El Siglo-AEE
México, DF.- La debilidad económica fue la característica distintiva del balance reportado durante la primera mitad de 2003, y el desempleo se convirtió en el factor de incertidumbre en la trayectoria de los indicadores macro, al advertirse que por lo menos tres millones 298 mil personas se situaron en un esquema de condiciones críticas de ocupación.
En tan sólo cinco meses, este indicador que toma en cuenta a la población que por razones de mercado labora más de 35 horas semanales y percibe ingresos inferiores al salario mínimo, se elevó de 7.66 por ciento a principios de año, a 8.50 por ciento durante mayo, como relación de la población ocupada en el sector formal de la economía. Ello permite advertir que aún no se observan signos de una reactivación más firme en el empleo, que logre revertir el empobrecimiento de la población de menores ingresos.
Una investigación basada en información del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) y de la Secretaría de Hacienda, revela que la cantidad de trabajadores permanentes y eventuales urbanos muestra un comportamiento contrastante.
Mientras el empleo eventual mostró un crecimiento de cuatro por ciento anual en mayo pasado, la cantidad de empleos permanentes resintió una reducción de 0.58 por ciento.
Asimismo, el flujo de personas que se incorpora a la informalidad se ha incrementado en el último año, al mostrarse un mercado laboral hermético para brindar mayores oportunidades de empleo a quienes se incorporan por primera vez en la búsqueda de plazas formales.
Dentro de la informalidad participa el 28.5 por ciento de la población empleada, lo que representa la ocupación de 11 millones de personas.
Frente a la debilidad en la creación de nuevos puestos de trabajo, se agrega un fenómeno estructural que no se ha logrado abatir, ya que en los primeros cinco meses del año el poder adquisitivo del salario mínimo registró un retroceso de 0.71 por ciento, respecto a igual periodo de 2002.
Lo anterior se pudo observar en el Índice de Confianza del Consumidor del INEGI, el cual mostró una reducción de 2.1 por ciento en mayo de 2003 como resultado de la difícil situación económica que todavía prevalece en las familias, ya que se mantienen renuentes a adquirir bienes de consumo duradero.
En cuanto al crecimiento del Producto Interno Bruto, éste mostró una tasa de 2.3 por ciento real anual en el primer trimestre del año, aumento que obedeció a la presencia del factor estacional, ya que la Semana Santa se reportó en marzo del presente año.
La inflación es otra de las variables macro de mayor relevancia, en la cual se registró una deflación, o inflación negativa, en mayo y la primera quincena de junio. Por ahora, la tasa anualizada de inflación asciende a 4.70 por ciento anual.
La desinversión y el estancamiento generaron los principales contrastes en la economía real, y han diluido el compromiso gubernamental de alcanzar un elevado crecimiento económico, ya que éste seguirá atado al comportamiento de la inversión.
La inversión fija bruta no será el motor de crecimiento, debido a que reportó un estancamiento durante el primer trimestre del año, al avanzar sólo 0.6 por ciento real, respecto a igual periodo de 2002.
El menor flujo de inversiones en el país está afectando al aparato productivo, lo que ha generado un efecto multiplicador sobre la ocupación formal.
Tan sólo dentro de la industria manufacturera se obtuvieron datos desalentadores en materia de empleo, ya que éste reportó una caída de 0.5 por ciento anual hasta la primera quincena de mayo.
El sector de las manufacturas no logró sostener la caída de la demanda externa, principalmente del mercado estadounidense, por lo que las empresas del ramo enfrentan dificultades financieras para continuar produciendo, debido a la menor demanda externa de sus principales clientes en el exterior.
Además, aunque en marzo la inversión fija bruta creció a una tasa de 5.6 por ciento anual —por efectos de estacionalidad por haberse registrado en ese mes la Semana Santa— al acumular el comportamiento de este indicador durante el primer trimestre se advierte que prevalece un panorama poco alentador en materia de inversiones en el país. Tan sólo baste mencionar que los gastos en maquinaria y equipo de origen nacional se redujeron 0.2 por ciento anual.
La dependencia económica de México con Estados Unidos ha generado efectos a escala sobre la empresas exportadoras, que se han visto forzadas a reducir su capacidad de producción ante la caída en la demanda externa.