Un recorrido y las voces de vecinos constatan la existencia de mataderos clandestinos
MATAMOROS, COAH.- Los mataderos clandestinos siguen operando de manera impune en este municipio. Mientras, las autoridades municipales y la Secretaría de Salud se “echan la bolita” y se responsabilizan mutuamente.
El alcalde, Felipe Medina Cervantes, declaró hace unas semanas que él conocía las ubicaciones de estos clandestinos y se comprometió a denunciarlos. El titular de Regulación Sanitaria dijo que este departamento únicamente verifica los rastros establecidos. Ambos dijeron que dentro de sus responsabilidades no está la de vigilar la operación de estos mataderos.
El Siglo de Torreón realizó una investigación para tratar de ubicar los mataderos clandestinos que operan en este municipio, tomando como base la denuncia pública y los datos proporcionados por un ex funcionario de la Secretaría de Salud.
Para corroborar los datos aportados por el ex burócrata, se realiza un recorrido por la colonia Miguel Hidalgo, ahí es muy sencillo localizar el matadero, pues todos los vecinos que son cuestionados señalan de inmediato la propiedad de Antonio Velásquez Quistián, alias “La Changa”.
Primero se cuestiona a una mujer que barre en las afueras de una tienda ubicada en la avenida Tercera, “aquí a la vuelta en un portón blanco”, contesta la tendera. Unos niños que escuchan se entrometen en la plática, “¿es el rastro de tú papá?” le pregunta uno al otro. “Sí”, contesta muy sonriente el niño.
En la calle Lerdo de Tejada se aborda a un señor que pinta una manta para la Dirección de Tránsito y Vialidad, también a un ciclista y a otra ama de casa, la respuesta siempre es la misma, “allá en la última calle dé vuelta y en un portón blanco está el rastro de ‘La Changa’ ”.
Una vez que se logra establecer la exacta ubicación del matadero, se recorre la calle Lerdo de Tejada hasta llegar a la avenida Cuarta, ahí se vira a la izquierda y a media cuadra se aprecia que varios sujetos están recargados en una camioneta blanca mientras otras personas abren un portón blanco para permitir que una camioneta de redilas entre a la finca de reversa.
Al voltear al interior del domicilio se puede apreciar que varios sujetos trabajan destazando una vaca que cuelga de unas cadenas que están sujetas a una estructura de madera. Evidentemente se trata de un rastro clandestino.
Todos los sujetos calzan botas de carnicero de color blanco, además sus ropas están manchadas de sangre. Una vez que la camioneta de redilas entra a la finca el portón se vuelve a cerrar. “La Changa” se queda afuera del rastro clandestino platicando con el introductor de ganado que asea la caja de su vehículo para colocar la carne que le sería entregada minutos después.
Indudablemente en esta ilícita actividad están involucrados algunos vecinos y familiares de “La Changa”, quienes están alertas para detectar y delatar a cualquier persona sospechosa.
El reportero recorre los alrededores de este matadero clandestino durante la mañana del viernes y del sábado, algunos niños que juegan en los extremos de la avenida Cuarta se percatan de las cámaras fotográficas y de inmediato corren para tocar el portón y alertar a los adultos que sacrifican las reses.
Desde ese momento, los adultos actúan con muchas precauciones: al entrar y salir abren la puerta con mucho cuidado para evitar que se vea lo que hay en el interior, varias camionetas llegan y se retiran del lugar en pocos minutos, los vecinos salen de sus domicilios y les dan indicaciones a los niños que presurosos llevan el recado a las personas que están en el matadero.
Brote de sangre
Cabe mencionar que este rastro clandestino se encuentra a cuatro cuadras de distancia de la calle Pabellón y avenida Acuña en la colonia José Ayup. El sábado 18 de octubre de 2003, en este crucero se colapsó la red de drenaje y los vecinos denunciaron que el problema era originado por los rastros clandestinos que trabajan en los alrededores de este punto.
Ese mismo día brotó sangre de la alcantarilla colapsada y este acontecimiento vino a reforzar la versión de los vecinos. Aunque El Siglo de Torreón denunció públicamente este hecho, ninguna autoridad ha intervenido para detectar los rastros clandestinos que operan impunemente.
Entrevistado vía telefónica, en esa ocasión (18 de octubre), el alcalde, Felipe Medina Cervantes, aseguró que los rastros clandestinos tenían una “autorización provisional” para trabajar porque el rastro municipal estaba cerrado por remodelación.
Al día siguiente (19 de octubre), el jefe de la Jurisdicción Sanitaria número VI, César del Bosque Garza y el jefe de Regulación Sanitaria, Eduardo Cortés Delgadillo, declararon: “Es totalmente falso, nosotros no hemos dado ningún permiso para que se realice ese tipo de matanzas”.
Ante estas declaraciones, Medina Cervantes no tuvo más remedio que retractarse y días después reconoció que no existía tal permiso y se comprometió a denunciar la ubicación de los rastros clandestinos porque aseguró que él sabía exactamente dónde operaban.
