Para aquéllos que añoramos pisar suelo Norteamericano por considerarlo prototipo del orden y el respeto de las leyes urbanas, pisar suelo canadiense resulta un cambio aún más radical. Bueno… hasta me atrevería a decir que lo que representan los Estados Unidos para un centroamericano, lo representa Canadá para un gringo.
Entrar a Canadá, es entrar a la honestidad cuasi perfecta -si es que esta existe-, y para ejemplo: Los boletos del metro –sky train-, los vende una máquina que te ofrece diferentes precios, según la distancia que vayas a recorrer, así que, tu eres quien elige el precio. Nada tendría esto de particular si no fuera porque dentro del metro no hay “nadie que te pida el boleto”, así que el pago de tu pasaje sólo quedó entre tu conciencia… y tu.
El sky-train tampoco requiere de personal, pues esta totalmente automatizado. Llega a cada estación dirigido por computadora, abre sus puertas, y mientras los ojos eléctricos detectan que el pasaje se haya subido, cierra sus puertas y se marcha a la siguiente estación y así… día y noche.
Me llamó la atención el ver a tantos viejitos en la calle, y no me refiero a pedigüeños, sino a viejitos bien vestidos, sanos y de poder económico, lo que nos habla de un promedio de vida más longevo que el nuestro, aunado a ello, una mejor alimentación, mejores hábitos de limpieza y de…ejercicio.
Si los viejitos llamaron mi atención, ver a tantas personas discapacitadas en la calle me llenó de asombro, y nuevamente tengo que aclararle que no me refiero a limosneros, sino a personas discapacitadas físicamente -pero no mentalmente-, que transitaban sin ninguna ayuda por las calles en sillas de ruedas eléctricas, ante la mirada de los transeúntes, sabedores de que se valían por si mismas, aunque tuvieran que mover el control de su motociclo con un pie, por carecer de ambos brazos.
En Canadá todo lo concerniente a salud publica es gratuito, por lo cual si usted tuvo la desgracia de perder alguno de sus miembros, o tiene algún tipo de parálisis, siempre tendrá un tratamiento integral completo y la tecnología electrónica de punta para que se reincorpore a la vida útil del país. Huelga decir que si la salud es gratis, la escuela lo es también -híjole… un Tec gratis… eso si que es un sueño guajiro-.
El saber que uno de cada tres canadienses (30 por ciento), es de origen oriental (chinos, japoneses, coreanos o vietnamitas) me hizo pensar apriori en “discriminación”, nada más lejos de la realidad, pues los ancestros orientales de estos “nuevos canadienses” de ojos rasgados, llegaron a Canadá hace más de 150 años a forjar lo que hoy es este próspero país, así que, no por nada se sienten, -y de hecho lo son-, más canadienses aún que los güeros de ojos de azules.
Para aquéllos que vivimos en el desierto, el estar inmerso entre los pinos inhalando su embriagador aroma, fue “estar en el cielo”, y más cuando a tu diestra y siniestra observas ríos azules bordeando las carreteras, cascadas de agua que como hilos de plata se descuelgan desde las montañas nevadas por entre los pinos, lagos azules rodeados de verdes montañas cuyos pinos parecen continuar… aún dentro del agua.
El plus del urbanismo ecológico lo fue un enorme puente “peatonal” en medio de la concurrida carretera Calgary-Banff, pero no era para personas, sino para… ¡Osos, ardillas y venados!... ¡SI!... un resistente puente de concreto de diez metros de ancho por 100 de largo adornado -obviamente- con rocas, pinos y matorrales, fue diseñado especialmente para que los animales de un lado de la carretera pudieran pasarse a la sierra de enfrente sin tener que sortear los peligros que conlleva el cruzar la “trans-canadian”, -la carretera más larga del mundo, y que une el lado Oeste del Canadá con su lado Este-.
Si de limpieza hablamos, se necesita una lupa para encontrar papeles en la calle. Y a tal grado se te pega aquella “urbanidad”, que te cuidas de tirar basura, evitando con ello ser el primer “cavernícola” en alterar aquella limpieza.
Entrar a un museo en cualesquier parte del mundo, es entrar a un lugar casi sagrado, plagado de guardias que te vigilan para que no toques nada, es por ello que me resultó extraño que al entrar a uno de los museos de Paleontología más importantes del mundo, situado en Drumheller -al noreste de Calgary-, no hubiera un solo guardia. Mientras caminaba por el museo, un niño se sentó cerca de la descomunal osamenta de un “Tiranosaurus Rex”, y al instante, una señora se acercó para hacerle ver al papá del niño, que éste podría dañar la osamenta... aaah, me dije... ¡guardias ocultos!... Pues no, sólo era una señora que también visitaba el museo. Ello me hizo pensar que en un país civilizado, cada uno de sus habitantes deberíamos de ser “guardias” que cuidáramos del orden, de la limpieza y del buen funcionamiento de nuestra ciudad... ¿no lo cree?... Como lo hace hoy día la señora Sada con su placita -y nuestra- de Los Ángeles.
Ello me recuerda a un amigo español, cuando ambos transitábamos por una carretera de Andalucía -hace 25 años-, quien al ver que el coche que iba delante de nosotros tiraba por la ventanilla un pañal sucio a la carretera, en el acto paró nuestro coche, recogió el pañal y a toda velocidad alcanzó al otro coche, luego de alcanzarlo le dijo... ¡se le cayó esto señor!... y por favor, no ensucie mi país... ¡y sólo teníamos 25 años!
¿Podremos los mexicanos llegar algún día a estos grados de civilización?... ¿Podremos llegar a tener el valor civil de parar a un transeúnte que tira basura en la calle y decirle… por favor señor… ¡no ensucie mi país!
Nosotros somos el problema... ¡Si!, pero también “somos la solución”. Lo importante aquí, sería preguntarnos… ¿Estaremos dispuestos a cambiar? Yo creo que si y dar “ejemplo” sería… un buen principio.
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