Los forasteros vienen y en seguida notan lo que nuestros políticos nunca ven, o sólo ven durante sus campañas políticas para olvidarse de ella en cuanto ganan o pierden, acaso porque allí ha estado siempre dedicada a crecer, particularmente en los últimos años. Me refiero a la pobreza que, nomás llegar vio el director general del Fondo Monetario Horst Kolher. Ojalá y nuestro señor Presidente haga caso al comentario y consejo de este señor que de esa misa se sabe misa y media, porque lo que es a sus compatriotas, acerca de este asunto, nos pone oídos de mercader.
Desde que comenzó su sexenio, seguramente no ha pasado mes en que alguien no le llame la atención sobre esta cuestión y la necesidad de crear empleos, ya sea en mesas redondas, conferencias, radio, televisión o prensa y nuestro señor Presidente sigue como quien oye llover y no se moja.
Haga obras, compadre, dicen que le decía Don Porfirio a uno de sus compadres. El consejo es válido aunque no por los motivos que aquel gobernante se lo daba a su gobernador; es bueno porque hacer obras es crear empleos. Y tan bueno es, que hasta podría perdonarse que un intermediario ganara “algo” si con ello obtenía empleos, en las obras que se crearan y acometieran para hacerlo posible, un solo millón de los tres que hay de desempleados sin la menor esperanza por ahora de obtenerlo un día. Pero, siendo tremenda esa pobreza que de un vistazo descubrió el señor Kolher en nuestras calles, no sólo ella nos entristece y desanima. Tenemos otras. Otra de ellas es nuestra pobreza política. No hay más que ver a los candidatos que andan en estas semanas dándole el último estirón -estirón más de centavos que de simpatías– a sus candidaturas para padres de la patria, algunos de ellos muy jóvenes, pero, han de ser unos genios. Dios lo permita.
Hace unos años los mexicanos teníamos fuera de la capital dos ciudades que nos entusiasmaban por su empuje: Guadalajara y Monterrey. La primera como que se nos ha caído, así que fuera de México sólo Monterrey viene dando hoy el kilo en cuestión de obras y trabajo. En Monterrey se viene construyendo para el progreso y todas las ciudades del país debieran tomarla como ejemplo, en lugar de sólo construir por necesidades urgentes. Pero, faltan gobernantes, presidentes municipales que quieran a sus ciudades como los regiomontanos a la suya; que tengan audacia, que no sean cuentachiles; que sepan hablar con sus gobernados con proyectos en las manos y sean capaces de entusiasmarlos para invertir cada vez más en su propia ciudad, en lugar de obstaculizar las proposiciones que algunos les hacen o pudieran hacerles.
Tenemos, señor Kolher, como ve, más pobrezas que la que usted vio: pero, ésta, que empieza desde arriba de ánimos apocados, que no se animan a hacer obras, acaso porque no tienen el dinero necesario, pero, ¡cuántas cosas en el mundo se han hecho sin el dinero en la mano?
En esta ciudad, por ejemplo, el Centro ha sufrido más de lo que hubiera padecido de tener el estacionamiento de cuya necesidad se habló por primera vez en una de mis columnas desde el año 1972. Así toman las cosas todos nuestros políticos, con calma. Sé que algún día se va a hacer y por eso alguna vez dije que no me moriría sin ver un estacionamiento en el centro. Hoy (Hoy fue el viernes próximo pasado) tengo que pedirles que se den prisa en hacerlo, porque acabo de ver en nuestro diario la noticia de la muerte de Gregory Peck, enterándome de que le llevo un mes de edad. Treinta y un años de espera son suficientes. ¿No les parece?