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PEQUEÑAS ESPECIES / Fiel, hasta morir

M. V. Z. Francisco Núñes González

Esa mañana toda la familia amaneció muy nerviosa, yo no creo haber hecho nada malo, los dos niños con las manos llenas de cosas entraban al dormitorio de los padres, lugar donde tengo prohibido entrar. La pequeña, la más amiga mía, chocó contra mí dos o tres veces. Yo le buscaba los ojos, porque es la mejor manera que tengo de entender a mis amos, los ojos y las manos. El resto del cuerpo ellos lo saben dominar y, si se lo proponen, pueden engañarte y engañarse entre sí; pero las manos y los ojos, no. Sin embargo, esta mañana mi pequeña no me quería mirar. Sólo después de ir detrás de ella mucho tiempo, en aquel vaivén desacostumbrado, me dijo: “Lucky” no me pongas nerviosa. ¿No ves que nos vamos de veraneo, y están los equipajes sin hacer? Pero no me tocó ni me miró.

Yo, para no molestar, me fui a mi rincón, me eché encima de mi manta y me hice el dormido. También a mí me ilusionaba el viaje. Les había oído hablar días y días del mar y de la montaña... Al fin estaría todo el día conmigo mi pequeña, estemos donde estemos, siempre que sea juntos...

Tardaron tres horas en iniciar la marcha, fueron bajando las maletas al coche, la comida olía riquísima. Cuando fueron a cerrar la puerta, eché de menos mi manta. Entré en su busca; me senté sobre ella; pero el papá de mi niña me llamó enfadado ¡“Lucky”, ven acá! Y no tuve más remedio que seguirlo. Mientras bajaba, caí en la cuenta de que, en el lugar al que fuéramos, habría otra manta. Ellos siempre tienen razón. Los padres de mi pequeña, sus dos hermanos y yo, era difícil caber en el carro, tan cargados de bultos; pero estábamos bien, tan apretados todos. Yo me acurruqué en la parte de atrás, bajo los pies de los niños, que por cierto, se peleaban con cualquier pretexto esa mañana, se veían muy nerviosos. Yo sufrí sus patadas con tranquilidad, porque sabía que no iban a durar y porque era el principio de las vacaciones. De pronto, el niño le dio un coscorrón a mi pequeña, yo le lamí en cambio las piernas con cariño; pero ella me dio un manotazo, como si la culpa hubiera sido mía. La miré para ver si sus ojos me decían lo contrario. Ella, prefirió no mirarme.

Cuando ya habíamos perdido de vista la ciudad. Él se orilló a un lado del camino y paró el coche. Los de adelante daban gritos, no se por qué discutían, la mamá de mi pequeña cortó la plática con muy malos modales. Los niños se quedaron callados... él bajó del coche y cerró de un portazo; le dio la vuelta; abrió la puerta del lado de los niños, y me agarró por el collar. Yo no entendí. Quizá quería que hiciese pis, pero yo lo había hecho en el árbol mientras cargaban el equipaje. Me resistí un poco, y él, con mucha irritación y voces, tiró de mí. Me hizo daño en el cuello. Me bajó del coche. Empujó con violencia la puerta, y volvió a sentarse al volante. Oí el ruido del motor. Alcé las manos hacia la ventanilla; me apoyé en el cristal. Detrás de él vi la cara de mi pequeña con los ojos llenos de lágrimas; le temblaban los labios... Arrancó el coche, yo caí de bruces. Corrí tras él, porque no se daban cuenta de que yo no estaba dentro; pero aceleró tanto que tuve que detenerme cuando ya el corazón estaba a punto de estallar... Me aparté, porque otro coche, en dirección contraria, casi me arrolla. Me eché a un lado, a esperar y a mirar, porque estoy seguro de que volverán por mí... Tanto miraba en la dirección donde por última vez los vi, que me distraje, y un coche negro no pudo evitar atropellarme... No ha sido mucho; pero no puedo moverme. Primero porque espero que vuelvan a este mismo sitio en el que me dejaron; segundo, porque no consigo mover esta pata, quizá no fue tan poca cosa el golpe como creía... Me duele la pata y me duele todo... Pronto vendrá mi pequeña y me acariciará y me mirará a los ojos. Los ojos y las manos de mi niña nunca serán capaces de engañarme. Aquí estaré... Si tuviese siquiera un poco de agua; hace tanto calor y tengo tanto sueño... No me puedo dormir. Tengo que estar despierto cuando lleguen... Me siento más solo que nadie en este mundo... Aquí estaré hasta que regresen por mí. Ojalá vengan pronto...

peqesp@hotmail.com

Quiero agradecer por este medio a todas las personas que se toman la molestia de escribir y de hablarme para compartir sus experiencias, historias, poesías y anécdotas de sus mascotas y sobre todo por sus sentimientos tan especiales y por continuar haciendo posible esta columna que comparto con usted cada domingo.

Y que en este año se cumplan todas sus ilusiones y sigan gozando de una buena salud en compañía de su mascota.

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