Esto que les platico es de primerísima mano. Se los cuento para que ustedes tampoco vayan a caer en el timo porque es espantoso que los sinvergüenzas se salgan con la suya.
Me comentaba una amiga, a quien por cierto yo estimo mucho por ser una persona de muy buen corazón, que la semana pasada estaba en su casa, ya dormida, y la despertó el teléfono a las 12 y media de la noche. Escuchó una entusiasta voz de hombre que le dijo:
(H es el hombre, A es mi amiga y F es el Federal de Caminos).
H: ¡Tía!... Qué gusto de saludarte, te hablo desde mi coche, estoy pasando la frontera para ir a Torreón con regalos para ustedes: pequeños hornos de micro-ondas, hornitos eléctricos, televisiones pequeñas y otros aparatos que llevo de regalo para la familia, y te quise llamar porque vengo solo y me preocupa que la carretera está muy sola y los caminos son muy largos y necesito que alguien sepa que ando por acá por si me pasa algo, ya ves cómo es México...
A: ¿Quién eres?
H: ¡Tía! ¿ya no me conoces?, soy tu sobrino consentido, no creo que no sepas quién soy.
A: Sí, ya sé quién eres. Eres Pedro. (Tiene un sobrino político con ese nombre a quien conoció cuando era chico, pero que sólo había visto una vez ya de grande el año pasado en una reunión familiar porque él vive en los Estados Unidos y no conocía su voz por teléfono).
H: Sí, tía, soy Pedro. Bueno sólo te quería saludar, yo creo que llego para allá en dos o tres días. Te quiero pedir de favor que si me llamas mañana a mi celular, es el número... para que estés pendiente de mí, por favor.
Al día siguiente mi amiga le llama por teléfono, el cual no contesta y ella le deja recado. Le dice: “Soy tu tía ...” y le manda hasta sus bendiciones para que le vaya bien en el camino. (De esta manera el hombre que llamó se da cuenta que la persona ya quedó “enganchada” en el timo, además de conocer el nombre de la tía). Pasaron dos horas y mi amiga recibe una nueva llamada.
H: ¡Tía! (ya más personalizada), qué bueno que te encuentro, fíjate que ando todavía por Jalisco, acabo de chocar con otro vehículo, pero no te asustes, a mí no me pasó nada, pero en el otro viajaba una familia y me detuvieron. Acaba de llegar un Federal de Caminos y me dice que me sueltan si les doy un dinero, pero ya no traigo porque todo se me fue en los regalos, te lo voy a pasar, y por favor le pides que me quite las esposas porque me están lastimando.
F: Hola señora. Habla Juan Pérez, Federal de la Octava de Magdalenas, Jalisco. Su sobrino acaba de chocar, pero ya arreglamos con el otro señor. Aunque salieron lastimadas sus hijas, a ellos les urge irse y dicen que si se le da dinero para gastos médicos no hacen cargos, pero su sobrino dice que no tiene dinero, ¿qué hacemos?... (según él muy solidario con la tía).
A: Por favor, quítele las esposas, lo está lastimando.
F: Oye, Luis, quítale las esposas.
A: ¿Cuánto tiene que dar?
F: Son sólo $ 27,000.00.
A: No tengo ese dinero, pero trataré de juntárselo, si me espera.
F: (Después de un rato de duda). Está bien señora, trate de juntármelo. Le dejo un número de celular para que por favor cada dos horas me esté llamando para saber cómo van las cosas.
Mi amiga cuelga y de inmediato le llama a las tías directas del susodicho sobrino, les platica el problema y empiezan a juntar el dinero. Mientras, le llama al “federal” para que no le haga nada al “sobrino”.
A: Le llamo para saber cómo está mi sobrino.
F: Está bien, pero nos urge el dinero porque el señor ya se está desesperando ¿Cuánto me ha juntado?
A: Solamente $8,000.00, pero estamos haciendo el esfuerzo para conseguirlo todo.
F: (Muy amable). Está bien, señora, pero acuérdese que urge. No deje de llamarme.
Mi amiga hace llamadas cada dos horas.
Pero mientras, una de las tías directas tiene un hijo que tiene a su vez un cuñado que está casado con una persona conectada con el gobierno de Jalisco y le hacen una llamada para que le proporcione ayuda a “Pedro”. El funcionario hace sus gestiones y les dice que no se tiene ningún dato de que haya pasado un accidente en Magdalenas, y que ignoran de qué se trata.
Otra tía piensa que lo conveniente es hablar a los Estados Unidos para preguntar por él y sorpresivamente quien contesta es Pedro el sobrino, quien ni remotamente planea realizar un viaje a nuestro país (y probablemente, con estos antecedentes ni tenga ganas de hacerlo).
Mi amiga ya no volvió a llamar al “federal“, pero éste se volvió a comunicar con ella por teléfono:
F: ¡Señora!... (con voz autoritaria). ¡Qué vamos a hacer con este muchacho!
A: Por favor a mí ya no me llame. Hay una persona que se va a estar comunicando con usted para arreglar directamente este asunto. (El “federal” colgó).
Afortunadamente ya no volvió a recibir más llamadas, pero me comentaba mi amiga que mientras se solucionaban las cosas ella sufrió mucho pensando que el “sobrino” estaba en ese conflicto y hasta se sintió mal de salud, además (como ella dice), de los gastos ocasionados con las llamadas al celular del “federal” y a la familia, etc.
Yo ya había oído hablar de ese tipo de fraude y cuando ella me lo empezó a platicar, me imaginaba lo que me iba a decir, pero ella nunca había oído mencionar un asunto semejante, y es muy diferente cuando el fraude es directo, porque se involucran situaciones afectivas personales y emotivas, además del agradecimiento por lo que se supone que le iban a regalar.
Las autoridades dicen que no se pueden detectar a estos sinvergüenzas porque los teléfonos celulares que utilizan son robados y si se les deposita dinero, ellos lo recogen antes de poderlos contactar; dicen, además, que este tipo de fraude son muy comunes, etc., etc.
No cabe duda que son personas audaces, frías y calculadoras, que utilizan todo tipo de maniobras psicológicas sin importar a quiénes se antellevan, sabiendo de antemano que no se les va a castigar; lo hacen impunemente.
Total que no se puede hacer nada, pero, ¡aguas! Porque ¡El susto quién te lo quita!
Si le sucede algo semejante, platíquelo a otros para evitar que estos casos tengan éxito.