Tanto en los Estados Unidos como en México, el tema fiscal ha cobrado gran importancia. Allá, el presidente Bush ha presentado una iniciativa de reformas que, a diferencia de lo que sucede actualmente en nuestro país, si posee gran probabilidad de ser aprobada, ya que cuenta con una mayoría republicana, aunque leve, en el Congreso.
El Partido Demócrata ha acusado a la iniciativa presidencial de ser una medida que favorece a los ricos de aquel país; algunos analistas, por el contrario, señalan su iniciativa como una medida populista. ¿A quien creerle?.
Expliquemos, en base a la información que poseemos, los dos lineamientos básicos de la reforma fiscal del vecino país del norte. En primer lugar, se pretende eliminar el impuesto sobre la renta de todos los dividendos que ganen los accionistas de las empresas norteamericanas. Como ya es de todos conocido, las empresas que cotizan en la Bolsa de Nueva York no han tenido en estos últimos años lo que podría llamarse una etapa de prosperidad; ni siquiera podemos señalarlo como un período estable o de cero crecimiento, sino que ha presentado la caída más grande desde la crisis de 1929. El intento de la administración Bush busca, desde luego, que los inversionistas se sientan atraídos a invertir en la compra de acciones de empresas norteamericanas ya que sus beneficios se verían fuertemente apoyados por la exención impositiva. Con ello, busca proporcionar mayores recursos a las grandes corporaciones para realizar nuevas inversiones y con ello, tratar de impulsar la creación de empleos, talón de Aquiles del actual gobierno norteamericano, que ha logrado sortear la crisis, pero a costa de un mayor desempleo.
En segundo lugar, propone aumentar las deducciones personales a todas las parejas que tengan hijos, lo que hace suponer que se trata de autorizar la deducibilidad de gastos relacionados con la alimentación, salud o educación de los mismos. Con esto, se busca proporcionar ?una mayor cantidad de dinero en los bolsillos de los consumidores?, reforzando con esto las medidas antidepresivas que basan el crecimiento de la economía más en el sector del gasto en consumo, y el mayor gasto gubernamental, sobre todo el militar, ante el retroceso del gasto en inversión privada y el comportamiento del sector externo de la economía.
El plan hasta aquí parece perfecto. Sin embargo, las consecuencias que seguramente tendrá sobre el comportamiento de la economía norteamericana pueden resultar enormemente perjudiciales para nuestro país.
Los primeros comentarios acerca de esta iniciativa, que viene a sumarse al programa de devolución de impuestos impulsado por el gobierno en los últimos dos años, se dejan llevar por el espejismo de que una mayor recuperación de la economía mexicana beneficiará a México al representar una mayor demanda para sus productos en los Estados Unidos. Sin embargo, si esto fuera así, estaríamos admitiendo simultáneamente que, o bien el mayor gasto de los consumidores no se dedicará a la importación de productos extranjeros, supongamos que todos sean mexicanos, con lo cual el beneficio esperado se reduciría a casi nada; o bien, suponemos que una gran proporción de este gasto se dedicará a importar productos extranjeros, supongamos de nueva cuenta, que sean mexicanos, en cuyo caso si impactará benéficamente al inicio, pero se revertirá poco después anunciando un problema económico muy grave para la economía de México y del mundo entero.
Y es que miren ustedes, los Estados Unidos, ahí donde se ven al parecer extremadamente poderosos y con bases muy fuertes, se encuentran en un límite en el que sus cuentas con el exterior presentan un deterioro no visto en los últimos 10 años. Ello ha provocado una devaluación del dólar que sobrepasa el 20% con respecto al euro en los últimos meses. Su déficit fiscal empieza a ser considerable y con la nueva iniciativa amenaza con agravarse aún más. Se acerca el momento en que no se podrá financiar más estos focos rojos de la economía norteamericana y deberán buscarse medidas para atraer hacia los capitales mundiales hacia los mercados estadounidenses. Para ello, se tendrán que subir las tasas de interés. La escasez de capitales que ello significará para los mercados llamados emergentes, entre los cuales se encuentra nuestro país y el aumento en el costo de la deuda externa, aunado al incremento, a su vez, de las tasas de interés en nuestro país, echarán por tierra el programa económico de nuestro gobierno.
Cabe recordar, al llegar aquí, que la década perdida de los 80?s significó para Latinoamérica toda, y en particular para México, una etapa de retroceso económico causado precisamente por el aumento en las tasas de interés de los mercados mundiales, llevadas ahí por la necesidad de financiar el déficit norteamericano. Parece ser, entonces, que cualquier beneficio inicial derivado de una recuperación del crecimiento económico de los Estados Unidos se verá anulado por los efectos contrarios que tendrán los cuantiosos huecos en las cuentas externas y gubernamentales de ese país. No deberíamos estar tan alegres de que nuestro vecino, del cual tan complacientemente dependemos, provoque su crecimiento siguiendo políticas de empobrecimiento del vecino. Es sólo cuestión de tiempo.
E-mail: alfonsoluquin@msn.com