MARÍA MAGDALENA
Una de las figuras más notables de la historia, mística y no mística, es María Magdalena.
La Biblia nos narra cómo Jesucristo la defendió de sus detractores diciendo: ?aquél que esté libre de culpa que arroje la primera piedra? y lo mismo hizo cuando le ungió sus pies con aceite y los limpió con su cabello; los discípulos la criticaron y Él les dijo: ?...a mí no me tendrán siempre y al derramar este perfume sobre mi cuerpo se ha anticipado a preparar mi sepultura... en cualquier parte del mundo... será recordada esta mujer y lo que ha hecho?. Además, salvo Juan, fue la única que acompañó a María en la cruz sin temor a agresiones o represalias.
Las personas, a través de los tiempos, han buscado tergiversar esta amistad profunda porque no conciben un cariño real, verdadero, platónico entre dos personas de diferente sexo. Se han hecho ensayos, teológicos y profanos, libros, películas, etc. sobre la relación Jesucristo-María Magdalena sin entender que, independientemente de que Él está más allá de especulaciones mundanas por su carácter de ser Hijo de Dios (aún los ateos comprenden que Jesucristo era un ser místico, no ligado a motivaciones terrenales), su caminar por la tierra obedecía a propósitos más elevados y siendo alguien excepcional como lo era, sus pasiones, si es que las hubo, pudieron ser totalmente sublimadas.
A María Magdalena nunca se le consideró como una discípula más, porque en la época que le tocó vivir la mujer estaba considerada inferior al hombre (como aún sucede en la cultura de los países musulmanes). Además de que los escritores bíblicos todos eran hombre y no iban a ensalzar a una figura femenina dándole categoría de ?discípula de Jesús?, como a los 12 reconocidos, pero Jesucristo, al aceptar a sus seguidoras femeninas, vino a darles una categoría de igualdad que no fue entendida en esa época.