No hace mucho tiempo, el mero hecho de saber que alguien había sido asesinado, producía en nuestro estomago extraños estertores, mientras aparecía en nuestra cara un mohín de asombro e indignación, sentimientos propios de alguien que aún tenía dentro de su cerebro la... “capacidad de asombrarse”.
Pero el tiempo pasó, y la lucha de periódicos y televisoras tratando de aumentar su raiting fue haciendo que las noticias fueran cada vez más crudas, al grado de que muchas de las veces, no sólo nos daban la noticia tal y como fue, sino que la magnificaban y tomaban las fotos más espantosas para “impresionarnos”.
En la era Paleozoica del cine quedaron aquellas escenas, donde el asesinato era representado con un disparo mientras una persona caía al piso. Pero el tiempo pasó, y tristemente perdimos la “capacidad de asombrarnos”, por lo que había que hacer algo para “impresionarnos”, así que ahora ya no se mata “así de fácil”. Ahora el ladrón se monta encima de la muchacha, le rompe la nariz de un tubazo y luego de tomarla por los cabellos le va cercenando lentamente el cuello con una navaja de peluquero mientras se ve la cara horrorizada de la muchacha y la sangre le brota a borbotones salpicando la cara del asesino -y eso lo ven nuestros hijos-.
Y para prueba de mi tesis: El rotundo fracaso del nuevo Big Brother –que confieso que jamás lo he visto– pero el hecho de que hayan metido a Adal Ramones al grupo, sólo te indica que “nadie lo esta viendo”, y eso que pregonaron a los cuatro vientos que ahí… “se valía de todo”.
Presupuse haber perdido mi capacidad de asombro cuando hace tiempo al abrir el periódico, vi que publicaban, que las tribus de los Tutsi y los Hutu estaban paleándose el poder en Uganda, y que en una sola semana de guerra se habían matado a machetazos 40, 000 hombres, mujeres y niños. Cuando vi la noticia en páginas interiores y letras chicas me dije... ahora si que hemos perdido la “capacidad de asombro”, y lo corroboré cuando luego de leerla, le di un sorbo a mi café, y en seguida busqué la página de deportes. A los 20 minutos mi cerebro ya se había olvidado de la masacre, y si acaso sólo quedaba en él un sentimiento vago de... ¡pobre gente!
En nuestra sociedad ya no nos asombra ver los fraudes y asesinatos que se cometen a la vista de todos, y que luego cuando agarran al tipo y presupones que irá a la cárcel… “bumm”… “México-mágico”... de pronto, se perdieron las pruebas, se retractó el testigo o sufrió un accidente lamentable (Maquio-Colosio-Digna Ochoa-Ruiz Masiew). Y pasados un par de meses, a la hora de los “careos frente a frente”... ¡magia!... ¡Ya nadie reconoce a nadie!... así que… ¡todos libres por falta de pruebas!
Y si hablamos de la educación de nuestros hijos, cuando les decimos que algo que hicieron “no estuvo correcto”, sus ojos se abren desmesuradamente mientras sus bocas sólo exhalan aquello de... ¡No manches papá!
Y les juro que al decirlo “son honestos”, pues ellos creen que somos nosotros quienes estamos diciendo una barbaridad fuera de toda lógica, y la verdad es que no los culpo, si fui yo quien les dio el permiso de ir al cine a ver cada porquería de película, y fui también yo quien no les dedique más tiempo para explicarles -de todo lo que ven y escuchan hoy día-, lo que es correcto y lo que no lo es.
Para terminar… -y aquí es a donde los quería llevar-.
El pasado viernes venía en mi coche pensando en cuál debería ser mi tema para este domingo, o cuál de los diferentes “matices” de la guerra podría abordar. Cuando frente a mi coche –7:30 P.M.- y para ser exactos en el crucero de Diagonal Reforma y Cuauhtémoc, pasan frente a mí cinco indios Tarahumaras.
Al frente un escuálido varón de no más de 40 años y tras de él, una bajita mujer que se confundía con los otros tres pequeños que la seguían, todos vestidos igual, con ropa luída y sucia que vagamente denotaba que alguna vez fue multicolor. Y en eso pensé: Yo aquí discutiendo si usted y yo somos pacifistas o bélicos, y cuántos americanos o iraquíes están muriendo en la guerra, mientras en nuestras propias narices, Dios, Alá, Buda o a quien usted le rese por la noches, nos pone el alto y nos dice… eeey… eeey... párale a tus indignaciones… que aquí en tu mismo México tienes… tu propio Iraq.
Aquí mismo tienes donde indignarte por las injusticias y donde ponerte a trabajar para resolverlas. Aquí tienes a compatriotas tuyos que se están muriendo diariamente, y si no por disparos de bala -que quizá fuera más piadoso-, si por el frío, el hambre, las enfermedades y la marginación.
Déjate de llorar por lo iraquíes y vamos llorando por México, por sus injusticias, por sus excesos, por sus marginaciones, por su falta de seguridad, y por sus desigualdades para con los “indios mexicanos”… que te recuerdo -por si no lo habías notado-, que ellos –los indios- son y han sido desde hace más de 1000 años, “los dueños de la tierra que hoy pisas”. Y fuimos nosotros los extranjeros – salvo que te llames Teponaxtly Xocoyotl- cuyos ancestros llegaron de alguna otra parte del mundo y al igual que lo están haciendo hoy día los americanos con los iraquíes, los humillamos, los matamos, los vencimos, y lo más triste de todo, luego de haberles quitado sus tierras, los mantenemos aún hoy día pobres, enfermos y marginados en regiones inhóspitas allá donde no nos recuerden de la atrocidad que les hemos venido haciendo en los últimos 600 años.
Ya no llores por Iraq… ¡Ponte a trabajar por México!
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