A todo mundo le gusta la seguridad. Todo mundo, incluso, se conformará con menos si lo siente seguro. Ya lo dice el dicho: “Más vale pájaro en mano que ciento volando”. “Seguro se está cuando no se tiene temor ni a los inconvenientes del momento ni al desenlace de la empresa”, como decía Cicerón en los tiempos de César y de Catalina.
Y la verdad es que los nuestros dan la impresión de que no se sabe a dónde se nos conduce, por eso es adecuada la pregunta: ¿A dónde vamos, Señor Fox? Se queja nuestro Señor Presidente de que no se le apoya, no se le respalda, no se le sigue; pero, tampoco dice él claramente por qué y, sobre todo, para qué hemos de hacer lo que él pide; en qué va a beneficiarnos ello como pueblo. Si ésta hubiera sido su política, la de hablar claro desde el principio, muchas son las cosas que a estas alturas hubiera logrado hacer y estuvieran a la vista. Pero, hasta ahora el tiempo se le ha ido en ir de un lado a otro, sin haber conseguido algo suficientemente visible ni en uno ni en otro lado.
No se le va a negar que en ese tiempo mucho nos ha descubierto de lo que los otros nos ocultaban, particularmente de sus sinvergüenzadas, que suponíamos pero nadie nos confirmaba. Sin embargo, para maldita la cosa que eso ha servido, pues a nadie se ha castigado, ya que, de una manera o de otra, todos se le han ido de la mano a la justicia. Entonces, ¿qué?
En tales condiciones, ¿qué camiseta nos ponemos? Por supuesto, la de México. Pero, ¿cuál México? ¿El de Díaz Ordaz? ¿El de Echeverría? ¿El de Zedillo? ¿El suyo? Sabemos del de aquéllos, y por no querer seguir siéndolos es que el señor Fox es lo que es, aunque a veces parece que no quiere ser, o que de ello quiere tomar sólo lo que le gusta, permaneciendo indiferente a lo que no.
A los mexicanos nos gustaría que alzara de una vez “su voz a la mitad del foro” y nos dijera: “Compatriotas -o mexicanos, o como mande y guste-: Vamos a hacer esto, o lo otro, de México, (algo concreto). Síganme”. Y ya vería la respuesta. Pero, el tiempo pasa y no se resuelve, como que no se decide a hacerlo. Y nosotros, que no cabe duda de que somos pacientes, nos estamos impacientando. Y ahora que su canciller, al que nunca pudo dominar, le renunció y un economista le substituye en Relaciones Exteriores, igual que hacían los otros, que eran tan sorprendentes que todos servían para todo, la pregunta toma más fuerza: ¿Hacia dónde vamos, Señor Fox?
Seguramente vamos a llegar a alguna parte. Siempre se llega a alguna parte, pero, cuando se viaja con alguien siempre es bueno saber a dónde se va. Como que hay más confianza en el andar, una confianza que hace fácil, en esos días difíciles, cuando el viaje parece alargarse, y el humor se pone áspero, preguntar al compañero: ¿Me soportas, o te soporto?
Estamos ya caminando el tercer año, y como que no vamos juntos. Y esto se debe, más que nada, a eso: a que no sabemos claramente hacia dónde vamos. Estamos confusos porque de acuerdo a sus declaraciones, unas veces parece decir que hacia la derecha y otras que a la izquierda. Con lo fácil que sería si nuestro Señor Presidente contestara la pregunta sobre el rumbo que llevamos. En su campaña parecía buscar la grandeza de México, pero, al parecer, en los dos años pasados, en algún sitio equivocó las señales y, por donde vamos, no queda.