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Punto de Vista / De votaciones…y otras tristezas

Dr. Fernando Llama Alatorre

Quizá usted no lo sepa bien a bien, cómo está ese asunto de las elecciones que hoy mismo se realizan en todo México, y quizá eso de los diputados le suene como a los astronautas, dado que usted es más sensible a pararse a votar cuando se trata de elegir a su Presidente Municipal o a su Gobernador.

Pues bien, -y como siempre lo digo- a mi muy particular… “Punto de vista”… las elecciones que se llevan a cabo en este mismo momento, son de las más importantes que hay en el mundillo político, pues en ellas se eligen a personas cuyas decisiones están por encima de las de un Gobernador, e incluso del mismo Presidente de la República.

Los Diputados Federales son personas que conforman una cámara que está encargada de decidir, por ejemplo: Si a usted le bajan el IVA en lo que compra o se lo dejan en el 15 por ciento. Si le bajan las tarifas de luz por considerar que vive en una zona de mucho calor, o se la dejan donde está y le contestan que ya no esté “molestingando”. Los diputados tienen la facultad de tomar una ley que afecta los intereses del pueblo y modificarla de modo que a todos nos beneficie.

Así pues, hoy no le voy a decir que se pare a votar… ¡No!... haga lo que le de su regalada gana y si no quiere votar, últimadamente… no vote, pues ya está grandecito como para que lo lleve su señora a votar agarrado de una oreja -o de “salva sea la parte”-. Total que si usted no vota, será un ovíparo más que se une a la bola de holgazanes a los que les vale m… que los dirija gente que en su momento fueron elegidas por “otros”... ¡Si, por otros!... pues en aquel lejano día de las elecciones usted decidió no votar.

Aaah... pero eso si, luego de que salen elegidos fulanito y zutanita, a usted le entra de pronto lo “machito”, y le da por los tequilazos, los gritos, las manifestaciones en la presidencia, y por gritar a los cuatro vientos que Fox no sirve para nada y hasta se atreve a decir… ¡Po´s quién diablos lo puso ahí!... ¿Quién diablos?... ¡Po´s seguro que usted no!..., sino otros ciudadanos honestos que así lo consideramos prudente, mientras usted se la pasó ese día en su casa de ovíparo rascándose la panza.

Con ello me despido de los ovíparos y felicito a todos aquellos buenos mexicanos, que como yo, en este mismo momento… ya fuimos a votar.

Y hablando de otras tristezas…

Hace unos días tuve la amarga experiencia de que se extraviara uno de mis hijos en la intrincada Sierra de la Madera de Cuatrociénegas, y ello me hizo corroborar nuevamente que tengo muchos y excelentes amigos, que apenas saberlo, tomaron su chamarra, su camioneta y una cantimplora con agua, y al instante se unieron a la búsqueda. ¡Mil gracias por ello!

Los pormenores del caso no tienen la menor importancia, baste decir que los muchachos no regresaron de la sierra luego de las 36 horas previstas que utilizarían para reparar un repetidor de radio, lo que significaba que algo les había pasado.

Para las dos de la tarde del siguiente día, varios de mis amigos y familiares ya estaban buscándolos, pero necesitaban más gente para poder peinar la sierra. De Saltillo me fue ofrecido el helicóptero que recientemente compró el gobernador Enrique Martínez, tanto para la policía como para ayudar en los incendios forestales, gesto que públicamente agradezco, tanto a Enrique Martínez, como a los titulares de los departamentos de quien depende el uso del helicóptero.

De Cuatrociénegas, personas especializadas en escalar sierras y controlar incendios al mando de Luis Ugarte, estuvieron prestos a salir en su búsqueda, como también lo hicieron varios policías. Gracias nuevamente.

Finalmente, a las cuatro de la mañana del martes pasado, regresamos a Torreón con los dos muchachos, maltrechos y ampollados, pero a Dios gracias, sanos y salvos.

Algo que me causó frustración, en todo este caso, fue el no contar con la valiosísima ayuda de los soldados del cuartel de Cuatrociénegas, cuya ayuda en este tipo de problemas es efectivísima. Aún recuerdo el incendio forestal de hace un año en la Sierra de la Madera, donde los soldados como hormigas subían y bajaban la altísima sierra como si fuera una loma, y fue gracias a ellos que el incendio pudo controlarse mientras una lluvia mandada por el cielo terminaba la faena.

En mi caso, los soldados en el cuartel de Cuatrocienegas me dijeron que ellos no se podían mover, si no eran mandadas las órdenes directamente de Torreón -militares al fin-, así que me aboqué a preguntar quién conocía al jefe de los soldados de Torreón y así di con mi buen amigo Rogelio, quien fue mi contacto para con la milicia, con tan mala suerte que el jefe de La Joya estaba fuera de la ciudad, y quien amablemente atendió nuestra llamada nos dijo que con una petición directa “de civil a soldado” no podían ellos prestar la ayuda, y que debíamos hacer la petición ante Protección Civil o ante los bomberos para que fueran ellos quienes solicitaran la ayuda oficial a los soldados.

No dudo que así sean las reglas, pero eran muchos los trámites, pocas las “conocencias” y más poco aún el tiempo con que contábamos, por lo cual hube de prescindir de su ayuda y buscarle por otro lado.

Se bien que si el jefe de La Joya hubiera estado en Torreón, de seguro me hubiera facilitado a los soldados de Cuatrociénegas, con cuyo apoyo hubiera sentido menos angustia, dada la experiencia que ellos tienen en este tipo de problemas. Y sólo espero que para cuando -Dios no lo quiera- sea otro quien los necesite de urgencia, hayan para entonces mecanismos más simples y expéditos para que cualquier ciudadano común pueda contar inmediatamente con la ayuda de nuestros queridos y valiosos soldados.

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