“En parte alguna podrá encontrar el
hombre retiro más dulce y sosegado
que en la intimidad de su alma”.
Marco Aurelio
Recientemente se dio a conocer en Estados Unidos que el presidente John F. Kennedy tuvo también su “becaria”: Una joven pasante que realizaba prácticas profesionales en la Casa Blanca con la que sostuvo un romance de dos años. El caso ha sido de inmediato comparado con la relación que Bill Clinton estableció décadas después con Mónica Lewinsky. El escándalo que ha generado el hallazgo de la practicante -más propiamente que becaria- de Kennedy es producto del hecho que éste es un personaje mítico de una sociedad que, en buena medida, sigue siendo puritana.
El hecho de que Kennedy se haya acostado con una practicante no debería sorprender a nadie. Se dice que el propio Kennedy, macho irlandés al fin, se vanagloriaba ante sus amigos de haber hecho el amor con tres mil mujeres. Es difícil saber si esta cifra es real o siquiera verosímil, pero lo importante es que Kennedy era suficientemente mujeriego para que no sorprenda que haya tenido un romance con una joven practicante.
Hubo periodistas en el tiempo de Kennedy que supieron de las relaciones amorosas del presidente, pero ninguno hizo pública la información. No era que se les prohibiera sino que los códigos de ética de los periodistas eran distintos. Las relaciones amorosas de un presidente no eran materia de cobertura.
Evidentemente los tiempos han cambiado. Hoy una gran proporción de la prensa vive de las revelaciones sentimentales de los famosos. Los personajes públicos, según algunos periodistas, no tienen derecho a la vida privada. La decisión de buscar un cargo de elección de popular conlleva también una renuncia a mantener la vida íntima fuera de los reflectores.
En México estamos viviendo este debate con gran intensidad. Lo ha favorecido la publicación de algunos libros sobre Marta Sahagún de Fox, la esposa del Presidente de la República. Pero otras sociedades del mundo también han tenido esta controversia. La muerte de la princesa Diana, perseguida inmisericordemente por un grupo paparazzi, puso el tema en la agenda en la Gran Bretaña y en buena parte de Europa. La cobertura de los encuentros entre Bill Clinton y Mónica Lewinsky lo hizo en Estados Unidos.
El argumento tradicional con el que los reporteros que se dedican a este tipo de periodismo se defienden de las críticas, es el que plantea que la población tiene derecho de saber cuál es el comportamiento personal de las figuras públicas, y especialmente de los políticos, porque nos permite entender cómo van a reaccionar en momentos de crisis. La verdad, sin embargo, es que no hay ninguna razón para creerlo.
Si Kennedy hubiese sido sometido al escrutinio de su vida personal que tuvo que enfrentar Bill Clinton, no me cabe duda de que habría perdido la elección presidencial de 1960 frente a Richard Nixon. Después de todo, un presidente mujeriego presumiblemente tendría menos fuerza de carácter para enfrentar los retos de la presidencia que un hombre como Nixon de impecable vida familiar.
Sin embargo, ese conocimiento de la vida íntima de los candidatos no nos habría permitido prever con claridad el desempeño de cada uno como presidente. Kennedy mantuvo una actitud de estricta firmeza cuando se enfrentó a la Unión Soviética de Nikita Jrushchev en la crisis de los misiles de Cuba en 1962. En cambio Nixon perdió el control de sí mismo, y se autodestruyó políticamente en un insensato intento de encubrimiento, cuando estalló el escándalo de Watergate.
Hay temas que deben ser públicos, mientras que otros deben permanecer en el campo de lo privado. Yo entiendo que es muy difícil para los medios de comunicación en estos tiempos de brutal competencia, y de difusión instantánea de información sin censura a través de internet, abstenerse de cubrir con lujo de detalles la vida personal e incluso íntima de un presidente o de su esposa. Quizá, de hecho, estamos viviendo una avalancha que no se puede detener, ya que los intentos de censura de la vida íntima podrían generar instrumentos para una censura a temas realmente públicos, como el uso de recursos del erario por la familia de un mandatario. Pero debemos reconocer que la vida pública del país no mejora por el conocimiento que tenemos de la vida íntima de los personajes públicos.
En horario de trabajo
El Sindicato de Trabajadores del Gobierno del Distrito Federal, una organización priista que busca disuadir a los electores capitalinos de votar por el PRD, se manifestaron ayer en la mañana en la ciudad de México y crearon un caos vial hasta las tres de la tarde. ¿Por qué sólo hasta las tres? Porque a esa hora termina su horario de trabajo.
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