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Punto de Vista / La máxima prueba... de amor

Dr. Fernando Llama Alatorre

Sucedió hace más de cuatro años, pero lo recuerdo como si fuera hoy mismo. Adrián se encontraba jugando con sus amiguitos del colegio Los Ángeles cuando de pronto una arteria de su cerebro se rompió. Para los que somos creyentes, el hecho no era otra cosa que la llamada de Dios para decirle a Adrián que pese a su corta edad -12 años-, su tiempo en la Tierra había terminado y era el momento de volver a casa.

Sería coincidencia o no, pero sucedió en un 14 de febrero ?Día del Amor?. Y hablando de amor, imagino que este tipo de niños son angelitos muy amados por Dios, de los que no desea estar separado por mucho tiempo, y que les permite bajar a la Tierra por algunos años para que gocen de las maravillas que ha creado.... como el atardecer sobre el mar, la caricia de una madre, el calor de los rayos del Sol en el invierno, y porque no, el sabor de un helado de vainilla.

Pero el trato es claro: Sólo vendrán a la Tierra ?por pocos años??, después de los cuales, y a una señal determinada -como lo fue la ruptura de esa arteria-, habrán de volver rápido... ?a casa??, antes de que su alma se ensucie con la más mínima mancha. Pero les dije que era el ?Día del Amor??, y por ello no podría faltar un detalle de amor en el retorno de Adrián a la casa del Padre.

El corazón de Adrián aún palpitaba, pero su cerebro ya estaba muerto, y fue ahí que la madre de Adrián, consciente de que su hijo ya estaba en el cielo, inmediatamente llamó al Centro Regional de Procuración de Órganos, con la doctora Leidy Peniche, para que dispusiera de todos los órganos que Adrián pudiera donar... glug... se dice fácil ¿verdad?, pero póngase usted en el lugar de esa madre que con el alma hecha pedazos aún tiene el suficiente valor moral y civil de decir... SI ADRIÁN YA ESTÁ CON DIOS, QUIERO QUE SUS ÓRGANOS ?DEN VIDA?? A QUIENES NO HAN PODIDO TENERLA.

La movilización fue instantánea, había 140 enfermos en lista de espera clamando por un trasplante. Cuando cada uno de los enfermos elegidos estuvo preparado, anestesiado y listos en diferentes hospitales, en ese momento exacto los órganos de Adrián fueron retirados de su cuerpo y transportados a toda prisa y con los mayores cuidados para ser implantados dentro del cuerpo de cada uno de esos enfermos QUE LLEVABAN AÑOS ESPERANDO A QUE LA GENEROSIDAD DE UNA MADRE LES HICIERA.... ?EL MILAGRO??. ¡Si!... ¡El milagro!... porque justamente de eso estamos hablando... ¡DE MILAGROS!... no de apariciones de Vírgenes en cristales empolvados, sino de apariciones de Dios en la generosidad de una madre.

Le estoy hablando de milagros vivos... de ángeles que vienen de visita a la Tierra por pocos años... De madres generosas que hacen a un lado el dolor de perder a un hijo para pensar en los hijos de otras madres que jamás han tenido una vida normal.

Le hablo de todos esos pequeños que han pasado la mitad de su vida en una cama de hospital y la otra mitad en la lista de espera del Centro Regional de Procuración de Órganos, soñando con una córnea que les permita ver por primera vez la luz, soñando con un riñón que les permita desenchufarse de una máquina para saber qué se siente ?patear una pelota??... Le hablo de esos niños a los que Adrián les dio aquel día la oportunidad de seguir vivos.

En este mundo hay muertes inútiles que no generan vida y que sólo son el tope oscuro y finito de un camino, pero las hay muertes ?generosas?? como la de Adrián, que en su esencia misma permiten que otro ser humano empiece a vivir cuando tu terminaste de hacerlo.

Pero no le estoy platicando esto para sacudir a su duro corazón, ni para que vea que aún hay gente buena en este mundo, le estoy escribiendo explícitamente para invitarlo a ?dar vida?? cuando usted ya no la tenga, y a que sepa que la Dra. Leidy Peniche habita el séptimo piso de la Torre de Especialidades No.71 del Seguro Social y dedica buena parte de su vida a recorrer hospitales con una lista de 140 enfermos en la bolsa, buscando pacientes con muerte cerebral que quieran donarles sus órganos.

