A riesgo de ser considerado un misógino trasnochado, un ascético intolerante o, en el último de los casos, un misántropo calamitoso, no veo cómo puedo rehuir el hacer un comentario acerca de que los hombres pensamos, de si el país está o no preparado para ser gobernado por una mujer.
En la inauguración del seminario Mujer, Liderazgo y Poder, que tuvo lugar dentro de los festejos por el 60 aniversario de la Universidad Iberoamericana, la presidenta de la fundación Vamos México, Marta Sahagún de Fox, alertó con estas aladas palabras “que nadie dude que varias mujeres han puesto la mira en esa posición (la Presidencia de la República) y que están trabajando en silencio y de manera cautelosa para lograrlo”. No es creíble que después que ha logrado aparecer en los foros políticos como una posibilidad para el 2006 no se haya dado cuenta de que este país está dispuesto a votar por una mujer que se presente como candidata de alguno de los partidos políticos.
Lo que se rechaza es que la sucesión pudiera darse en el seno de la familia gobernante saliente, cualquiera que ésta fuese, no sólo la actual. No hay ningún obstáculo para que una señora, con las dotes y cualidades necesarias, haga su aparición en el escenario político. Hasta pienso que sería deseable.
Agregó: “No sabemos quién es, dónde trabaja, ni cuál es su origen. Probablemente esté aquí en este mismo foro o tal vez fue convocada y no pudo asistir, lo que sí sabemos es que llegará y sabrá actuar con un gran sentido de justicia y equidad”.
Es lícito, perfectamente viable, insisto el que una dama sea la abanderada de un partido político en busca de la Presidencia. No creo que haya nadie que en sus cabales se opusiera a que una mujer gobierne este país. Lo que suena raro al oído es que sepa que sabrá actuar con justicia y equidad, a menos que Marta estuviera hablando de Marta. Esto es, ¿cómo sabe lo que sabe si es que no se está refiriendo a su propia persona? Hay mujeres muy valiosas que han hecho su entrada en la política teniendo gran capacidad para ocupar aun el cargo más honroso a que puede aspirar un mexicano o una mexicana. Lo que sería reprochable es que el único título que se mostrara para aspirar a ser candidata es, dicen los malquerientes, el ser esposa de Fox.
Dejemos constancia de que sus ambiciones, que por lo visto sí las tiene, son válidas y muy respetables, el único reparo es quizá que su protagonismo va dirigido a crear una línea sucesoria propia de una monarquía.
De todo lo anterior el lector podrá sacar la conclusión de que no hay ningún mito, que sea consecuencia de que los varones padezcamos de un delirio de persecución contra el sexo opuesto. Lo que debemos aceptar es que en el dicho de la señora Sahagún hay valentía pues no dudó en mencionar que la futura mandataria estaba presente en la sala.
Luego, sin falsos remilgos, hizo un retrato a su medida de cómo actuará la futura presidenta. A pesar de que en diversas ocasiones ha dejado claro que no será aspirante, la verdad es que no quita el dedo del renglón. A ese propósito está por concretar una reunión con la senadora Hillary Clinton. De ser así, dicen algunos, es evidente que, a pesar de que dice lo contrario, lo que se ve es que anda picando piedra, como se dice en la jerga política. No quiere darse cuenta de que eso se llamaría nepotismo, que se da cuando el gobernante piensa que sólo sus parientes o amigos están capacitados para ocupar un puesto público. En la antigüedad se decía del favor que disfrutaban, con ciertos papás, sus sobrinos y allegados; por lo que se hablaba, verbigracia, de un cardenal nepote.
¿Habrá aquí una presidenta nepote surgida del nepotismo de su marido? En eso sí no puedo asegurar que el país otorgue su anuencia, sea mujer o dígase de un hombre.
En conclusión, quienes alientan las aspiraciones de la interfecta, incitándola a seguir, no quieren que abra los ojos manteniéndola encandilada con la idea de que las encuestas están a su favor. Que no se dé cuenta que carece de luz propia, por lo que una vez que se apaguen los reflectores, que todo Presidente enciende con su sola presencia, el resplandor que alcanza a rodear a su consorte tenderá a extinguirse, pues es un reflejo que le llega de rebote. Los que la animan saben su cuento, mantenerla soñando puede acarrearles, júrelo usted, buenos y substanciosos beneficios. Alguien me dijo no estar de acuerdo por que, opinó, sería una reelección. En sentido estricto no lo es, le repliqué. Lo sería si quien mandara en Los Pinos fuera la señora o ella decidiera el rumbo de la nación. Que no es el caso, dije, ¿o sí?