrasia. Octavio Paz analiza esta problemática maravillosamente bien en su libro, El Peregrino en su patria. En el capítulo El espejo indiscreto, nos dice que desde que somos niños vemos a ese país como el otro. Un otro que es inseparable de nosotros y que, al mismo tiempo, es radical y esencialmente extraño. Una extrañeza con la que estamos condenados a vivir y que en estos momentos de tantas definiciones, se nos parece la sombra de un gigante. Respecto a lo que nos inspira el otro lado, el poeta habla de una fascinación ambivalente. Así como vivimos a nuestro vecino como un enemigo de nuestra identidad, así mismo se nos ha convertido en un modelo inconfesado de lo que queríamos ser. De ahí que la relación no cambie aunque diga el secretario de Relaciones Exteriores que ahora es de adulto a adulto, sigue siendo como la describe Paz: entre el fuerte y el débil, oscilante entre la indiferencia y el abuso, la mentira y el cinismo.
No es fácil para los mexicanos cargar con tantas ambivalencias en relación a los gringos. Igualmente no es fácil para el gobierno de Fox tomar una determinación digna que deje contentos a todos. Hay muchas cosas de por medio. En primer lugar las diferentes culturas, la memoria, el resentimiento, esta fascinación ambivalente de la que nos habla el poeta, los intereses económicos y los millones de compatriotas que trabajan y viven del otro lado y en condiciones paupérrimas. Hasta la manera de ver el tiempo es distinta entre ellos y nosotros. Mientras que Bush está instalado en el futuro, es decir, en lo que podría hacer Hussein, nosotros vemos la situación actual desde una perspectiva del pasado. Para nosotros el secreto no consiste en llegar antes sino en quedarse donde uno está. Es la oposición entre el viento y la roca. No hablo de ideas filosóficas sino de creencias y estructuras mentales inconscientes; cual quiera que sea nuestra ideología, incluso si se es progresista, nosotros referimos instintivamente el presente al pasado, en tanto que los norteamericanos lo refieren al futuro. Para Paz los trabajadores mexicanos siempre han mostrado una notable incapacidad de inadaptación a la sociedad norteamericana, en ellos el pasado está vivo, dice. Sin embargo es gracias a ellos y a sus tradiciones, y no a los profesionales del antiimperialismo, lo que ha hecho que nuestro país sobreviva.
Ahora bien, para comprender mejor la actitud, especialmente del sector empresarial respecto a que sí debemos de apoyar a los Estados Unidos, Octavio Paz escribió: ...nuestros ricos nunca han hecho realmente suya la ideología liberal; son amigos de los Estados Unidos por razones de interés pero sus verdaderas afinidades morales e intelectuales están con los regímenes autoritarios. Líneas abajo el poeta comenta la simpatía que siempre tuvieron estos ricos por Alemania durante las dos guerras mundiales. Para ejemplificarnos las relaciones de nuestro país con Estados Unidos dependiendo de las diferentes ideologías menciona al general Miramón quien como conservador era enemigo de los gringos. Y a Porfirio Díaz, siendo liberal, siempre estuvo búsqueda de la amistad con los americanos.
Algo en que hace mucho hincapié el premio Nóbel de Literatura, en este texto escrito en junio de 1976, es acerca del aspecto religioso y puritano de los americanos. Todo el mundo sabe que el libro de cabecera de George W Bush es la Biblia y que continuamente está en contacto con los grupos religiosos cristianos. Dice Rafael Fernández de Castro que antes de iniciar su campaña presidencial, Bush se reunió con un grupo de pastores y en la mansión del Gobernador de Texas y mientras todos se estrechaban las manos les dijo que había sido “llamado” a la Presidencia (Reforma 17/3/2003). Es interesante cómo analiza Paz esta mentalidad: La presencia de la ética religiosa protestante transforma un incidente como el de Watergate en un conflicto que toca los fundamentos mismos de la democracia norteamericana. Esos fundamentos no sólo son políticos -el pacto social entre los hombres- sino religiosos; el pacto de los hombres con Dios.
Por último me referiré a un fragmento del capítulo La doble oposición del mismo autor, ya que aunque largo vale la pena transcribirlo porque hace una radiografía perfecta, sobre todo en estos momentos, de la forma en que los Estados Unidos suele relacionarse con el otro. Fieles a sus orígenes, lo mismo en su política interior que exterior, los Estados Unidos siempre han ignorado al otro. En el interior al negro, al chicano o al puertorriqueño; en el exterior a las culturas y sociedades marginales. Hoy los Estados Unidos se enfrentan a enemigos muy poderosos, pero el peligro mortal no está afuera sino dentro: no es Moscú sino esa mezcla de arrogancia y oportunismo, ceguera y maquiavelismo a corto plazo, volubilidad y terquedad, que ha caracterizado su política exterior en los últimos años... Para vencer a sus enemigos, los Estados Unidos tienen primero que vencerse a sí mismos: regresar a sus orígenes. No para repetirlos sino para rectificarlos: el otro y los otros -las minorías del interior y los pueblos y naciones marginales del exterior (como Irak)- existen. ..... No sólo somos la mayoría de la especie sino que cada sociedad marginal, por más pobre que sea, representa una versión única y preciosa de la humanidad.
Para terminar nos preguntamos qué hubiera dicho Octavio Paz respecto a nuestro apoyo a los Estados Unidos, ¿sí o no?. A saber...