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Plaza Pública/Colima priista

Miguel Ángel Granados Chapa

El profesor Gustavo Vázquez Montes será gobernador de Colima. Fue elegido el seis de julio, pero los comicios fueron anulados por la injerencia de su protector, el entonces titular del Ejecutivo, Fernando Moreno Peña. Anteayer fue elegido de nuevo, sin que ahora se pueda reproducir el argumento de entonces, pues está en el cargo que asumirá Vázquez Montes el último día de este año, un interino que no osó comportarse como su antecesor y antiguo jefe.

Aunque la oposición creció de una elección a otra en mayor proporción que el número de votos por el PRI y sus aliados, ese aumento no fue suficiente para frenar al partido tricolor. Vázquez Montes obtuvo su constancia de mayoría, hace cinco meses con poco menos de 84 mil votos, contra poco más de 69 mil alcanzados por su principal oponente entonces, Enrique Michel de Acción Nacional. Ahora, la coalición opositora se alzó hasta 96 mil votos, casi treinta mil más que en julio, pero la alianza del PRI llegó a casi 104 mil. La diferencia en esta segunda elección fue mucho menor, ocho mil, respecto de los comicios anteriores unos quince mil. Pero fue suficiente para que Vázquez Montes y Moreno Peña obtuvieran la gubernatura.

No hay obsecación y ni siquiera terquedad o pereza analítica al insistir en que el triunfo del próximo gobernador fue gestado por el anterior. Vázquez Montes tiene, por lo que se ve, una influencia notoria en su comarca natal, Tecomán. Pero la construcción de su espacio estatal hubiera sido imposible sin el empuje que le proporcionó Moreno Peña, en etapas inmediatamente anteriores de la carrera de Vázquez Montes y en especial en los tres momentos que lo condujeron a la gubernatura: la liza interna en el PRI y los dos procesos constitucionales subsecuentes. En este último fue menos notoria su participación, pues ya no era gobernador, pero no fue menos determinante. Hasta se diría que se ufanó de ella al vestir de rojo, como lo hicieron los integrantes de los piquetes, los grupos intimidantes que, llamados “la marea roja”, se han hecho presentes en otras jornadas electorales en el país y en este caso se desplegaron con tanto colorido como eficacia.

Será preciso examinar, política y jurídicamente, el grado y el modo en que la presión externa indujo a los colimenses a votar por el PRI. Y también la medida en que un gobierno autoritario y represivo consiguió buenos resultados para la mayoría de los colimeneses. Distamos de suponer que todo voto por el PRI es fruto del clientelismo, de la intimidación, de la conveniencia o de la desaprensión. Al contrario, estamos persuadidos de que un priismo realmente existente se vigoriza con un buen gobierno. Sólo es preciso establecer la frontera entre el voto inducido o forzado y el emitido en libertad.

Luego de la anulación de los comicios Vázquez Montes fue ungido automáticamente candidato de nuevo. Así ocurrió a Manuel Andrade en Tabasco, ante una anulación semejante. Y es que si Roberto Madrazo en su entidad, como Moreno Peña en la suya, habían roto los límites para imponer a su candidato, resultaba impensable que dieran marcha atrás ante el leve inconveniente de la invalidación de los comicios. En ambos casos el apoyo ilegal que fue considerado base de la anulación dejó su lugar a otras modalidades, cuyo alcance y efecto será preciso delimitar.

Vázquez Montes se hizo acompañar esta vez por el Partido Verde y el del Trabajo, que contribuyeron escasamente con votos, pero impidieron que el PRI diera la apariencia de aislamiento. Los opositores, en cambio, desde el momento mismo de la anulación comprendieron que su responsabilidad obligaba a la actuación en conjunto. Y así lo hicieron. No obstante las coyunturas que en el ámbito federal, especialmente en el parlamentario, distancian a esos partidos, los dirigentes del PAN y el PRD supieron considerar la situación específica de Colima y trabajaron en torno a una sola candidatura, que lógicamente debía ser la de un miembro de Acción Nacional, por ser la mejor posicionada. Michel aceptó que después de dos presentaciones ante las urnas (en 1997 y 2003) era pertinente dejar el paso a un aspirante de refresco, y la coalición (a la que se sumó un partido local, Asociación por la Democracia en Colima) hizo su candidato al diputado Antonio Morales de la Peña. Apenas en julio había ganado su curul por mayoría en el primero de los dos distritos de la entidad, con amplia ventaja, y era vicepresidente de la mesa directiva en San Lázaro. De haber ganado, y dada la postulación de Amalia García al gobierno de Zacatecas, por el PRD, la Cámara se hubiera visto obligada a elegir nuevos vicepresidentes. Pero para infortunio de Morales de la Peña y de la sociedad colimense, volverá a su curul en San Lázaro y no gobernará a sus paisanos.

Quien sí lo hará se afilió inmediatamente, o reconoció su filiación, a la causa de Elba Ester Gordillo, quien lo llamó sin tardanza para congratularse de que haya a partir del primero de enero próximo un gobernador perteneciente al magisterio. Ella y la fórmula de financiamiento con que el SNTE sirve a sus miembros, cualquiera que sea su partido, cuando se postulan a un cargo de elección popular, contaron entre los factores de que se valió el profesor para estimular el voto en Tecomán, de donde es oriundo, y de ese modo revertir la tendencia ganadora de la coalición opositora. De modo que, aunque el mapa es tan cambiante en la misma medida en que los gobernadores son veleidosos, anótese uno más entre los elbistas.

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