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Por qué EUA no es un país exitoso/Los días, los hombres, las ideas

Francisco José Amparán

Primero que nada, permítaseme ponerme al corriente con la correspondencia: algunos lectores reclamaron airadamente que, en mi recuento sobre los paseos automovilísticos dominicales de Torreón, no haya incluido el que se realizaba en la avenida Madrid de la colonia San Isidro. Ello tiene una doble explicación: esa promenade ya no le tocó a un servidor, ocurriendo cuando éste ya era persona honorable y madura (¿?); además, su vida (la del paseo, no la de un servidor, que yerba mala nunca muere) fue de corta duración, dado que los paterfamilias del rumbo no sólo protestaron por el ruido y los borlotes, sino que recurrieron a medidas francamente medievales: poner cadenas para cerrar la vía y que los chiquillos no fatigaran el asfalto ni los nervios de los adultos.

Ello no sólo acabó con el paseo, sino que también produjo no pocos accidentados (incluso uno fatal) cuando despistados paseantes topaban con las cadenas en las tinieblas de la noche.

Otro lector, Antonio García Aguiñaga, me comunica que tras exhaustiva investigación determinó que la pieza de tango que bailan Al Pacino y Gabrielle Anwar en “Aroma de mujer”, cinta que recomendara hace algunos domingos, se llama “Por una cabeza”. Como buen tango, cuenta la tragedia de un fulano que se queda sin un quinto cuando el caballo al que le había apostado pierde la carrera (ya lo adivinaron) por una cabeza. Siempre se aprende algo nuevo cada día.

Y otros lectores trataron de denostarme por cómo criticaba a quienes copian el American Way of Life, siendo que Estados Unidos constituye, desde su punto de vista, precisamente “una de las sociedades más exitosas de la historia”.

Si ustedes se acuerdan, el domingo pasado en esa clasificación incluí únicamente a la canadiense y las escandinavas. Quizá haya otras, pero no me desdigo. Pienso que la norteamericana dista mucho de ser una sociedad exitosa. Y por tanto, el andarla copiando no tiene mucho mérito. Especialmente si lo que de ella se absorbe son sus lacras y defectos, no sus virtudes y ejemplos.

Para centrar la discusión, sin duda lo primero que debemos hacer es determinar qué rayos constituye una sociedad exitosa, qué es el éxito en el contexto de una nación. ¿Las medallas olímpicas de oro? ¿El PIB per cápita? ¿El número de repeticiones semanales de “Friends”? ¿La población económicamente activa? ¿La recaudación total de “Terminator 3”? Aquí nos encontramos con uno de esos conceptos en los que cada quién tiene una definición muy clara, pero que rara vez coincide con la del vecino. Así pues, procederemos a buscarle los pelos de dónde agarrar a esa esquiva idea que es el éxito.

En un imán para refrigerador que conseguí no sé dónde (creo que en un kiosco de Vancouver), se incluye una buena definición: “Reír mucho y con frecuencia; ganarse el respeto de la gente inteligente y el afecto de los niños; merecer el aprecio de los críticos honestos y soportar la traición de los falsos amigos; apreciar la belleza, hallar lo mejor en los demás; dejar el mundo un poco mejor, ya sea con un niño saludable, ya sea con un pequeño jardín. Saber que una sola vida ha respirado con mayor facilidad porque uno ha vivido... ¡eso es tener éxito!”.

El párrafo está firmado con un escueto “Emerson”, que suponemos es el poeta Ralph Waldo Emerson. Si lo releen, verán que es una bella cápsula condensada, pero no nos ayuda mucho en el asunto que nos ocupa. Ningún país que yo conozca ríe mucho ni con frecuencia. Hay sociedades notoriamente socarronas, como la alemana y con finísimo sentido del humor, como la británica; pero de ahí a que se la pasen carcajeándose a mandíbula batiente... y el afecto de los niños ya no lo obtiene ni Disneylandia.

No, como que son otros los parámetros que debemos utilizar para esta cuestión. Aquí les van algunos que considero deberíamos tener en cuenta:

Una medida indudable del éxito de una sociedad lo constituye el nivel de bienestar que alcanza su población y lo parejo que está distribuido. De esa pata cojea muy feo EUA. Algo así como una quinta parte de los norteamericanos viven debajo de la línea de pobreza y su distribución del ingreso es la más desigual de cualquier país avanzado. Si todavía existen niños desnutridos en los ghettos urbanos y en las zonas rurales de Tennessee y Arkansas; si el 20% más pobre de la población no gana sino el 5% del Producto Interno Bruto, hay algo que anda sumamente mal.

Sin duda Estados Unidos es en estos momentos el país más rico de la historia humana; pero no, por ese lado no.

Ahora que esa riqueza está no sólo mal distribuida, sino pésimamente aprovechada. EUA podría olvidarse del terrorismo (o al menos desentenderse en buena medida) si no necesitara el petróleo de fuera de sus fronteras. La invasión de Iraq, cada vez le resulta más claro a todo el mundo, fue para asegurar el suministro de hidrocarburos de esa zona. Lo más razonable sería entonces disminuir en lo posible la importación de energéticos, depender menos del exterior.

