Si es cierto, como llegó a observar Séneca, que los alumnos aprenden más por los ejemplos que reciben de sus profesores que por las teorías que los mismos les imparten, muchos de los nuestros están perdidos.
Según nos enteramos a través de frecuentes noticias, muchos de los profesores de las escuelas oficiales constantemente abandonan sus aulas para cumplir comisiones especiales de su sindicato, o por permisos que nunca se les niegan para ir a hacer política en la capital, o sencillamente por asiduas ausencias inexplicables o puentes que se alargan a como dé lugar.
Aprender estas marrullerías no es algo que les vaya a servir de mucho a sus alumnos, a menos que a su tiempo decidan ser maestros como los que han tenido, lo que al final será dañino para ellos en lo particular y para México en general, porque ni ellos obtendrán jamás en este país los grandes sueldos en que últimamente comienzan a soñar, ni la República los buenos maestros que necesita para que la enseñanza en México sea la que se necesita para garantizar la prosperidad futura de nuestro país.
Nos faltan tantas escuelas que es raro que entre nosotros a fin de año escolar no salgan aprobados todos los estudiantes; sus lugares son necesarios para los miles que los exigen, y así es difícil que se descubran a los malos profesores, que se ocultan en esa necesidad, pues todos sus alumnos pasan, como también resulta difícil que se exalte a los buenos profesores, ya que si todos los alumnos pasan ello quiere decir que todos sus profesores son iguales de buenos.
Hubo aquí un tiempo en que teníamos muy buenas orquestas musicales, que incluso salían fuera de la ciudad a competir con otras de otros estados, además de ser las únicas que se contrataban para nuestros mejores clubes sociales. Entonces apareció un sindicato de músicos en el que todos los grupos musicales tenían que inscribirse, y a partir de entonces todas los centros sociales estaban obligados a contratar por lista a todas las orquestas existentes, buenas, regulares o malas, con el resultado de que, por un tiempo, dejamos de tener buenas orquestas, porque, además a todas les pagaban igual.
Cuentan que en alguna parte durante cierto tiempo los habitantes pagaban a sus médicos una mensualidad en tanto estaban sanos, misma que suspendían si se enfermaban, así que sus doctores los cuidaban con gran dedicación para mantenerlos ciento por ciento sanos. Lástima que algo parecido no se pueda hacer con los profesores para comprobar mensualmente si sus educandos van aprovechando el tiempo o lo desperdician, particularmente por sus ausencias, independientemente de su capacidad para enseñar, porque esa es otra: Algunos profesores saben al dedillo su materia, pero carecen de paciencia y capacidad para comunicarla a sus alumnos. El magisterio es una vocación y, particularmente los profesores jóvenes si no la tienen, se perjudicarían menos a sí mismos y a sus alumnos, y con ello a México, si aceptaran haberse equivocado y se dedicaran a otra cosa.