El mundo occidental se alegró de la caída del Muro de Berlín porque eso implicaba libertad de acciones y pensamiento del pueblo ruso y sus satélites, pero han pasado 12 años y la situación se volvió hacia el otro extremo: el desenfreno, la corrupción, la explotación comercial, el libertinaje, etc. Actualmente, tal como sucede en los países occidentales, existen demandas y persecución en contra de aquéllos que tienen el control absoluto de las finanzas, las drogas, etc. Ya se habla de las grandes fortunas y las luchas internas entre el gobierno, el Grupo Petersburgo, y los hombres más ricos de Rusia.
Esta situación es lamentable, porque yo, en lo personal, me alegré de la caída del régimen pensando que eso traería bienestar al pueblo ruso y el florecimiento de las artes y las letras, lo cual generalmente no acontece en regímenes totalitarios; además cuando visité Moscú, Leningrado (ahora San Petersburgo) y otras ciudades de la Unión Soviética en el año de 1987, me tocó presenciar las carencias que padecía la gente y la tristeza que se notaba en sus rostros, como una especie de temor y recelo constantes. Lo mismo noté en Polonia, Hungría y otros países satélites del comunismo.
Por otro lado, era natural que el fenómeno de lo contrario sucediera en estos países, porque lo mismo pasó en España cuando la muerte de Francisco Franco en 1975. Me encontraba en Madrid en 1976, y me tocó ver la primera manifestación callejera del pueblo español en décadas. Recuerdo que me encontraba tomando un café en un lugar público de la calle de José Antonio y las personas entraban asustadísimas de lo que estaba ocurriendo en la calle, ya que esa manifestación era vista por los adultos conservadores como la debacle, pues eso no lo habían presenciado durante el régimen anterior.
Todos los cambios son positivos de alguna manera, pero lamentablemente siempre existen personas y países que se aprovechan de las situaciones que acontecen en el mundo.