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Pequeñas especies / Un gran corazón

Afortunadamente todavía existen personas, que al encontrarse una mascota ajena; enferma, herida o abandonada, le prestan atención y cuidados sin esperar alguna retribución a cambio, sólo por evitar el sufrimiento por el que está pasando el pobre animal moribundo. Independientemente de que tengan o no posibilidades económicas, le dan auxilio a la mascota en desgracia.

Recuerdo a un matrimonio de maestros que trabajan en una modesta escuela primaria, que sienten un gran amor hacia los animales y que sufren ellos al ver padecer a una mascota y para evitarlo se hacen cargo de ella hasta que sana.

Son varias las veces que han solicitado de los servicios de un veterinario para atender a perros moribundos o atropellados que se encuentran en las calles, o para la atención de las mascotas de sus alumnos e incluso hasta de ex alumnos que no cuentan con los recursos para pagar una consulta, en ocasiones se han hecho cargo de los gastos de perritos heridos o abandonados sabiendo de antemano quiénes son los propietarios que tienen en el olvido a su mascota.

Hace algún tiempo, me habló por teléfono para atender un perrito que llevaba varios días en la calle sin poder caminar. Conociendo los niños de la enorme calidad humana de su maestro, le informaron sobre un perrito café herido, no dudó ni un instante e inmediatamente me llamó, al trasladarme al lugar donde supuestamente lo encontraría no hallé rastros del animalito, al preguntarle a un comerciante ambulante lo recordó, dijo que llevaba varios días echado y que el día de ayer todavía se encontraba afuera de aquella casa señalando con la mano, busqué alrededor y jamás apareció el perrito café, solamente Dios sabe qué fin tendría ese pobre animal. Al regresar con el maestro a informarle de que ya no se encontraba el animalito, el profesor lamentó no haberse dado cuenta con anticipación y de una manera muy solemne, solicitó el valor de mis honorarios.

Sabiendo de su gran corazón y conociendo los modestos salarios del magisterio, le dije que no era nada, y en efecto no había hecho yo nada por el perrito. Impulsivamente me contestó. ¡No doctor! Su tiempo tiene un valor y además lo distraje de sus ocupaciones, al darse cuenta que yo no aceptaría el pago, con la elegancia de un aristócrata, me dice, acepte usted únicamente una gratificación sobre los gastos que generaron su traslado, ya que no está recibiendo el pago de sus honorarios, además no sería digno de mi parte volver a solicitar de sus servicios si no percibe una remuneración y le agradezco de todo corazón que haya atendido mi llamado.

Personas como éstas nos dejan un legado de lecciones; de fe, porque tienen la esperanza de levantar al moribundo; de magnanimidad, por su gran generosidad hacia los animales; de humildad, pues son anónimos y no buscan una recompensa.

Las personas que aman a los animales, son personas que aman al prójimo y las que aman al prójimo tienen el mágico “don” de contar con un “gran corazón”.

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