En un día como hoy, en el que el pueblo de México celebra un aniversario más de su independencia lograda a base de mucho esfuerzo y sangre, tenemos que admitir que esa cualidad fundamental del Estado se ha ido reduciendo de manera tal que cada año somos menos independientes y obligadamente nuestra suerte en todos los ámbitos de la vida nacional se encuentra vinculada a la de otras naciones.
De manera especial esa dependencia existe con países como Estados Unidos y Canadá en donde la educación superior es costosa pero, en contrapartida, sus niveles de preparación son elevados de manera tal que se puede considerar que quien logra graduarse en una universidad de esos países se encuentra capacitado para integrarse al sector productivo con altas probabilidades de desarrollar una carrera exitosa.
En cambio, en el nuestro, de acuerdo con datos proporcionados por la secretaría del Trabajo y el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, existen actualmente más de seis millones de profesionistas sin empleo, de los cuales un millón corresponde a profesionistas que egresaron de las aulas universitarias en el último año, lo que necesariamente nos lleva a considerar que todos ellos están desempeñándose en áreas para las que no fueron preparados o en las del subempleo.
Si se profundiza en el análisis citado encontraremos que la proporción de profesionales sin empleo son egresados de las universidades públicas, aunque no se puede excluir de esa estadística a los de las privadas, lo que nos lleva a concluir que en un mundo globalizado serán los profesionistas de otros países los que interactúen en los mercados laborales y los nuestros deberán permanecer trabajando en áreas que no les corresponden, lo que lamentablemente augura un futuro todavía más dependiente de otras economías y más frustrante.