Sospechas y acusaciones
A mes y medio de estos hechos, todo sigue igual. Las autoridades no coordinan sus esfuerzos y los rastros clandestinos siguen operando impunemente, aunque hay quienes aseguran que los inspectores de la Secretaría de Salud y el propio Alcalde reciben dádivas para hacerse de la “vista gorda”.
“Nosotros nos hemos dado cuenta que al rastro de ‘La Changa’ vienen por su ‘moche’ las patrullas de la Policía Estatal, las de Seguridad Pública Municipal y hasta la Secretaría de Salud, por eso sigue trabajando como si nada y nosotros no ganamos nada con denunciar porque las autoridades reciben una lana por no hacer nada”, dice un vecino de la colonia José Ayup, entrevistado en la calle Pabellón.
“Ese rastro tiene más de cinco años trabajando y todo mundo sabe, es obvio que ‘La Changa’ les da dinero a todos los funcionarios para que lo dejen matar ‘bachanes’ o entonces ¿por qué nadie le hace nada?” dice el vecino, quien asegura que este rastro tiene mucha demanda. “Se me hace que viene más gente que al propio rastro municipal”.
Relaciones
Algo que resulta curioso sobre este matadero clandestino es la supuesta relación de amistad que une al alcalde, Felipe Medina Cervantes y Antonio Velásquez Quistián, alias “La Changa”, quien durante los primeros ocho meses de la actual administración municipal ocupó el cargo de director de Alcoholes, puesto que abandonó después de tener problemas con Javier Medina, hermano del Edil.
Un funcionario municipal que solicita el anonimato informa lo anterior y asegura incluso que los problemas entre “La Changa” y Javier Medina se iniciaron porque este último le quiso subir las “cuotas” para dejarlo trabajar.
“Tenían sus tranzas, Antonio estaba ‘mochando’ a los vendedores clandestinos de cerveza y además tenía su matadero, por eso Javier le pidió más dinero y empezaron a tener problemas, me enteré que las broncas llegaron hasta Saltillo y allá los arreglaron, el acuerdo fue que Antonio se retiraba de la Dirección de Alcoholes y que lo iban a dejar trabajar en su matadero sin molestarlo, a Javier lo dejaron que pusiera a alguien de su confianza en Alcoholes”, dice el funcionario, quien en repetidas ocasiones insistió en el anonimato para conservar su fuente de empleo, “si Javier se entera me corre”, recalca.
Se lavan las manos
Entrevistado vía telefónica, el jefe del departamento de Regulación Sanitaria, Eduardo Cortés Delgadillo, niega que los inspectores de esta dependencia acudan a este matadero para pedir “mordidas”.
“Eso es mentira, por lo siguiente: en el departamento tengo una sola camioneta que está asignada a Salud Ambiental, ni siquiera tenemos camionetas, quisiera tener vehículos para hacer los recorridos”, dice en un tono molesto.
El funcionario dice que este departamento se encarga únicamente de inspeccionar la estructura sanitaria de los rastros establecidos y que están dados de alta ante la Secretaría de Salud. Agrega que nunca ha recibido ninguna queja por el funcionamiento del matadero de “La Changa”.
Al igual que en entrevistas anteriores, Cortés Delgadillo se lava las manos y dice que la vigilancia es competencia del Municipio. “Nuestra función es verificar a los establecidos, al Municipio es al primero que violan, porque el rastro es parte de los servicios públicos que ellos deben vigilar”.
El jefe de Regulación Sanitaria es cuestionado sobre el funcionamiento del rastro de cabritos del ejido El Olivo, municipio de Matamoros, al respecto contesta que este matadero solicitó su baja del padrón hace aproximadamente tres meses.
“El propietario solicitó su baja por incosteabilidad económica, en este momento está dado de baja y no debe estar operando”, dice el funcionario estatal.
La burla
El Siglo de Torreón realiza un recorrido por el ejido El Olivo en donde se puede constatar que el rastro de cabritos sigue operando. Al llegar a este sitio, un sujeto se aproxima para preguntar el motivo de la visita. Al cuestionarle si contaba con el permiso para operar, contesta que todo está en regla y que su patrón Fernando Pérez tiene el permiso, “pero se acaba de ir y dejó cerrada la oficina”, dice el sujeto.
El lugar se encuentra en condiciones antihigiénicas y sobre una caja de camioneta hay un montón de vísceras que sirven de bocadillo a cientos de moscas, el encargado cierra la puerta del rastro para impedir que se sigan tomando fotografías.
De pronto se aproxima la unidad 4323 de la Policía Preventiva del Estado que es conducida por el comandante Humberto Esquivel Tamez, quien desde el pasado lunes es el responsable del destacamento de este municipio.
“Vine a dar un recorrido porque mis elementos me informaron que había un rastro clandestino”, dice el jefe policíaco, quien reconoce la gravedad de esta ilícita actividad y asegura que hace seis años combatió los mataderos clandestinos cuando era el responsable del destacamento de El Manantial.
