“Ni la campana, ni el libro ni la vela me apartarán, cuando el oro y la plata me invitan a entrar.” Shakespeare (Rey Juan)
La guerra de Iraq ha generado una oleada de antiamericanismo entre muchos mexicanos. Nuestros políticos han hecho especial desplante de esta actitud: no hay nada más fácil que cuestionar a Estados Unidos para aparentar independencia.
La verdad, sin embargo, es que no tiene sentido que nuestros políticos hablen de independencia cuando han construido un sistema monetario basado en el dólar. El peso mexicano es, como la enorme mayoría de las divisas del mundo, un simple papel impreso cuyo valor se sustenta sólo en la confianza de la gente. Pero esta confianza se sostiene a su vez en la que se le tiene a otro papel impreso, sólo que en tinta verde, que es el dólar de los Estados Unidos.
El peso mexicano no tiene más valor que el que le otorgan las reservas internacionales del Banco de México. Si éste no tuviera acumulados 50 mil millones de dólares en este momento, nadie le tendría confianza al peso y el sistema monetario nacional se desplomaría. Pero lo curioso del caso es que el dólar tampoco tiene respaldo real. Lo tuvo en el pasado, cuando derivaba su valor de las reservas de oro u otros metales. Pero hoy ya ni siquiera existe esa pretensión. El único valor del dinero “fiduciario” es la confianza.
A Estados Unidos le conviene, por supuesto, que el mundo acepte su dinero de papel. Los cientos de miles de millones de dólares en reservas acumulados por distintos países constituyen préstamos sin intereses -o a muy bajo interés-que los gobiernos le otorgan a los Estados Unidos. Los demás países del mundo tenemos que entregar productos de valor real, como petróleo o plata, a cambio de esos papeles impresos, que hoy muchas veces se reducen a simples registros electrónicos entre bancos.
Hay gente que se preocupa de que el actual sistema monetario internacional esté construido como un castillo de naipes sin cimientos reales. De ahí ha surgido un movimiento para reestablecer un sistema monetario internacional con bases reales de valor.
El Congreso del estado de Nevada, por ejemplo, recibió este pasado 24 de marzo una iniciativa para emitir monedas de plata por valor de 50 millones de dólares. En México la Asociación Cívica Mexicana Pro Plata A.C. ha sostenido desde hace tiempo la necesidad de darle a nuestro país una moneda de plata que cuando menos funcione en paralelo con el actual peso de papel. La idea es aprovechar la onza libertad, de la cual existen 20 millones de piezas en circulación, para introducir en nuestro país una moneda real cuyo valor se sostenga con el tiempo y permita el ahorro duradero.
En el siglo XIX, a pesar de los vaivenes políticos del país, el peso mexicano fue la moneda fuerte de Norteamérica porque tenía un respaldo de plata. Esta fortaleza se desplomó cuando los gobiernos revolucionarios empezaron a introducir papel moneda sin respaldo. El deterioro cíclico del ahorro de los mexicanos, producto de la inflación y las devaluaciones, ha sido una consecuencia directa de la falta de una moneda fuerte en nuestro país.
El Senado mexicano aprobó unánimemente el pasado mes de marzo algunas modificaciones a la Ley Monetaria que supuestamente permitirían darle capacidad de pago a las monedas metálicas. La propia iniciativa, sin embargo, restringe el “poder liberatorio” de estas monedas “al valor de cien piezas de cada denominación en un mismo pago”. No hay obligatoriedad, por otra parte, para que el Banco de México emita monedas de plata que permitan el ahorro e intercambio con dinero de valor real. En otras palabras, la iniciativa es excesivamente débil. Pero no deja de ser significativo que los senadores hayan sentido la necesidad de buscar en las monedas metálicas un sustento más sólido y menos dependiente de Estados Unidos para nuestro sistema monetario.
Es verdad que el dinero basado en patrones metálicos ha tenido problemas en el pasado. En economía no hay sistema perfecto. Pero más problemas ha ocasionado el papel moneda. De momento Estados Unidos, por su pujanza económica, ha logrado convencer al mundo de que acepte su papel moneda como si tuviera valor intrínseco. Pero la historia nos dice que, tarde o temprano, cuando el dinero no tiene un soporte real, pierde su valor y acaba con los ahorros de quienes confiaron en él.
CONSECUENCIAS
¿Quién dijo que la guerra no nos afectaría? Uno a uno todos los economistas disminuyen sus proyecciones sobre el crecimiento de la economía mexicana para este año como consecuencia de la guerra en Iraq. El banco estadounidense J.P. Morgan la colocó ayer en 2.1 por ciento contra el tres por ciento calculado por el gobierno.
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