Francisco Villa
Mi sobrina Elena me mostró un periódico llamado “El Siete Leguas” editado en la ciudad de Parral, Chihuahua, que trata exclusivamente aspectos relacionados con Pancho Villa, nombre que escogió Doroteo Arango para esconderse cuando andaba a “salto de mata” porque lo buscaba el ejército.
Como el periódico es una recopilación de encabezados e inicios de noticias aparecidas durante las andanzas de Villa como abigeo, revolucionario, enemigo carrancista y atacante directo de Estados Unidos, es muy interesante ver la manera como los medios de comunicación escribían sus notas, la sintaxis, ortografía, etc., además de ser una secuencia de sus actividades guerrilleras: las múltiples veces que asaltó a Parral, la Toma de Torreón, cuando se escapó del penal de Tlaltelolco disfrazado de “licenciado” (sic) rasurándose el bigote, etc.
Lo más interesante, para mí, fue leer la crónica de cuando las tropas americanas (llamadas “expedición punitiva”) con anuencia del gobierno de Chihuahua, llegó a Parral buscando a Villa para vengar la llegada de éste a Columbus. Fue entonces cuando la parralense Elisa Griensen arengó a las mujeres del Mercado Hidalgo, quienes armadas de piedras, palos, frutas y verduras se aprestaron a apoyarla, ante la indiferencia de los hombres del lugar. Elisa Griensen al ver que no recibían apoyo dijo: “Ya que no hay hombres aquí, llamaré a los hombres del futuro”, y se llevó con ella a los niños del 5°. año de la escuela para niños 2119 de Parral. Al grito de: ¡Viva Villa!... ¡Viva México!... y... ¡mueran los gringos!, apedrearon a las tropas americanas. Ante esta acción, muchos hombres se sumaron a la señorita Griensen y los americanos, en forma ordenada, se retiraron del lugar (sic).
Este suceso ya lo había escuchado con anterioridad a mi tío Carlos Bejarano, quien nos relataba que él, como niño, había participado en ese enfrentamiento, y nosotros, sus sobrinos pequeños, lo escuchábamos con asombro y admiración.
Asimismo, al leer las crónicas del robo de la cabeza de Villa de su tumba, recordé que mi padre era el médico legista en Parral en ese entonces, y le tocó dar fe de ese hecho, siendo ese dato uno de los relatos de sobremesa que llegamos a escuchar en nuestra casa.
Con la invención de la televisión y la vida tan activa que llevamos en la actualidad se ha ido perdiendo la vida en familia, las veladas hogareñas, las pláticas de sobremesa y, por ende, la convivencia transnacional, y yo les aseguro que no es lo mismo enterarnos de los sucesos a través de los medios de comunicación que escucharlos de viva voz por sus protagonistas.
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