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Primerdamismo

Miguel Ángel Granados Chapa

Tanto esfuerzo que hizo la sociedad mexicana para desprenderse del presidencialismo exacerbado, y a poco andar estamos ante el riesgo de su equivalente, el primerdamismo.

A la indebida reverencia a la figura presidencial corresponde la multirepetida respuesta: “¡La que usted ordene, señor Presidente”, cuando el Ejecutivo preguntaba la hora. En extensión de esa actitud, la celebración del voto femenino, que debía efectuarse pasado mañana, se aplazará hasta la próxima semana, para que la primera dama pueda asistir a la celebración.

Es simbólica y profunda, al mismo tiempo, esta decisión de acomodar la historia a conveniencia de la mitad de la pareja presidencial. Y lastimó al nacer la iniciativa espontánea y feliz en su momento, de un grupo de mujeres, activas en la política de diversos modos, de aprovechar aquel hito histórico para hacer un acto de presencia. En pocos días, sin embargo, la moción se convirtió en una rutina burocrática que debe esperar a que la agenda de la esposa del Presidente de la República lo permita.

El seis de octubre veinte mujeres acudieron a la convocatoria de Rosario Robles, en su domicilio, para hacerse partícipes de una movilización que partiera del ayer para afianzar en el presente y el futuro la presencia pública de las mujeres. Y se establecieron dos fechas: el 14 volverían a reunirse para verificar el avance en la organización de la ceremonia y la redacción del documento, que se presentaría el 17 de octubre. En un día como ese, el de 1953, apareció en el Diario Oficial de la Federación el decreto que consignaba la reforma al artículo 34 de la Constitución, cuyo texto incluye a las mujeres como ciudadanos.

Pero la señora Marta Sahagún de Fox emprendía ayer martes un viaje en compañía de su esposo el presidente de la República, que concluye el 21 de octubre. Por lo tanto, las fechas originales se ajustaron. Hubo dos reuniones preparatorias, para que pudiera acudir a una, y el festejo cívico se realizará no pasado mañana sino el 22, al día siguiente de que vuelva la primera dama.

La deferencia es contraria al espíritu mismo de la celebración.

Por lo que se dice, la secretaria Josefina Vázquez Mota y la diputada Amalia García, invitadas a la reunión del seis de octubre no estuvieron presentes por que tenían otro compromiso. A nadie se le ocurrió modificar la fecha de la cita para hacer posible su presencia.

En cambio, algunas de las organizadoras estuvieron en Los Pinos el lunes 13, para que la mitad de la pareja presidencial no quedara ayuna de información sobre los preparativos de la iniciativa en la que accedió a participar pero según sus propias condiciones.

De ser congruente consigo misma, la señora Fox se habría abstenido de acompañar a su esposo a la gira por Japón y por Tailandia. Su presencia en ambos lugares, sobre todo el segundo, es puramente protocolaria. No tiene agenda propia, porque el participante en actos oficiales es su esposo. En cambio, parecía que la celebración del voto femenino le importaba auténticamente.

De ser congruentes consigo mismas, las organizadoras hubieran deplorado que ese compromiso impidiera a la esposa del Presidente participar en el festejo. Hasta hubiera sido posible la emisión de un mensaje en que la primera dama deplorara su ausencia pero ratificara su militancia en la causa de las mujeres.

Pero no fue así, y todo el garbo, la gallardía, la prestancia de las mujeres que se trataban como iguales se perdió por la necesidad de ajustarse a la agenda de una de las convocadas, que así adquirió la presencia eminente que se acostumbraba en el antiguo régimen y que parecía ya trascendida. La señora Sahagún en todos los casos, y especialmente en la organización de este fasto cívico, era una integrante del equipo convocante, como todas las demás. Inclinarse ante sus necesidades la singulariza y no para bien de la causa de las mujeres.

La primera dama no es una funcionaria de la República. Ningún poder formal le ha sido dado. El poder ejecutivo lo ejerce una sola persona, elegida por el voto popular (y con ayuda, claro, de algunos centavos). No hay mezquindad ni machismo en reprochar a la esposa del Presidente de la República el que haga política en beneficio de su propia imagen, y a partir de su condición matrimonial. No es lícito que lo haga. Durante los siete meses en que actuó como vocera de la casa presidencial no disponía de los espacios de expresión y de acción de que se hizo dueña apenas contrajo matrimonio con el Presidente de la República. Ese acto del derecho civil y de la vida personal es la única fuente de su actual poder. No es apropiado que mujeres que han tenido un largo trayecto en su propia construcción como militantes se avengan al criterio convencional, surgido de la propaganda norteamericana derivada a su vez del monarquismo, de tratar con deferencia reverencial a la esposa del Presidente de la República.

La entrega de los premios nacionales de ciencias y artes correspondientes al año pasado fueron entregados por el Presidente Fox con varias semanas de retraso, en vista de su complicada agenda. El presidente del consejo consultivo de ciencias, el doctor Hugo Aréchiga, no asumió sus funciones por la misma causa, y murió tiempo después de ser elegido. Esos actos, sin embargo, no estaban sujetos a fecha fija. Sí lo estaba la celebración del voto femenino. En función de un día determinado se haría el acto de presencia de las mujeres. No ocurrirá así por un reverencia ritual, a causa del primerdamismo.

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