Existe algo que nos hermana a todas las habitantesde nuestra ciudad. No importa a cuál estrato social pertenezcas, qué religión profesas, que edad tengas, de qué situación económica gozas, cuáles son tus antecedentes étnicos, si eres alta o chaparra, bonita o fea, joven o anciana; el caso es que las laguneras padecemos los contratiempos de un fenómeno que nos afecta de manera inevitable. No es doloroso, no es dañino, no nos impide el movimiento o desarrollar actividades, nuestra vida continúa a pesar de su ataque, pero... ¡cómo nos incomoda!... Me refiero a las famosas tolvaneras (polvo que levanta el viento).
Desde que yo tengo memoria ese fenómeno metereológico existe en Torreón. Recuerdo que a mi madre, quien era originaria de Parral, Chih., le afectaba muchísimo y, a pesar de que vivió en esta ciudad 40 años, nunca se acostumbró a padecerlo. En aquel entonces se pensaba que con la urbanización más amplia de la ciudad esto se solucionaría, o cuando menos menguaría, pero han pasado los años y las tolvaneras se siguen sucediendo, sobre todo frecuentemente en los meses de febrero y marzo y en forma esporádica el resto del año.
Las personas más afectadas somos las que desempeñamos el rol de amas de casa, independientemente de si se realiza alguna otra actividad o no. Tratamos de mantener muy limpio nuestro hogar, pero es imposible. Me he encontrado amigas con quienes está uno platicando en cualquier sitio de la ciudad y al ocurrir la tolvanera, se interrumpe súbitamente la conversación y ambas salimos corriendo, como si nos fueran a dar el premio mayor de la lotería, porque hemos dejado abiertas las ventanas de la casa y ya sabemos lo que eso significa... ¡una tragedia!
El polvo se “cuela" -la palabra más correcta es “se introduce", pero asi decimos en la región- por todos los rincones ensuciando con una fina película de tierra las mesas, libreros, cubiertas de vidrio, refrigerador, estufa, televisión, video; en fin, todos los muebles de los lugares donde habitamos o trabajamos. Esa estampida es más rápida si recién acabamos de hacer un aseo "a conciencia" de nuestro entorno físico.
Pero, ¿qué vamos a hacer?... nada ¡es parte de nuestro folclore lagunero!