“Hice varios aseguramientos y los puse a disposición de la autoridad competente pero no pasó nada, siguen trabajando, la Secretaría de Salud sabe dónde están y no les hace nada”, dice Esquivel Tamez, quien no descarta la posibilidad de que los agentes de esta corporación reciban dádivas de los matanceros.
El comandante de la Policía Estatal asegura que implementará un operativo que en los próximos días dará resultados positivos, “yo no me puedo meter al local, pero sí los podemos ‘atorar’ cuando vayan en la carretera y les vamos a decomisar la carne”.
Problema a la vista
El funcionamiento de los mataderos clandestinos es un problema ampliamente conocido por las autoridades, el alcalde, Felipe Medina Cervantes, aseguró que él conocía las ubicaciones de algunos “rastros” y aunque se comprometió a denunciarlo no ha cumplido su promesa.
La secretaria de Salud en el Estado, Bertha Cristina Castellanos y Patricia Grado Falcón, subsecreta-ria de Regulación Sanitaria, conocen de esta problemática. Hace algunas semanas, cuando comparecieron ante el Congreso del Estado, varios diputados las cuestionaron sobre la supuesta protección que los clandestinos reciben del Alcalde matamorense.
César Alejandro del Bosque Garza, jefe de la Jurisdicción Sanitaria número VI, que abarca Torreón, Matamoros y Viesca, su subalterno, Eduardo Cortés Delgadillo, tienen antecedentes de este problema y aunque reconocen que esa situación existe aseguran que es muy difícil ubicar los mataderos clandestinos.
Del Bosque Garza y Cortés Delgadillo niegan que los inspectores de la Secretaría de Salud brinden protección a los propietarios de los mataderos clandestinos, “eso es imposible, yo meto las manos al fuego por mi gente, por los de la Estatal y por los de Seguridad Pública no, pero por mi gente sí”, dice el jefe de la Jurisdicción Sanitaria, quien reconoce que esta actividad continúa gracias a que alguna autoridad brinda protección.
“Alguien los está encubriendo, pero que los vecinos denuncien y nosotros llegamos hasta donde se tenga que llegar, no tenemos necesidad de encubrir a nadie”, agrega Del Bosque Garza.
Ahora hay una pregunta que deben responder las autoridades involucradas en esta problemática, ¿Cuál es el destino final de la carne que se obtiene en las matanzas clandestinas? Cortés Delgadillo contesta: “no toda la carne de “bachán” es de mala calidad, normativamente se considera que no es apta para el consumo humano, pero puede estar buena, mala o excelente, aunque no deja de ser un riesgo...”.
Aquí puro “bachán”
Durante el recorrido por la colonia Miguel Hidalgo, el representante de El Siglo de Torreón dialoga con uno de los empleados del matadero clandestino propiedad de “La Changa”. El matancero, de aproximadamente 55 años, viste pantalón café, playera blanca con un estampado y chamarra azul con rojo y una cachucha verde y calzaba unos tenis manchados con sangre.
Son aproximadamente las 11:30 horas cuando el matancero se retira a su domicilio después de una jornada de trabajo. En la esquina de la avenida Cuarta y calle Lerdo de Tejada, fue abordado:
Disculpe ¿no sabe dónde hay un rastro por aquí?
—Sí, ahí a media cuadra en el portón blanco—, contesta mientras voltea para señalar la finca.
Me mandó un amigo que es veterinario, mi patrón tiene unos animalitos y quiere conseguir dónde los maten, ¿quién es el dueño?
—“La Changa”—, responde el empleado.
¿Sabe cuánto cobra por cada animal?, es que mi amigo me dijo que preguntara muy a la sorda (discretamente) porque había bronca.
—No, la verdad no sé cuánto cobra, pero hable con él para ver si arreglan—, dice el matancero y empieza a desconfiar. Agrega: “pero aquí se atienden puras ‘urgencias’, nada más matamos puros ‘bachanes’ ” Luego lanza una pregunta: “¿quién es su patrón?”.
Pancho, del ejido La Unión, los animales están enfermos, por eso no encontramos dónde matarlos (se contesta a la pregunta del matancero). De inmediato se le cuestiona: ¿Oiga, pero ¿le ponen sellos a la carne para que no haya bronca con la Secretaría de Salud?
—No, aquí no tenemos sellos, pero si no tiene dónde vender la carne nosotros podemos conseguir que se la compren en algunas carnicerías, ¿cuántos animales tiene?— pregunta algo interesado el empleado de “La Changa”.
Son diez y están enfermos, ya sabemos que no los van aceptar en el rastro, por eso nos recomendaron que viniéramos a buscar a “La Changa”.
—Hable con él, de seguro que se arreglan, ahí está, si quiere llegar de una vez.
No, mejor voy por mi patrón para que él se venga a arreglar directamente.
—Ándele pues, como usted quiera—, dice el empleado de “La Changa” mientras continúa su camino.