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Plaza pública/Paradojas regias

Miguel Ángel Granados Chapa

Fernando Elizondo Barragán no pudo alcanzar la candidatura de su partido, Acción Nacional, a la gubernatura del estado de Nuevo León, hace dos meses, y sin embargo reemplazará al ahora secretario de Economía, su tocayo Canales Clariond, que renunció a su cargo el viernes pasado. Esa es una de las paradojas de su designación por el Congreso estatal, en la coyuntura del primer reajuste ministerial del Presidente Fox.

Desde hace una semana Elizondo Barragán estaba al tanto de su posibilidad de ser escogido. Cuando arreciaron las conjeturas sobre la renuncia de Canales Clariond (pues el lunes seis de enero participó en una reunión en que todo mundo supo que se trató su tránsito al gabinete federal), el ahora gobernador interino reconoció que se le había consultado y él había aceptado cubrir los nueve meses que faltan para la conclusión del periodo constitucional del renunciante. El trámite se prolongó pero las previsiones fueron cumplidas cabalmente.

Es también paradójico que Elizondo Barragán llegue, por efectos de una renuncia, a un cargo del que su padre se apartó antes de cumplir cuatro años de gestión. Eduardo Elizondo Lozano, que había sido consejero de las empresas del entonces llamado Grupo Monterrey, y tesorero del gobierno de Raúl Livas (cargo que también desempeñaría después su hijo), fue elegido sin oposición gobernador en julio de 1967. Dimitió en junio de 1971, cuando el presidente Echeverría lo presionó para modificar una ley orgánica universitaria que a juicio de estudiantes se rebelaron contra ella y contra la reducción del presupuesto a esa institución, acciones que juzgaron contrarias a la autonomía. Se inició de ese modo el deterioro de la relación de Echeverría con los grupos dirigentes de Monterrey, que cayó a su punto más bajo a raíz del asesinato de Eugenio Garza Sada, en septiembre de 1973.

Como signo de los tiempos y a diferencia de su padre, que fue priísta, Fernando Elizondo ingresó al Partido Acción Nacional, donde ha tenido una breve trayectoria. La tuvo en mayor medida en el sector privado de la entidad. Se graduó de licenciado en derecho en la Universidad local, poco antes de que se iniciara el conflicto en que su padre resultó derrotado por Echeverría. De 1970 a 1971 estudió una maestría en el Instituto Interamericano de Derecho de la Universidad de Nueva York, y al volver se incorporó al despacho jurídico al que también su padre había vuelto tras su ingrata experiencia política. Practicó la abogacía hasta 1978, cuando imprimió un viraje a su actividad profesional: cursó una maestría en administración de empresas con especialidad en finanzas, en el Tecnológico de Monterrey, a partir de lo cual ingresó a corporaciones de gran tamaño y tradición en el estado.

De 1979 a 1986 desempeñó varios cargos ejecutivos en el Grupo Alfa, y luego pasó a la coordinación de los organismos empresariales regiomontanos. En 1995, el grupo Salinas y Rocha lo designó presidente ejecutivo con el propósito de emprender una restructuración financiera y administrativa. Dado el privilegiado lugar que hoy ocupa Ricardo Salinas Pliego —miembro de la familia propietaria de esa empresa— en las decisiones políticas federales, no sería extraño que este dato del curriculum del ahora gobernador haya sido determinante para su designación: todo tiene que ver con todo.

Formalmente, las razones para elevarlo a la gubernatura tienen que ver con su posición en el partido gobernante y con su desempeño en el gobierno que ahora encabezará. Fue secretario de finanzas de Canales Clariond y consiguió reducir la deuda pública del estado de 11,113 millones de pesos a 8,250. Por otro lado, era el panista con mayor dimensión política y en disponibilidad para el interinato. Conforme a una buena lógica aplicada en el último decenio, en que se han producido movimientos de este género, las legislaturas locales convienen en designar gobernadores interinos pertenecientes al mismo partido del que se va, a fin de no traicionar crudamente la voluntad presunta o realmente expresada en las urnas. Así ocurrió en Morelos e Hidalgo, donde los priístas Jorge Carrillo Olea y Jesús Murillo Karam fueron reemplazados por sus correligionarios Jorge Morales y Humberto Lugo Gil. Y ocurrió así también en Baja California, donde a la muerte de Héctor Terán fue nombrado el también panista Alejandro González Alcocer.

Con mucha anticipación, desde marzo del año pasado, Elizondo Barragán había renunciado al manejo de las finanzas estatales, para buscar la postulación a la gubernatura. Aunque no resultó tan desairado en su pretensión como su compañero de gabinete José Luis Coindreau (que apenas reunió unos cuatrocientos votos), Elizondo Barragán quedó muy por debajo del ex senador Mauricio Fernández. Éste obtuvo 3,515 votos, el 56.49 por ciento del total, mientras que el ahora gobernador se quedó en menos de la mitad: 1,294 votos, el 20.30 por ciento.

Paradójicamente, Fernández puede no llegar a la gubernatura mientras que Elizondo Barragán ya la alcanzó, así sea durante nueve meses y no seis años. Desde esa precaria posición era, sin embargo, el segundo panista más votado y por esa y otras razones el PAN lo impulsó al reemplazo de Canales Clariond. Las otras razones son sus vínculos bien probados con los poderes que antes con cierta discreción y ahora sin embozo toman en Nuevo León las principales decisiones, no sólo las que conciernen a sus empresas, como es legítimo, sino también las de alcance político general.

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