Se de antemano que mi amigo, don José Guadalupe -obispo de Torreón- me jalará las orejas cuando me vea en la próxima reunión de los Zavala, por hablar de un tema tan ?delicado?, pero no me ha de negar don José, que resulta muy interesante el abordarlo, y para hacerlo, me he leído todos los artículos serios que al respecto se han publicado en Roma.
Empecemos dándole a la sucesión papal la importancia que se merece, al ser el único régimen de occidente que se ha perpetuado sin interrupción durante 20 siglos, pasando por 264 gobernantes (Pontífices).
Por otro lado, no se necesita ser muy listo para intuir lo que pensaría un Papa tan inteligente como Juan Pablo II, si éste deseara que al morir, su iglesia siguiera los lineamientos que lleva hasta ahora. Así pues, y dicho con todo el respeto del mundo, ?si yo fuera el Papa?, me aseguraría primero de que mi sucesor fuera de mi misma ideología, seguidor de mis ideas y si fuera posible -y eso si que lo dudo mucho- que tuviera el mismo carisma y ?ángel?.
Ya seleccionado mi sucesor -a tono personal-, me encargaría previamente de nombrar a cardenales de su misma nacionalidad o región geográfica, para que éstos -en su momento- lo apoyaran. Dicho esto, seguiré mis razonamientos a ver si voy bien? o me devuelvo.
Para empezar, es un hecho que el próximo Papa será elegido en un cónclave modelado de alguna forma por Juan Pablo II, quien ha designado a 118 de los 135 cardenales electores? hasta ahí vamos viendo que Wojtyla ya se esta cuidando de que aquéllos que vayan a opinar sean -coloquialmente hablando-... ?de la raza?.
Es innegable que los cardenales confían plenamente en la inspiración del Espíritu Santo para elegir al siguiente Sumo Pontífice, pero la realidad es que la inspiración divina cuenta con algunos ?mediums? aquí en la Tierra para ?ayudarlos a pensar?. Por lo pronto, las iglesias de Estados Unidos y Alemania tienen un gran peso específico en todo el entramado del cónclave por ser las dos mayores contribuyentes a las arcas de la Santa Sede.
Dejando de lado el hecho de quienes opinan, que muchos de los cardenales sólo hacen ?bulto? durante la elección, y que se pasan los días yendo y viniendo de la Capilla Sixtina a la Casa Santa Martha, para finalmente votar por quien ?la tendencia indica?. Al final, algunos escucharán el nombre del ?elegido? con gran extrañeza, como lo señaló un cardenal italiano cuando afirmó que al término del pasado cónclave que coronó a Karol Wojtyla, muchos cardenales se preguntaban estupefactos, ¿Pero quién es este Botiglia?
Para iniciar con los razonamientos acerca de si el próximo Papa será latino o no, debemos de empezar diciendo que la iglesia de Latinoamérica es la que actualmente aporta mayor número de sacerdotes al mundo, ya que muchos de los seminarios europeos han cerrado -o están por hacerlo- por falta de quórum.
Le seguimos con la realidad de que uno de cada dos católicos del mundo son latinos -500 millones de latinos de los mil millones de católicos-. Le continuamos con que una cuarta parte de los 184 ?purpurados? de la Iglesia proviene justamente de América Latina, el continente donde vivimos uno de cada dos católicos del mundo.
El llamado ?batallón de cardenales latinoamericanos?, como lo definió la prensa italiana, aumentó últimamente alcanzando la cifra de 33, de los cuales 27 tienen menos de 80 años y por ello tienen derecho a elegir al sucesor de Pedro.
El número de cardenales del Sacro Colegio de la Iglesia Católica se ha elevado a la cifra récord de 184, aunque entre ellos, 49 tienen más de 80 años y por ende no pueden participar en el cónclave para la elección de un nuevo Papa.
El Sacro Colegio está fuertemente marcado por el pontificado de Juan Pablo II, uno de los más largos de la historia de la Iglesia Católica que consagró en 23 años de reinado a 201 cardenales, de los cuales 160 aún viven, ello haría que un eventual cónclave estaría compuesto por más del 90 por ciento de cardenales nombrados por Juan Pablo II, mismo que estaría integrado por 65 europeos (de ellos 24 italianos), 27 latinoamericanos, 13 norteamericanos, 13 africanos, 13 asiáticos y cuatro oriundos de Oceanía, número que supera en mucho el anterior límite de 120 electores fijado por Pablo VI.
