Madrid, (EFE).- Gonzalo Díaz, un ciudadano de Madrid que hace nueve meses se sometió a una operación quirúrgica de reducción de estómago para rebajar sus 209 kilos, ya ha perdido 80 y sigue "luchando" por que un día la báscula señale sus tan ansiados 90 kilos, aunque para ello no pueda comer todo lo que quisiera para saciar su apetito.
A escasos días de cumplir 45 años, Gonzalo, en declaraciones, se mostró "muy satisfecho" de poder acudir, "como cualquier persona", a unos grandes almacenes para adquirir su vestuario, pese a que la etiqueta de sus camisas marquen "una 12 en talla supergrande".
"Que yo me pudiera comprar la ropa en un comercio era algo impensable hace un año", cuando pesaba 209 kilos y su madre, gran costurera, le hacía los "trapitos" a medida, los mismos que la mujer tuvo que "achicar" tras la reducción de estómago que se le practicó en septiembre de 2002 en el hospital Gregorio Marañón, en la capital de España.
La pérdida de kilos (80 en nueve meses) ha supuesto "mucho sufrimiento", reconoció Gonzalo, pues el régimen alimenticio que debe llevar "no me quita el muchísimo hambre que tengo".
Un café y dos galletas en el desayuno; una pieza de fruta de cien gramos a media mañana; doscientos gramos de verdura y un filete en el almuerzo; otra pieza de fruta en la merienda; y pescado en la cena, conforman el "estricto" régimen al que cada día debe enfrentarse y "mentalizarme de que, por mucho que coma, no me lleno".
Gonzalo, padre de tres hijos y abuelo de una niña de tres años, se pesa cada día en una farmacia próxima a la tienda de comestibles que posee y ha animado a "muchas personas" que padecen obesidad a que se operen, pero, "eso sí, explicándoles que no es una operación de gusto, sino comprometida y difícil".
Pasará el verano en Madrid, pero confía en que el próximo año pueda darse un baño en una playa y echarse la siesta en una tumbona sin necesidad "de que cuatro personas tengan que ayudarme luego a levantar, como ocurría antes".