En una revista de circulación nacional el 18 de julio de 1991 aparece la nota de la recepción del presidente de México Carlos Salinas de Gortari por el Papa Juan Pablo II, en el Vaticano y dice:
“En el salón Consistorial del Vaticano se encontraron dos hombres cuya concepción de la convivencia internacional coincide plenamente en los principios de la libertad, pero convencidos igualmente de que la historia ha impuesto también preceptos inamovibles... Carlos Salinas de Gortari y Juan Pablo II, en una reunión que duró unos cuantos minutos...”.
“¡Viva el Presidente! ¡Viva el Papa!”. En las ancestrales construcciones que componen el Estado Vaticano, sobre todo en la plaza y en la Basílica de San Marcos, desde temprana hora los visitantes acuden por cientos; algunos orillándose más por la fe y otros por la mera curiosidad de conocer la sede de la Santa Iglesia.
“Allí le aguardaban 13 Caballeros de Colón y de la Cruz de Malta, vestidos de riguroso smoking. La temperatura ambiental empezaba a aumentar conforme se acercaban las once horas... El presidente de la República saludó a los Caballeros, uno por uno, para posteriormente dirigirse al interior del edificio, ahí fue conducido hasta la sala San Pedro y San Pablo, donde llegó casi al mismo tiempo en que el Papa entraba al salón. En esta área, cuyo techo tiene adornos de oro puro y donde se encuentran distribuidas las estatuas de los Apóstoles San Lucas, San Marcos, San Pedro y San Pablo, ya le aguardaban Arzobispos mexicanos, además de la comitiva oficial.
El Papa y el presidente tras estrechar con efusión sus manos, se encaminaron hacia la biblioteca Papal, cinco minutos después fueron alcanzados por los miembros de la comitiva, entre los que se encontraban Jaime Serra Puche, Pedro Joaquín Coldwell, Fernando Solana, José Córdova Montoya, Pedro Aspe Armella, además de empresarios e intelectuales mexicanos que acompañaron al mandatario durante toda su gira por Europa.
Transcurrieron alrededor de 45 minutos antes de que el presidente y el Papa se trasladaran al salón Consistorial, donde ambos tomaron asiento. El Sumo Pontífice fue el primero en emitir su discurso, después el jefe de Estado mexicano. En otro de los salones, en el Clementina, se escuchaban las palabras de Su Santidad y de Salinas de Gortari, a través de una bocina”.