Antes se creía que la muerte venía cuando el corazón dejaba de latir; sin embargo, ahora la ley prevé en su artículo 317 de la Ley General de Salud que un paciente con el cerebro muerto es un paciente... ?MUERTO??, y es aquí donde los familiares tienen la oportunidad de donar los órganos de su ser querido antes de que lo desconecten de los aparatos que mantienen su corazón palpitando, antes de que sus funciones cardíacas finalicen y tan sólo unas horas antes de que sus órganos se pudran bajo una lápida. Cierto es, y no nos hagamos tontos, que la generosidad no es hoy día tan común como el miedo, y muchas veces los parientes se niegan a donar los órganos de su ser querido aún a sabiendas de que éste YA NO LOS NECESITARÁ MÁS.

Hace tiempo supe de una madre que necesitaba un riñón con urgencia para su hijito de ocho años que estaba enfermo, y al saber de un paciente con muerte cerebral fue a hablar con su familia... La familia se negó a dárselo -miedo o ignorancia-, nunca lo sabré, el caso es que enterraron a su ser querido con todos sus valiosos órganos intactos. El niño enfermo que esperaba por un riñón murió días más tarde? ¡Si, ya sé que fue un hecho estúpido y egoísta!.. algo que en España no hubiera sucedido, pues allá todo individuo con muerte cerebral, es automáticamente DONADOR POR LEY -un país civilizado y sensible-, ni duda cabe? mmm? pero ni modo, así es este, nuestro querido México. Sin embargo, creo que ha llegado el momento de empezar a ?cambiarlo?, y si no lo pudimos hacer nosotros, los padres de hoy día, espero que al menos nuestros hijos lo logren enderezar un poco.

Para que usted comprenda el beneficio que causó el gesto de generosidad de Adrián, le diré que uno de sus riñones lo recibió el niño Marco Villanueva Santos de 11 años de edad, que llevaba tres años haciéndose diálisis diariamente. El otro riñón fue implantado en la señora Hortensia Ayala de León, de 40 años y con cuatro hijos que cuidar, quien llevaba dos años haciéndose diálisis diariamente.

Las córneas fueron colocadas en dos niñas que a partir de aquel día supieron de qué color era el cielo y conocieron finalmente... cómo era la cara de su madre. Lo importante aquí, y motivo toral de este artículo, es que si usted está dispuesto a darle vida a alguien cuando usted ya no este? en este mismo momento y sin haber terminado aún de leerme, dígale a sus hijos, a su esposo o a su madre? EL DÍA QUE YO MUERA DONA MIS ÓRGANOS PARA QUE OTROS VIVAN? con eso basta -SÓLO ESO-, ello facilitará enormemente las cosas cuando, si Dios así lo quiere, alguien se acerque a algún familiar suyo y le pregunte: ¿DONARÍA USTED LOS ÓRGANOS DE SU HIJO?... ¡Claro que si!? ¡ÉL ME LO DIJO EN VIDA!

Corolario: Si Dios nos diera la oportunidad de escuchar lo que un niño donador como Adrián le diría a su madre luego de haber partido ?a casa?, creo que sus palabras serían más o menos las siguientes: ?Mamá, si algún día mi cerebro dejara de funcionar y mi vida en este mundo hubiera llegado a su término, no intentes infundirle a mi cuerpo una vida artificial con la ayuda de una máquina, ni digas que me encuentro en mi lecho de muerte porque eso no es cierto... ¡Me hallo en mi lecho de vida! No pierdas tiempo y apúrate para que ese cuerpo mío sirva para contribuir a que otros seres humanos tengan una mejor vida.

Dale mis ojos al desdichado que jamás haya contemplado el amanecer, que jamás haya visto el rostro de un niño o ese brillo de amor sublime en los ojos de su madre. Dale mi corazón a quien ?el suyo??, sólo le haya servido para vivir interminables días de sufrimiento. Dale mi sangre al adolescente rescatado de su automóvil deshecho, para que logre vivir hasta ver a sus nietos retozando a su lado.

Dale mis riñones al enfermo que debe recurrir a una máquina de diálisis para sobrevivir cada día. Toma de mi cuerpo la totalidad de mis huesos, si estos sirven para que un niño lisiado camine por vez primera. Toma de mí lo que sea necesario para que un chico sin habla logre gritar con entusiasmo al ver caer un gol, o para que una niña sorda pueda oír el repiquetear de la lluvia en los cristales de la ventana.

Lo que quede de mi cuerpo entrégalo al fuego y lanza las cenizas al viento para abonar con ellas las rosas, las gardenias y las margaritas. Y si algo has de enterrar de mi persona, que sean mis errores, mis flaquezas y mis prejuicios. Cuando quieras buscarme, no me busques en un panteón, pues no estoy allí, búscame en la sonrisa de ese niño al que nuestro ?regalo de amor?? le permitió SEGUIR VIVO, pues sólo si haces lo que te pido, podrás decirle al mundo y a tu corazón, mi hijo Adrián...¡NO MURIÓ EN VANO!

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