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MÉXICO, D.F.- El cardenal Norberto Rivera Carrera puso en manos de San Juan Diego el destino del país, al pedirle que interceda por el progreso de México y de su población.
Al celebrar en la Basílica de Guadalupe el primer aniversario de la canonización de Juan Diego, a nombre de las 56 etnias del país, el otomí Agustín Martínez clamó desde el altar reconocimiento a estos grupos indígenas.
En una ceremonia religiosa con tintes indígenas y encabezados por el cardenal Rivera Carrera, quien se dijo representante del sentir indígena, Agustín Martínez pidió: "¡no nos olviden!, tómennos en cuenta!".
Ante el jerarca católico y el nuncio Guiseppe Bertello, dijo que los diez millones de indígenas son humillados y rechazados y argumentó que "no somos payasos, no somos grupos folklóricos, no estamos aquí para divertir a nadie, somos representantes de una antigua tradición".
Al cardenal Rivera Carrera y a los obispos, miembros del Cabildo Guadalupano, les aclaró que "cuando encendemos nuestros ahumadores, cuando elevamos nuestros estandartes, cuando cantamos nuestros caracoles, nuestros atecocolis, nuestros tambores, ahí va una oración por el pueblo de México y por la dignificación de nuestras naciones".
Agustín Martínez agradeció a la jerarquía católica que por fin los indígenas sean tomados en cuenta y que su liturgia autóctona sea aceptada.
Ante cientos de feligreses que llenaron el templo mariano más grande de América, también agradeció al resto de la población, aunque "nos llamen indios".
La ceremonia musicalizada por el sonido de los caracoles y cascabeles que portaban cerca de un centenar de indígenas fue presidida por Rivera Carrera, quien durante la homilía habló sobre el legado de Juan Diego al unir dos razas completamente opuestas.
"San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, primer santo indígena americano, fue protagonista y fiel portador de ese máximo regalo que nos otorgó el amor divino: el acontecimiento guadalupano que vino a convertirse en el puente de unión entre la cultura india y la española, entre dos pueblos que habían estado enfrentados unos contra otros", dijo.
La homilía no fue leída en su totalidad por el cardenal Rivera Carrera y en la parte final del texto omitió el clamor indígena, ante los abrojos de las injusticias, la aridez y el polvo de la corrupción y entre las piedras y la desolación de las falsedades.
En el texto completo, también dejó de lado la demanda que menciona sobre la justicia y la paz a los pueblos indios.
Rivera Carrera clamó al santo indígena por la salud del Papa Juan Pablo II y por el progreso del continente americano, en particular por el pueblo mexicano.
Hizo un reconocimiento al indígena, quien dijo que como mensajero de la Virgen de Guadalupe fue el instrumento para el nacimiento de la Iglesia mexicana y de una patria mestiza, así como la unidad de dos razas enemigas.