Primero de tres
Hace muy poco tiempo sostuve una interesante charla con el gobernador Enrique Martínez y Martínez. En próximas fechas saldrá a la luz pública lo ahí tratado, a pesar de ello quisiera dejar por sentado que en lo personal y como mandatario estimo Don Enrique es un hombre de ideas, en su administración hay avances tangibles que deben reconocerse. Por medio de esta tribuna me permito coincidir con él, sentir la misma preocupación bajo una variante distinta: Martínez milita dentro de dicho organismo y yo no. Hoy hablamos del PRI, la enorme crisis que enfrenta y cómo debería resolverse pues a fin de cuenta dichos sucesos nos afectan por igual a todos por más odio o simpatía que sintamos hacia el partido tricolor.
Meses atrás, otro hombre sumamente sagaz y perceptivo –Carlos Herrera Araluce- estimó el pleito entre Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo era un fenómeno peligroso y por ello urgente irse con pies de plomo. Hoy lo estamos viendo a través de los medios de comunicación; la división interna es enorme, nadie se pone de acuerdo y el panorama bien podría tornarse tremendamente sombrío. La consternación es clara y pareja: ya no es el diputado, senador, miembro distinguido o simpatizante filtrándome datos, comiendo conmigo, las horas de café hablando bajo la mira pública o en lo oscurito. El fenómeno trasciende, es simple y llanamente imposible dejarlo atrás.
Ya entrados en materia voy a reiterar lo siempre dicho, aquello en lo que creeré y sigo creyendo: el PRI es necesario, vital como el agua. Para que una democracia en pañales como la nuestra funcione el electorado debe tener un abanico de posibilidades a la mano, sí, aquel que abarque todo el espectro político, desde la izquierda hasta la ultraderecha. Nuestro gran problema es que nadie, ni en los órganos mismos se ponen de acuerdo sobre qué diantres es izquierda o derecha, dónde demonios queda el centro. Sin la línea presidencial de antaño, aquella que no permitía espacios de poder sin llenar, voces disidentes y la cual con suma tranquilidad aplastaba todo eso que se salía de los preceptos y postulados patriarcales; los priistas como era de esperarse, comenzaron a naufragar, a sentirse desprotegidos sin el amparo, enorme cobijo del “jefe máximo”, quien a fin de cuentas era el encargado de dar la pauta, marcar los objetivos y metas, el orden gubernamental y los tiempos. Inútil remarcar que Vicente Fox –gran candidato, cuestionable mandatario- vino a darle en la torre a siete décadas de relativa y tranquila continuidad política.
Hagamos un balance objetivo del pretérito para así comprender el presente y tratar de desmenuzar el futuro. Alejémonos de juicios daltónicos, amplia condena, ideas viscerales y démosle paso a una concepción integral de nuestra historia. El PRI aportó al país grandes avances al igual que terribles males: hoy cierta parte de la población estima si bien bajo siete décadas al mando del país el tricolor trajo corrupción, pobreza, populismo y persiguió afanosamente el mantener dormida la conciencia colectiva a la larga existió siempre una continuidad, aquél saber hacer que las cosas funcionaran, bien o mal pero a la larga la rueda jamás se detenía, nunca de los nunca se caía en parálisis, la maquinaria estaba engrasada y lista para operar pesándole a quien le pesara: si de robar se trataba, a robar; si era necesario matar, pues a matar se ha dicho pero siempre con el viento a favor, hacia atrás o hacia delante, a la izquierda o a la derecha pero al fin en movimiento constante. El electorado juzgó eran mayores los males, decidió nuestra madurez y permanencia como nación radicaban en la alternancia, que a partir de los sucesos de 1968 el país despertaba de un letargo y desde entonces era urgente aquel entorno donde todas las voces cupieran, se oyeran, demandaran y se alejaran de falsos paternalismos. El 2 de julio no triunfa Vicente Fox, lo hace una conciencia ciudadana hastiada, esperanzada.
El PRI no cabía de sorpresa pues en el fondo jamás se imaginaron tan contundente derrota, se confiaron demasiado olvidando que existían ya nuevas reglas del juego redactadas después de un largo proceso lleno de sangre y confusión. Dentro de la filosofía china la palabra crisis es entendida como oportunidad: desde hace tres años los tricolores han tenido en sus manos la capacidad de cambio, el renacer desde el estiércol, aprovechar experiencia, renovarse, barrer la casa, sacar la porquería, unir notas distintas en pos de una sinfonía armoniosa cuyo fin ulterior sea México, luchar por lo verdaderamente genuino, volver a ser una opción política, ganar credibilidad.
Van tres años desperdiciados. Los votantes están hasta la coronilla de organismos fragmentados: PRI, PAN y PRD atravesando crisis internas que a fin de cuentas se hacen públicas, repercuten y calan hondo, ponen en jaque la estabilidad del país. Si los partidos son incapaces de definir con claridad qué buscan, bajo qué preceptos operan y cuál es la ideología que los rige además se ponerse la soga al cuello promoverán que el ciudadano pierda interés, se sienta alejado, no participe y de manera abrumadora siga reinando la abstención a la hora de votar.
Mañana le seguimos, esto se va a poner mejor.
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