Una gran cantidad de protestas levantó en todo el mundo la ejecución de tres de los once cubanos declarados culpables de haber secuestrado una lancha de pasajeros con la finalidad de viajar a los Estados Unidos y lograr así fugarse de la isla caribeña; mas no por las razones que los opositores al régimen de Fidel Castro esgrimen desde Miami al que acusan de ser un dictador que priva de la libertad y mata a sus enemigos políticos.
En efecto, el veterano opositor Elizardo Sánchez, sostuvo que Cuba volvió a situarse ?contra las corrientes mundiales que piden humanizar los sistemas judiciales?, lo que si bien es cierto no refleja lo inhumano del caso cubano, pues la pena de muerte también existe en algunos estados de la Unión Americana, como es Texas, en donde se ha aplicado a mexicanos que han sido encontrados culpables de homicidio y en ese sentido tanto E.U. como Cuba se encuentran a la par.
Pero lo censurable del caso cubano es que al través de un juicio sumarísimo se dictó la sentencia condenando a los secuestradores a la pena máxima y la misma se ejecutó enseguida, lo que revela una actitud sanguinaria, contraria a los más elementales principios procesales jurídicos y en la cual no se dio margen alguno para que un tribunal de apelación revisara la forma en que se llegó a tan injusta sentencia.
La pena de muerte es la más grave de las sanciones que se puede imponer a alguien considerado como delincuente y es repudiada en muchas partes del mundo, porque torna nugatorio el valor supremo de todo ser humano, que es la vida. Pero además, expone al hombre a un grave riesgo en la medida en que, en caso de existir un error judicial, éste no puede ya ser reparado una vez que se ejecute la sentencia. En eso radica la censura a esa pena.