El 26 de enero de 1979 llegó el Papa Juan Pablo II, a la Ciudad de México, y lo primero que hizo Su Santidad fue arrodillarse y besar el suelo. El presidente José López Portillo y su esposa acudieron a darle la bienvenida. El presidente recibió al Papa en la residencia oficial de Los Pinos.
El Papa hizo un recorrido por el Zócalo y otras avenidas, donde el pueblo se volcó multitudinariamente para verlo de cerca, ya que era la primera vez que un Sumo Pontífice visitaba nuestro país.
López Portillo escribió en su diario el mismo día 26 de enero citado, lo que sigue: “Llegó hace unas horas el Papa. Resolví recibirlo. Me llegué a la Nuncy. Brevemente le di la bienvenida: Le desee que su misión de paz, concordia y esfuerzo por la justicia tuviera éxito y lo dejé en manos de las jerarquías y fieles de su iglesia. Parece que ha sido tremendo el recibimiento. Desde luego y como era de esperarse, la gente que no pudo entrar a la misa de la Catedral, se desbandó por el Zócalo. Ya veo los partidos solicitar acceso al Zócalo, hasta ahora vedado a todo acto que no sea cívico.
Antes de la llegada del Papa, evaluación del sector industrial y de Pemex. Bien. En esa hora el Papa llegará a Los Pinos. Desde luego se producirán muchos ataques, algunos en mi contra. Era interesante abrirle esta opción al pueblo. En fin, hay mucho qué decir y meditar en torno a este asunto”.
El Papa estuvo en México del 26 al 31 de enero de 1979, y el presidente López Portillo escribió en su diario los días 29 y 30 de enero, lo que sigue:
“Va para tres días que está el Papa en México. Hace un momento vi los ritos de Oaxaca, disimulados por la televisión comercial con vistas de iglesias y alrededor.
Aquí en Los Pinos platiqué una hora con él. Se empeñó en hacerlo en español. Le expliqué México, me explicó Polonia. Es anticomunista y muy en línea tradicional, aunque filosóficamente se declara existencialista. Siente el peso y transición de la historia y está muy conciente del misterio, al que respeta. Cuestiona el derecho a imponer la fe por la fuerza, como todo patrón cultural. Está consciente del problema de la miseria. Lucha por la justicia en la Tierra, aunque pide conformidad a los desposeídos. Reunión interesante. Acompañado de un intérprete innecesario y empeñado en pensar por el Papa.
Es un político que quiere ubicar a la iglesia en la historia moderna, sin caer en una buena iglesia. Tipo sanguíneo, física e intelectualmente poderosos, firme, decidido y sin vacilaciones. En fin, un Papa distinto, moderno, aunque tradicional, que sin duda la va a armar en la iglesia”.