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Pequeñeces/Nada se quiere sin haberse conocido

Emilio Herrera

Los votantes, como se dice, brillaron por su ausencia en las últimas elecciones. Esto, sin embargo, no sorprendió a nadie. Era algo que se esperaba y los únicos que se mostraron confusos por ello fueron los candidatos, particularmente los que perdieron y protestan por tales resultados, en lugar de irse discretamente a sus casas y no seguir haciendo el ridículo.

Lo ocurrido es una buena lección para aprender por los que quieran, de verdad, seguir seriamente en política: El pueblo no quiere a los que le son impuestos (ya los probó mucho tiempo), pero tampoco a los que no conoce.

Si a los hombres en general se les conoce por sus hechos, a los políticos, con más razón: sus hechos, hablan por ellos. Querer dar a conocer a un político a punta de dinero resulta mucho muy caro y las más de las veces se gastan todo el que tienen, o de alguna manera les desaparece, sin lograr su objetivo. Por eso, sus hechos tienen que venir antes como un heraldo que va anunciando lo que es capaz de hacer y lo que se puede esperar, o no esperar de él. No basta, ni será nunca suficiente que vaya por allí diciendo lo perverso o corrupto que ha sido o sea su rival.

Es moderno eso de sacarse candidatos de las mangas, o de los bolsillos. Antes se sacaban de donde usted puede imaginarse y se imponían, pero, eso se acabó. Ahora se nombran y tienen que seguir a su propio riesgo. Por eso así les va a algunos, a los que se maravillan, a los que se sorprenden de resultados negativos, obvios para los demás. La que acaba de terminar es la lección. Si se quiere seguir la carrera política, que es como es cualquiera otra, según dijimos, hay que comenzar acumulando hechos y ascendiendo, al mismo tiempo que aprendiendo, ya no tanto marrullerías sino virtudes. Si el aspirante no es capaz de recordar a quienes un día le dieron una mano, sencillamente no sirve para político, aunque algunos le digan lo contrario; la fidelidad es el pedestal de todo gran político.

Con sólo esto y una entrega total para hacer bien las comisiones primarias y la buena disposición para caminar mil pasos con el que lo invite a caminar con él cien, tiene para comenzar y seguir y hacer que le vayan conociendo, hasta lograr que a su paso digan: ¡Allí va Fulano! Y no como ahora que, unos días antes, sobre algunos candidatos todavía muchos se preguntaba quiénes eran y qué habían hecho para merecer la distinción del fuero.

Luego localizar en sí toda la humildad posible para no creer que ser candidato lo magnifica y convierte en parte del Olimpo, o al menos en un embrión de futuro dios de nuestra política.

Dar la mano con naturalidad, la sonrisa con honradez y la palabra en público, apoyada en los hechos y con franqueza, es promesa de aspirar a ser un buen político.

Esperamos que en una próxima ocasión por allí vayan los que los diversos partidos nos propongan.

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