Esta historia sucedió en León, provincia de España, corría el año de 1991. Nuestra protagonista de la historia es una perrita hija de un Pastor Belga y de una Pudenco Portugués, estaba a punto de tener a su segunda camada, su nombre es “Mura”.
Una mañana el abuelo de José dueño de “Mura”, a quien quería entrañablemente y que siempre había manifestado amor hacia todos los animales del “Señor”, había enfermado de gravedad y debido a su estado de salud, fue ingresado al hospital de la localidad.
Al día siguiente después de haber sido internado el abuelo, “Mura” había tenido una camada de seis hermosos y regordetes cachorros.
La nueva familia se encontraba en perfecto estado de salud, y como la vez anterior que había sido madre se encontraba haciendo las labores cariñosas y responsables de amamantar, limpiar y darles calor a sus crías.
El abuelo se encontraba bastante inquieto, no por su estado de salud, sino por el de “Mura”, no hacía más que preguntar si la perrita ya había parido, que si se encontraban bien todos, que si tenían el alimento suficiente tanto la madre como los cachorros. Dos días después de que el abuelo había ingresado al hospital, no se pudo contener más y mandó a uno de sus hijos para que fuera revisar a “Mura”, porque pensaba que había quedado desatendida, que ella era más importante que él, pues estaba realizando la labor divina de ser madre, y que él ya había realizado su tarea en esta vida, por lo tanto las atenciones debían ser para “Mura”. Le pidió que revisara si tenía el alimento suficiente, el agua fresca, su lugar limpio, porque pensaba que les hacía falta algo. Insistió tanto, que no hubo más remedio que obedecer. Su hijo Germán obedeció al pie de la letra, y encontró en perfecto estado de salud a “Mura” y a sus seis adorados cachorros.
Cuando volvió el hijo del abuelo, después de realizar la tarea encomendada por él, se encontró que el abuelo había fallecido.
Al día siguiente del funeral del abuelo, “Mura” se comportaba de una manera extraña, jamás había abandonado a sus crías, sólo lo necesario y ahora los abandonaba por dos o tres horas diariamente.
Las escapadas de “Mura” fueron constantes y a la misma hora, todo parecía muy extraño, inclusive se le llegó a reprender por dejar a sus crías, que primero estaba su obligación de ser madre que sus paseos vespertinos.
“Mura” sabía que estaba siendo reprendida y sólo metía la cola entre las patas, ella cumplía con sus obligaciones sólo que los paseos estaban antes que sus crías, incluso quería justificar su ausencia, con leves lloriqueos, pero aún Dios no les ha dado el único “don” a los perros que el hombre tiene de más, “el habla”.
Un buen día un amigo de la familia, les dijo que se había encontrado con “Mura” en el cementerio. “Mura” desde el primer día que había sido sepultado el abuelo, jamás dejó de visitarlo, ¿cómo se explican, que “Mura” sabía de la muerte del abuelo, del lugar en que se encontraba sepultado?, hasta la fecha son misterios que tal vez Dios les ha dado el increíble instinto animal, para compensar los otros “atributos” del hombre.
Desde aquel día, en que se dieron cuenta, de la noble “visita” de “Mura” hacia el abuelo, que con su gran amor a los animales se había ganado y que jamás el abuelo permaneció solo, en vez de reñirla, se le abraza y se recibe con cariño...