Me enteré por El Siglo de Torreón, en un artículo de Julio Faesler, que en la India se estaba planeando establecer un complejo comercial alrededor del hermosísimo Taj Mahal, mausoleo construido en la ciudad de Agra por el Shah Jahan a su esposa Mumtaz Mahal en el año de 1648, para aprovechar el turismo que genera esa construcción.
Existe el encanto poético de la historia del amor del Shan Jahan por su esposa Mumtaz, quien al nacer su hijo número 14 falleció en el parto. Por su gran amor y su inmensa pena decidió hacer un mausoleo a su memoria, lo que a la larga le costó su imperio y la vida, pues el gasto fue muy oneroso y uno de sus hijos, con ese pretexto, lo destronó confinándolo al Fuerte Rojo en una habitación desde la cual él veía a lo lejos el Taj, y dicen que eso fue tan doloroso que le ocasionó la muerte.
Cuando uno visita el mausoleo, lo que más llama la atención es precisamente que la construcción se encuentra exactamente tal cual la vio el Shah Jahan cuando la terminó. Recuerdo que yo pensé que si hubiera sido realizada en Estados Unidos, ya le habrían puesto luces multicolores y sonido ambiental, como en las cataratas del Niágara, perdiendo su belleza original. El encanto principal es su autenticidad. En lo personal, la vi por primera vez a las diez de la noche, hora en que arribamos a Agra por carretera, y la única luz que tenía era la que proporcionaba la luna reflejada en el espejo de agua que tiene en el frente, y la impresión recibida fue impactante. Permanecimos ahí por tres horas y lo único que hicimos en ese tiempo fue sentarnos a contemplar el monumento. Posteriormente lo visitamos de día y continuamos admirando su esplendor, sin poder apartarnos de su encanto estético.
Entiendo que se están haciendo esfuerzos para que no se alteren las condiciones del Taj Mahal; ojalá y lo logren para que se pueda conservar su actual belleza física y poética.