Dado que la monarquía absoluta que rige la Iglesia Católica no puede ser hereditaria, con lo cual el Papa se aseguraría de que su ?pariente? siguiera con sus mismas ideas y lineamientos, (anteriormente, los Papas tenían cierta tendencia a conceder la púrpura a sobrinos y primos para rodearse de un núcleo familiar que les arropara en la soledad de las dependencias vaticanas), hoy día, los Pontífices buscan rodearse de personas incondicionales, tanto desde el punto de vista dogmático y doctrinal, como del personal, y para ejemplo, Wojtyla ha concedido la púrpura al teólogo alemán Walter Kasper, pero se la ha negado al presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, Karl Lehmann, dado que este último mantiene una posición algo liberal en cuanto al tema del aborto, aunado ello a que hace tiempo suscitó una agria polémica al abordar -en una entrevista- el tema de la jubilación del Pontífice.
Jubilación que sólo una vez en la historia de la iglesia se ha consumado en la persona del Papa Celestino V, en el año de 1294. Lo cierto es que ningún Papa podría gobernar el impresionante edificio de la Iglesia, con sus mil millones de fieles, un millón de sacerdotes y monjas y 2500 obispos en activo, sin el apoyo de un círculo de incondicionales en los principales ministerios vaticanos.
Ahora bien, después del lamentable incidente de Juan Pablo I, -el malogrado Albino Luciani- que falleció al mes de ser elegido Papa, la iglesia no está dispuesta a pasar nuevamente por el trance de tener que celebrar dos cónclaves casi seguidos, y es por ello que se inclinaría por elegir a cardenales jóvenes y sanos.
El tema viene al caso por el cardenal vicario de Roma, Camillo Ruini, de 70 años -amigo personal del Papa-, quien por su precaria salud, ha sido ya descartado de entre los ?papables?, y aunque aún hay otros 24 candidatos italianos, los recientes nombramientos de Juan Pablo II, vislumbran un nítido deseo de desplazar fuera de Europa el centro de gravedad de la Iglesia Católica.
En estos momentos, los cardenales electores de América Latina, - principal cantera de católicos de todo el mundo-, ya llega a 27, cifra que aumentaría a 35 si le sumamos a los cardenales españoles.
Resumiendo: A pesar del gran apoyo económico de los Estados Unidos a las arcas vaticanas, el próximo Papa no podría -a mi criterio-ser norteamericano, pues el estigma del capitalismo gringo lo haría ser muy criticado, cuando aún estaríamos respirando esa sencillez y humildad que siempre ha privado en Juan Pablo II.
Tampoco podría ser alemán, dado que los horrores de la Segunda Guerra Mundial y el holocausto Nazi aún no están del todo borrados de las mentes del mundo. Africano no podría ser, por el simple hecho de que África es un continente que aún tiene pocos seguidores católicos. Italiano, lo dudo mucho dado que la reciente experiencia de haber elegido un papa no italiano dio excelentes resultados, así que la lógica iría encaminada a ?repetir la fórmula?. Descontaría a un asiático u oriental por creer que el mundo aún no esta preparado para un Papa chino, ruso o mongol.
Así pues, el camino para la elección de un Papa latinoamericano esta más que adoquinado de ?lógica?, sólo falta ver quién tiene los arreos necesarios para calzarse las ?sandalias? de Juan Pablo II, sin que el cambio nos resulte demasiado brusco a los católicos, y para ello ya hay por ahí algunos gallos latinos que gozan de una mayor proximidad al Papa, y son citados con frecuencia en la lista de papables.
En este caso están los cardenales colombianos Darío Castrillón Hoyos, de 71 años, que dirige la Congregación del Clero y Alfonso López Trujillo de 65 años, que preside el Consejo Pontificio de la Familia. Pero el perfil casi perfecto lo ofrece uno de los cardenales recién nombrados, Óscar Andrés Rodríguez Madariaga, de 58 años, arzobispo de Tegucigalpa y antiguo presidente de la Celam, el organismo colegial de las conferencias episcopales latinoamericanas.
Rodríguez Madariaga es un tipo dinámico y ojo? ¡políglota! -como don Karol-, y por si fuera poco? por sus venas corre algo de sangre india. El único inconveniente de Madariaga es su edad, ya que Karol Wojtyla fue elegido tambien a los 58 años, y dirigió la iglesia por 25 años más, y por los pasillos vaticanos se comentaba que después del longevo papado de Juan Pablo II, en la Iglesia Católica existe un fuerte deseo de tener un papado un poco ?más breve?.
Corolario: Huelga decirlo, pero sea quien fuere, quien suceda a Juan Pablo II, de algo estoy cierto: Pasarán muchos años y muchos pontífices antes de que llegue uno que despierte en los corazones de todo un planeta ese sentimiento de amor, de arrepentimiento y de ánimo de perdonar, que despierta con solo verlo... don Karol Wojtyla -Juan Pablo II-.
Recemos hoy por el Papa, -porque está malito-. Y no porque necesite de rezos, que quizá sea el único mortal que hoy por hoy no necesita de ?ayudas? para entrar al paraíso. Recemos por el Papa, para que su paso de lo terrestre a lo divino sea lo más benévolo y alegre posibles, que sobradamente se lo merece? y se lo ha ganado.
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