¿Qué hacen los americanos? Se pelean por comprar SUV’s (Sport Utility Vehicles, las camionetotas pues, Luis), virtuales tanques de guerra que consumen gasolina como desesperados (y que, en manos femeninas, son auténticas Armas de Destrucción Masiva). En lugar de desarrollar nuevas máquinas y procesos más económicos, desperdician recursos y dinero a manos llenas de la manera más irresponsable. Y luego tienen que andar bombardeando países situados al otro lado del mundo para que las damas causen pavor en las carreteras propias.

Si construir y manejar esos mamotretos (¡y soltárselos a las señoras!), con todo lo que conlleva, les parece característica de una sociedad exitosa, entonces tenemos dos visiones totalmente distintas.

Otro factor a considerar para determinar si una sociedad tiene éxito, lo constituye la ausencia de actos violentos en la vida cotidiana. Y en eso Estados Unidos difícilmente puede ser ejemplo para nadie. Cada día, en promedio, en su territorio hay el mismo número de muertos por bala... que durante la Guerra de Vietnam. Su índice de homicidios llega a ser hasta treinta veces más grande que el de otros países desarrollados. De acuerdo a una proyección reciente, una de cada tres mujeres americanas sufrirá algún tipo de ataque sexual en el transcurso de su vida y la cultura de las armas de fuego hace que estas herramientas de muerte resulten omnipresentes, facilitando el derramamiento de sangre y la proliferación de muertitos por quítame acá estas pajas.

El magnífico y corrosivo documental de Michael Moore “Bowling for Columbine” (que ganara el Oscar en su categoría este año y provocara un tumulto en la ceremonia, si se acuerdan) retrata de manera perfecta ese cáncer de la sociedad norteamericana. De esa cinta recupero una escena: Moore entrevista a un fanático de la posesión de todo tipo de armas, de los que afirman que todo norteamericano debe tener cuantos rifles y pistolas y bazookas le dé la gana. Este espécimen en particular llega a dormir abrazado de su escopeta y tiene docenas de armas de fuego. Cuando Moore le pregunta si estaría bien que se le permitiera a los particulares poseer armas nucleares, el tipo se queda pensativo un rato y luego responde con toda seriedad: “No, eso sí que no; hay muchos loquitos allá afuera”. El comal le dijo a la olla...

Una sociedad en que un niño de seis años toma un arma de fuego de su casa y mata a una compañerita de cinco en el arenero; o en la que un par de adolescentes con un arsenal sacado de sus hogares masacran a una docena de sus compañeros en la escuela (los dos eventos que motivaron a Moore a realizar el documental) no puede considerarse ya no digamos exitosa; ni siquiera medianamente sana.

Ustedes me dirán que lo ocurrido en Flint, Michigan y Columbine, Colorado, fueron excepciones. Pero como lo revela el filme de Moore, existe toda una cultura del miedo que hace que armarse hasta los dientes, para muchos americanos, constituya una necesidad básica.

Que ésa es otra: mientras más poderosos los norteamericanos, más aislados se hallan del mundo y entre sí. Al terminar la Segunda Guerra Mundial los Estados Unidos eran, sin duda, un modelo que muchos podrían considerar digno de seguirse: una sociedad democrática, creadora de riqueza, con oportunidades para casi todos (seguía existiendo la segregación en el sur). Cincuenta y cinco años después, su cultura e influencia a nivel mundial son repudiadas en muchas partes y pese a ser la única hiperpotencia, tienen que andarse cuidando las espaldas de uno y mil peligros, reales y supuestos.

Ser rico tiene sus costos, por supuesto; pero ni los romanos hace dos mil años, ni los británicos hace cien, se enfrentaron a tanta repulsa ni se sintieron tan inseguros dentro y fuera de sus fronteras. ¿Cómo se puede considerar exitosa una sociedad que atranca puertas y ventanas, material y espiritualmente?

Por supuesto, nos faltaría tratar algunas otras lacras que hallamos allende el Bravo, como el racismo latente, lo chafa de la cultura prevalente y la desintegración de los núcleos sociales básicos. Pero baste y sobre con esto, que lo que no sobra es el espacio.

Podrán estar o no de acuerdo con mis conclusiones, pero creo que estos parámetros serían fundamentales para medir lo exitoso de cualquier sociedad. Les dejo de tarea cómo andaría México medido con estos raseros.

Consejo no pedido para sentirse exitoso: Escuchen “Breakfast in America” del grupazo Supertramp; por supuesto, renten “Bowling for Columbine”; y lean “Todo un hombre” (A man in full) de Tom Wolfe, aguda sátira sobre el éxito económico y personal en los EUA contemporáneos. Provecho. correo: francisco.amparan@itesm.mx

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